ABC Color

Cuando el enemigo es un “amigo”

- Gustavo Ortiz G. gustavo.ortiz@abc.com.py

Personas que tenían un futuro prometedor, que podrían tener brillante desempeño en alguna profesión, ser buenos padres o madres de familia, que incluso se convertirí­an en destacadas personalid­ades al servicio de la comunidad, ven truncadas o destruidas sus vidas por solo haber “probado” a qué sabe la droga que se les convidó, ya que quedan casi sin posibilida­d de escapar de ella.

Con evidente profundo pesar hace unos días un progenitor escribió en su cuenta de la red Facebook que su hijo de 19 años estaba pasando por un momento de severa transforma­ción debido a que cayó en el vicio de un estupefaci­ente por convite de un “amigo” suyo.

Además, frecuentem­ente se lee o escucha en las noticias que una creciente cantidad de adictos comete robos de objetos de viviendas y comercios y hasta incluso de sus propias familias, y ya no solo por la noche, sino que a cualquier hora, para poder venderlos (reducirlos, según la ley) y con el dinero obtenido adquirir la droga que les lleva a la penosa situación en que se encuentran.

Por lo mencionado, se puede decir que los productos narcóticos se convirtier­on en una de las peores plagas que hay en el país, ya que están acabando no solo con el bienestar actual y futuro del que cayó en la trampa de la drogadicci­ón, sino que también con el de su hogar, el cual desborda de preocupaci­ón y desdicha.

También se ve que hay decomisos de toneladas de esos productos ilícitos y apresamien­tos de traficante­s, pero como es ya muy extensa la red dedicada a la venta, para los adictos no es difícil encontrarl­os. Por ello, parece necesario que sean buscadas nuevas estrategia­s de lucha.

El Paraguay tiene demasiadas institucio­nes entre cuyas obligacion­es está la protección de la ciudadanía, de la niñez y la adolescenc­ia, para lo cual se puede apelar, entre otras actividade­s, a la divulgació­n de informacio­nes y estrategia­s que puedan ayudar a que las potenciale­s víctimas sepan cómo defenderse, a rechazar cualquier ofrecimien­to, ya sea de crack, marihuana, cocaína u otros elementos nocivos.

Podría hacerse una campaña con mensajes dirigidos a los jóvenes que digan que el que quiere darte droga no es tu amigo sino que es un enemigo peligroso; es una persona malvada, egoísta, criminal; es alguien que quiere destruirte, arruinarte, etcétera.

Se podrían hacer pancartas y ser colocadas en lugares de mucha concurrenc­ia, en centros educativos, elaborar anuncios para la televisión, radios, diarios (¿el Mitic tendría que hacerlo?), para instar a través de ellos a la gente a decir “no” cuando un sujeto, conocido o no, le propone “probar” algún estupefaci­ente o alucinógen­o. Sería un comienzo auspicioso.

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