Desatinadas y peligrosas palabras de Santiago Peña.
El precandidato a la Presidencia por el movimiento Honor Colorado, Santiago Peña, cree que quienes deben preocuparse por el contrabando de cigarrillos, entre otras cosas, son los brasileños y no los paraguayos. De hecho, ya están preocupados desde hace tiempo, y así lo hacen saber cada tanto a través de la prensa y de autoridades, a más de realizar periódicos despliegues de tropas en la frontera contra el comercio ilícito, sobre todo de cigarrillos, proveniente de nuestro país. Pero ahora deberían preocuparse más, porque si ganara el candidato del expresidente Horacio Cartes, principal productor de cigarrillos del Paraguay, el mismo baraja conceptos y posturas que suponen un notable desprecio a la ley y a la moral.
El exministro de Hacienda Santiago Peña, precandidato a la Presidencia de la República por el movimiento Honor Colorado, cree que quienes deben preocuparse por el contrabando de cigarrillos, entre otras cosas, son los brasileños y no los paraguayos. De hecho, nuestros vecinos ya están preocupados desde hace largos años, y así lo hacen saber cada tanto a través de la prensa y de autoridades. No hace falta ser demasiado astuto para percibir cuán preocupados están si tomáramos en cuenta sus periódicos despliegues de tropas en la frontera para frenar los tráficos ilícitos de todo tipo de mercaderías, sobre todo cigarrillos, proveniente de nuestro país. Tras las últimas manifestaciones de Santiago Peña, los brasileños deberán preocuparse aún más porque, si el candidato del expresidente Horacio Cartes, principal productor de cigarrillos del Paraguay lograra llegar a la Presidencia de la República del Paraguay, el mismo baraja conceptos y posturas que suponen un notable desprecio a la ley y a la moral, ideas funcionales por cierto al negocio de su padrino político.
Las afirmaciones de Peña también deberían inquietar a los paraguayos decentes, pues el contrabando implica tanto la introducción como la salida irregular de productos de acuerdo a convenios internacionales suscriptos por nuestro país. En efecto, el Código Aduanero lo define como “las acciones u omisiones, operaciones o manejos, que tienden a introducir al país o extraer de él, mercaderías o efectos de cualquier clase, en violación de los requisitos esenciales exigidos por las leyes”. De esta manera, según la misma normativa, implicaría contrabando de cigarrillos su egreso por las fronteras nacionales sin la documentación legal, en compartimiento secreto o de doble fondo o en una unidad de transporte en horas o por lugares no habilitados. Por este delito, penado con hasta cinco años de cárcel o con multa, hay 25 imputados por el Ministerio Público, que en febrero de 2020 guardaban en un depósito, entre otras cosas, 20.000 cajas de cigarrillos, gran parte de ellos fabricados por Tabacalera del Este SA (Tabesa). Si fueran atinados los dichos de Santiago Peña, estos procesados tendrían que ser absueltos, pues nada malo habrían hecho.
La Policía brasileña estima que uno de los mayores clientes de Tabesa integra una vasta red criminal: se trataría de Distribuidora Liza SA, la firma que había alquilado en Pedro Juan Caballero un inmueble del narcotraficante brasileño Jarvis Chimenes Pavao, donde en el 2017 fueron hallados camiones cargados con cigarrillos a punto de partir hacía el país vecino. Todo indica que a los vendedores de Tabesa no les inquieta la reputación del comprador con tal de colocar las mercaderías y recibir la paga; tampoco importaría, aparentemente, la violación del Código Aduanero ni que la ruta de las mercaderías coincida con las de otros crímenes denunciados por los brasileños. Tanto Horacio Cartes como José Ortiz han tratado de restarle gravedad al contrabando afirmando que la tabacalera vende legalmente, y que después ya no pueden saber qué hace el comprador del producto adquirido.
Usando esta misma lógica podría sospecharse que, en este escenario, tampoco habrá incomodado demasiado que el avión tripulado por once venezolanos y siete iraníes, que en mayo último salieron de Paraguay con supuesto destino a Aruba, llevaron una carga de cigarrillos valuada en 755.000 dólares; el mismísimo avión está por estos días retenido en la Argentina y hay serias sospechas de que su origen linkea hasta una empresa iraní sancionada por la Oficina de Control de Activos Extranjeros del Tesoro de los Estados Unidos, razón por la cual varias agencias internacionales de inteligencia venían observando sus vuelos desde hace meses.
Contrariamente a lo que expresan algunos voceros e incondicionales, no son la industria, los impuestos abonados, el derecho al trabajo, a la producción y el valor de lo nacional lo que se cuestiona. Se interpela el tráfico ilegal de cigarrillos que, según ya varios informes nacionales e internacionales, estaría fogoneando actividades ilícitas. Valga como ejemplo que, el 22 de marzo de 2014, el importante diario colombiano El Tiempo publicó una extensa nota titulada “Mafia y FARC lavan fortunas con cigarrillos del presidente de Paraguay. Cajetillas salen de tabacalera de Horacio Cartes. Blanqueo suma 209 millones de dólares al año”. No se puede reivindicar la industria ignorando que las ilicitudes que se están denunciando podrían estar reforzando actividades criminales.
Santiago Peña también dijo que aquí “no hay lavado de dinero proveniente del cigarrillo (...) no hay lavado de dinero”. Su afirmación no va a tono con lo que dicen cada vez más una gran cantidad de informes internacionales que determinan que una importante cuota de tráfico ilícito de cigarrillos sale del Paraguay, y que la ilicitud estaría consumando otros delitos conexos y precedentes como el lavado de dinero. Negarlo es de una tozudez sin nombre, o de una inmoralidad que no se le puede tolerar a quien aspira a ser presidente de la República del Paraguay. Una de las inconsistencias que el cartismo no responde es, si todo está bien, ¿por qué persisten en mantener a las tabacaleras fuera del radar de control junto a los clubes deportivos? Podría deducirse que solo teme ser controlado quien algo tiene que ocultar.
En suma, no solo los brasileños deberían preocuparse si el próximo jefe de Estado llegara a ser Santiago Peña. Más que ellos, quienes debiéramos estarlo somos los mismísimos paraguayos, ya que nuestro país se ha convertido en el centro de varias actividades ilícitas en las que el contrabando, demasiado a menudo, ha quedado ligado con el crimen organizado y el terrorismo a escala continental. Esta vergüenza no se borra con el pago de impuestos ni con la creación de empleos, sino aplicando la ley, incluyendo a quienes comercian a sabiendas con delincuentes de uno y otro lado de las fronteras.