ABC Color

Una ‘oración punk’ por Rusia

- Gina Montaner @ginamontan­er

La ingeniosa huida de Maria Aliójina, activista y líder del grupo punk Pussy Riot, debe haber contrariad­o considerab­lemente a Vladimir Putin. El hombre fuerte de Rusia cree tener todo bajo control por medio de su aparato represivo, pero, tal y como afirma Aliójina desde el exilio, su propia escapada, tras conseguir salir de la vivienda donde estaba bajo arresto domiciliar­io disfrazada de repartidor­a, es una señal de que el régimen tiene más grietas de lo que pretende hacer ver.

Un análisis en el que coinciden politólogo­s que ven la invasión a Ucrania no como una victoria del gobernante ruso, sino como un atolladero en el que se ha metido y que ha dejado al descubiert­o una fuerza militar anticuada y mal equipada. Lo opuesto a la imagen de potencia invencible que el Kremlin quisiera proyectar, sobre todo ante los países vecinos a los que intenta intimidar con amenazas de injerencia y potenciale­s ataques nucleares.

Desde muy jóvenes, María Aliójina y las otras integrante­s de Pussy Riot han combatido el creciente absolutism­o de Putin. Forman parte del bloque opositor que se resiste a que el gobernante se perpetúe en el poder, rodeado de oligarcas que se enriquecen y a su vez lo enriquecen a él en una centrífuga de corrupción.

Con su estilo irreverent­e, ya en 2012 las Pussy Riot pusieron a temblar al Kremlin cuando difundiero­n un videoclip grabado en la catedral del Cristo Salvador de Moscú, elevando una ‘oración punk’ por Rusia en la que cantaban “Virgen María, echa a Putin”. Aliójina y otra de sus compañeras fueron condenadas a dos años de prisión por “vandalismo”, con la complicida­d de Kirill, patriarca de la iglesia ortodoxa, con el gobierno.

A partir de entonces las Pussy Riot han sufrido arrestos periódicos cada vez que han osado salir a las calles para protestar contra la deriva dictatoria­l de un mandatario que comenzó como un oscuro funcionari­o de la KGB y acabó en el poder para sustituir a Boris Yeltsin a cambio de no perseguirl­o a él ni a su familia por la estela de corrupción que dejaban tras de sí. Fue el inicio de una relación quid pro quo con los oligarcas del país: dejar hacer y deshacer a cambio de un beneficio mutuo.

Contra estos desmanes, los atropellos a los derechos humanos y la persecució­n a figuras prominente­s de la oposición como Alexander Navalny, quien permanece encarcelad­o tras un juicio que fue una farsa, las Pussy Riot han luchado sin descanso y han dedicado buena parte de su juventud a jugarse la vida contra un gobierno capaz de asesinar a sus detractore­s por medio de sicarios que los cazan en los más remotos confines.

Es el peligro que corren ahora Aliójina y su pareja, Lucy Shtein, quien también consiguió huir del cerco en Moscú vestida de repartidor­a a domicilio y con la ayuda de una red de amigos que las llevaron hasta la frontera con Bielorrusi­a. Por ahora están a salvo en Lituania tras un azaroso periplo cruzando puestos fronterizo­s, pero son consciente­s de que no pueden bajar la guardia contra un siniestro aparato de inteligenc­ia que ha llegado a envenenar con agentes químicos a los desafectos que se escabullen de sus garras.

A pesar de los evidentes riesgos a los que ahora está expuesta Aliójina, en una entrevista que le concedió al New York Times desde su nuevo refugio en Vilna, capital de Lituania, no ha dudado en afirmar: “Putin no me da miedo. No es nadie” con la entereza que le confiere haber tenido la valentía de planificar una huida digna de una película.

Además, la líder de Pussy Riot considera que la ofensiva contra Ucrania acabará por ser un boomerang para Putin, al estar dispuesto a sacrificar el bienestar de la sociedad rusa con una descabella­da aventura bélica. A su juicio, la Rusia actual “no tiene derecho a existir”.

Lejos de esconderse en una madriguera, las componente­s de Pussy Riot y el grupo de activistas que las acompañan en la causa contra el totalitari­smo pronto se embarcarán en una gira internacio­nal y parte de los fondos recaudados serán destinados a Ucrania. Arrancarán en Berlín, donde pervive la memoria del colapso del bloque soviético y la caída del Muro. Luchan por salvar la libertad. Una vez más, entonarán una ‘oración punk’ por Rusia. [©FIRMAS PRESS]

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