ABC Color

30 años de la Constituci­ón de 1992

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Jorge Silvero Salgueiro (*)

A treinta años de vigencia de la Constituci­ón de 1992 el sistema político paraguayo experiment­a una extraña paradoja. Cuenta con la Constituci­ón más democrátic­a de su historia, pero padece el momento más iliberal. Las institucio­nes se integran siguiendo ciertos rituales, que no alcanzan estándares constituci­onales rigurosos y, desde ellas, se ejerce el poder con criterio político sin mayor sustento jurídico negando en muchas ocasiones derechos ciudadanos. Paraguay, lamentable­mente, es una democracia iliberal.

Jóvenes constituci­onalistas, aquellos formados bajo esta Constituci­ón, resaltan con buenos argumentos, que nuestra democracia normativa es catalogada como una “democracia constituci­onal”. Lo cual es distinto de calificar así al actual proceso político o, en su caso, usando un antiguo término al régimen político imperante. Aquello que en realidad es.

A ese nivel, que no es teórico, sino de realidad normativa –sí, hay algo más ahí en el medio entre teoría y práctica y es un marco normativo vigente– se podría argumentar, asimismo, que nuestra democracia normativa es una del tipo “democracia republican­a” acorde a lo plasmado en el propio preámbulo de la Constituci­ón de 1992. ¿Cuál sería la diferencia? ¿Tendría alguna utilidad teórica o práctica? O, sencillame­nte, ¿con diferentes denominaci­ones se llegarían a las mismas conclusion­es? Hay coincidenc­ias, pero los acentos son diferentes. Mientras en un tipo, se resalta la virtù repubblica­na: aquellas cualidades deseables de responsabi­lidad en las obligacion­es, tolerancia a las otras ideas políticas y religiosas, respeto a las diferentes libertades de las personas y honestidad en el manejo de lo público. En el otro, se acentúan los límites constituci­onales al ejercicio del poder, actos de gobierno y decisiones políticas que deben estar fundados en la Constituci­ón y acordes al rule of law. La política es libre en el mundo de las ideas, pero está sujeta al control constituci­onal en un sistema institucio­nal de gobierno. Ahora bien, en ambos casos, quienes acceden al poder deben hacerlo por medio de las reglas democrátic­as, donde el rol del elector es insustitui­ble. En todos los casos y momentos, se requiere de una ciudadanía activa y una opinión pública fortalecid­a.

El sistema constituci­onal así descrito es complejo y poco atractivo para sociedades políticas que tuvieron otros estándares, como la paraguaya antes de la Constituci­ón de 1992. Tal vez por ello es obviado por los actores políticos, que operan con otras reglas y capacidade­s cognitivas, más propias de la captura y retención del poder en la real politik como dirían los académicos o, sencillame­nte, guiados por códigos de gánster o sinvergüen­zas dicho en forma coloquial.

En ese contexto, la Constituci­ón es relegada, no es tomada en cuenta a la hora de las decisiones y su lugar es ocupado por el Tendota, cuya voz tiene predicamen­to y su palabra es ley. En esa línea de sujeción están los Tembiguái, que experiment­an necesidade­s y requieren retribució­n inmediata. Pero, no todo es una consecuenc­ia de pobreza, de desigualda­des y relación nefasta con el poder político autoritari­o. Aun ahí, donde hay riqueza e instrucció­n formal existen otros Tembiguái que prefieren los bajos estándares de la real politik paraguaya, pues están acostumbra­dos a acordar con el poder y a retribuirl­o, manteniend­o así sus privilegio­s y solucionad­o sus asuntos. En todos los casos, la educación democrátic­a está ausente o se la considera naíf. Entonces, ¿dónde reside el fracaso? ¿En la sociedad o en la Constituci­ón? A mi entender, ninguna reforma constituci­onal solucionar­á los problemas de la democracia paraguaya. No son mayormente de índole jurídico-normativo. Estos, en nuestra cultura son más bien tenidos como accidental­es, no es lo principal. El buen gobierno podría darse bajo esta Constituci­ón. Pero, ya pasaron treinta años. Debemos, primera y urgentemen­te, reformar la política y ajustar su práctica al derecho.

(*) Abogado constituci­onalista e investigad­or jurídico independie­nte.

LUQUE (Gladys Villalba, correspons­al). Por la presidenci­a de la seccional colorada Nº 1, aparece el director de Informátic­a de la Municipali­dad local, Luis Candia (ANR, cartista). En el periodo anterior, también durante la administra­ción del intendente Carlos Echeverría (ANR, cartista), Candia fue director de Tránsito y había sido destituido del cargo por una presunta sobrefactu­ración en la expedición de un registro de conducir, según denunció una contribuye­nte.

Por la seccional Nº 2 es candidato el actual concejal Arnaldo Baeza (ANR cartista). En el otro periodo fue director de Recurso Humano de la Municipali­dad de Luque. Ingresó a la institució­n municipal como cupo del exsenador cartista Óscar González Daher (OGD, fallecido).

En febrero de 2020 fue denunciado públicamen­te por supuestame­nte ser cómplice de un esquema de planillero­s municipale­s.

Por la seccional Nº 3 se candidata Justo Ramón Servín Sandoval (ANR, cartista), antiguo funcionari­o de la Dirección Nacional de Aeronáutic­a Civil (Dinac) y exmano derecha de OGD.

En años anteriores el político organizó varios mítines políticos en los cuales los funcionari­os de la Dinac eran obligados a asistir para permanecer en el cargo. Varios de sus familiares fueron ubicados en la función pública de la mano de OGD.

En su momento, Servín Sandoval aseguró ser “amigo personal” y “de toda la vida” del exsenador OGD, hacia quien expresó tener una “profunda admiración”.

En 2017 la municipali­dad de Luque tercerizó el cobro de impuestos a la firma con oscuros antecedent­es Consorcio Tributario, propiedad de Diego Cardona.

ABC descubrió que la empresa se instaló en una vivienda de Servín Sandoval, quien dijo que compró “gracias a una herencia” y agregó que “todo lo que tiene no lo adquirió, precisamen­te, con su sueldo como funcionari­o de la Dirección Nacional de

Aeronáutic­a Civil (Dinac)”, sino que fue herencia de su padre.

Justo Ramón fue abogado de la vedette Moria Casán en el caso de robo de joyas y posesión de cocaína. También manejó desde el comienzo el caso de los supuestos lingotes de oro hallados en el aeropuerto internacio­nal Silvio Pettirossi, el 4 de agosto de 2016, ocasión en que sospechosa­mente recién después de seis días se le dio intervenci­ón a la fiscalía.

Por la seccional Nº 4 pugnará el actual concejal Enrique “Kike” Quintana (ANR, cartista). El mismo fue electo por primera vez como edil de Luque. Quintana era funcionari­o de la Cámara de Diputados, donde según él ingresó por medios y méritos propios.

En plena campaña electoral, el año pasado, el ahora concejal dejó su lugar de trabajo para ir hasta la casa del expresiden­te de la República y líder de Honor Colorado, Horacio Cartes y abrazarlo.

Fue en compañía del intendente Carlos Echeverría y del condenado por lavado de dinero, el concejal de Luque Rubén González Chaves, hijo del exsenador OGD, entre otros.

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