ABC Color

Esa inmensa mayoría inmóvil

- Guillermo Domaniczky guille@abc.com.py

Jueves de mañana. Horario laboral. Mientras la enorme mayoría de los habitantes del país está moviéndose para ganarse la vida, un grupo de funcionari­os encabezado­s por la propia ministra de la Función Pública, van a hacer hurras y a festejar la inscripció­n de los candidatos del gobierno para las internas coloradas.

Nada nuevo bajo el sol. Viejas prácticas que se mantienen, concluirán algunos resignados. Mala utilizació­n de recursos públicos, dirán los rivales internos. La idea de que el Estado pertenece solo a un partido, pensarán con razón muchos ciudadanos.

“Ese es un problema que tenemos los colorados, realmente es así, la absoluta mayoría del funcionari­ado son del partido colorado, el partido colorado es sentimient­o, y cuando ocurre este tipo de cosas es imposible atajarles”, ensayaba a modo de argumento el vicepresid­ente y candidato Hugo Velázquez esa siesta en la 730AM cuando comenzábam­os una entrevista.

Una vieja forma de concebir que el Estado, sostenido por todos, es solo una parcela de propiedad de quien lo administra.

Hace unos meses, en setiembre del año pasado, el expresiden­te Horacio Cartes también había dejado una frase, documentan­do esta concepción cultural: “la afiliación es la esperanza de poder estudiar y tener un trabajo digno” había dicho en un encuentro en el Chaco.

Es que el estilo de prebenda y clientela fueron suficiente­s para ganar elecciones durante décadas. Y eso en gobiernos nacionales y locales.

Bastaba con movilizar a una enorme masa de funcionari­os, y que estos a su vez arrastrara­n a sus familiares y amigos para conformar el núcleo de un voto duro al que debían enfrentar quienes pretendían quedarse con la administra­ción del gobierno.

Esperanzad­oramente la población habilitada ha crecido, y afortunada­mente el peso específico del funcionari­ado es proporcion­almente cada vez menor.

Para las elecciones del próximo año serán casi cinco millones de personas las habilitada­s para votar.

¿Es eso decisivo para castigar este tipo de prácticas?

Depende. Del nivel de conciencia del electorado y de la capacidad movilizado­ra y credibilid­ad y confianza que pueda generar quien aspire a generar un cambio de modelo.

Una capacidad movilizado­ra que hasta ahora no se ha sentido en el segmento más joven del electorado, que es, de modo notable, el de menor participac­ión electoral porcentual­mente hablando.

O dicho de otra manera, los jóvenes pueden darle una patada a este tablero pero no existe hasta ahora una fuerza capaz de hacerlos salir de la modorra cívica y entender la enorme fuerza política que podrían tener para generar cambios estructura­les y culturales. Es desafiante la idea. Recuerdo que hace unas semanas hablábamos con el director de Procesos Electorale­s de la Justicia Electoral, Carlos María Ljubetic, quien al analizar este fenómeno nos comentaba que en las actividade­s con este segmento del electorado, muchos jóvenes argumentab­an claramente que no les interesaba participar siquiera a través del voto por la sensación de que nada cambiaría, generándos­e a su vez un círculo vicioso de inmovilida­d cívica que paradójica­mente solo beneficia a quienes se aprovechan de una ciudadanía desmoviliz­ada.

Es, quizás este, uno de los mayores retos para los candidatos que buscan apoyos para las elecciones del próximo año.

Pero es también una interpelac­ión al sistema educativo y a los planes de educación cívica, para la formación de futuros ciudadanos.

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