Tendremos maraña de cables por mucho tiempo más.
El aparato estatal se distingue tanto por su corrupción como por su ineficiencia. Allí no solo se roba mucho, sino que también se dan muestras continuas de ineptitud y desidia, pues los méritos y las aptitudes del personal importan menos que el carnet partidario o el padrinazgo a la hora de nombrar a funcionarios. La inutilidad no es menos dañina que el latrocinio, y sus efectos suelen ser tan evidentes como las marañas de cables que cuelgan de los postes de la ANDE, sobre todo en el centro capitalino, a las que ya se ha venido considerando una parte natural del paisaje urbano.
El descomunal aparato estatal se distingue tanto por su corrupción como por su ineficiencia. Allí no solo se roba mucho, sino que también se dan muestras continuas de ineptitud y desidia, pues los méritos y las aptitudes del personal importan menos que el carnet partidario o el padrinazgo adecuados a la hora de nombrar a funcionarios. La inutilidad no es menos dañina que el latrocinio, y sus efectos suelen ser tan evidentes como las marañas de cables que desde hace años cuelgan de los postes de la Administración Nacional de Electricidad (ANDE), sobre todo en el centro capitalino. A los visitantes extranjeros les resultan muy llamativas, según surge de sus videos en internet, pero por lo visto no tanto a la empresa estatal, que las ha venido considerando una parte natural del paisaje urbano. Siendo así, no se ha ocupado hasta hoy de indagar tan siquiera si firmó un contrato con quienes instalaron los cables y dan un pésimo aspecto a “la muy noble y muy ilustre” y “cuna de la libertad en América”, ciudad de Asunción. Según el gerente comercial de la ANDE, Rodys Rolón, solo identificándolos se podrán retirar los “clandestinos” o con el contrato vencido; el proceso durará al menos dos años, porque “no tenemos mucha gente que se dedique a retirar los cables”. Parece que la tendría aún menos para combatir a los autores de las 150.000 conexiones ilícitas que generan a la ANDE una pérdida anual de unos 42.000 millones de guaraníes, cometiendo un delito castigado con hasta tres años de cárcel o con multa. Como siempre ocurre cuando surge un problema, se escuchan las mismas excusas: que no existen tiempo ni fondos, o que no hay personal, pese a que las instituciones no tienen lugar donde puedan holgazanear sus “trabajadores”, o quienes cobran salarios en ellas. Si esa empresa estatal se toma su tiempo, también se lo toma la Empresa de Servicios Sanitarios del Paraguay (Essap). En efecto, desde años, vecinos de varias zonas de Asunción y alrededores deben soportar cloacas a cielo abierto, tan fétidas como el verduzco arroyo Mburicaó, que vierte en la bahía desechos cloacales recibidos de la misma empresa: lo saben el Ministerio Público, la Municipalidad capitalina y el Ministerio del Ambiente y Desarrollo Sostenible (Mades), pero poco o nada se hace para eliminar los efectos de un delito ecológico penado con hasta cinco años de prisión y con multa. El Mades se limitó a abrir un sumario a la Essap, con resultados desconocidos, en tanto que su presidente, Natalicio Chase, culpó a las obras inconclusas de la administración anterior. No se le ocurrió pensar que su nombramiento se hizo para que pueda remediar lo que estaba mal y no para buscar culpables. Al daño ambiental provocado por la indolencia de la empresa se le suma el causado al tránsito de Asunción por su tradicional falta de coordinación con la Municipalidad: suele ocurrir que el recapado de una calle sea destruido en menos de veinticuatro horas por trabajos de mantenimiento de las redes de distribución, lo que revela que el sector público también se distingue por la estupidez. No debe sorprender la incompetencia supina que denotan muchos funcionarios, ya que son nombrados en los cargos sin atender la idoneidad que se necesita para ocuparlos. Recordemos que, en febrero pasado, cuando fue nombrado para presidir el Instituto Paraguayo del Indígena (INDI), el exconcejal y exjefe de Gabinete de la Municipalidad asuncena, Omar Pico, reconoció muy suelto de cuerpo: “Yo no sé nada de este negocio”. Agregó que iba a “aprender por el camino”. Por de pronto, ya aprendió a no hacer mucho, al igual que sus antecesores, según se desprende de que continúa el flujo de aborígenes que acampan en lamentables e inhumanas condiciones frente al instituto y a veces interrumpen el tráfico. Con toda certeza, esta situación continuará ilustrando el rotundo fracaso estatal en lo concerniente a los pueblos originarios, mientras sus autoridades van “aprendiendo por el camino” las exigencias del cargo. A este paso, las marañas de cables continuarán afeando nuestra capital, por lo menos dos años más como mínimo; las calles seguirán llenas de baches y las cloacas estarán “perfumando” el ambiente, y los indígenas permanecerán en los mismos lugares y en otros, ofreciendo el triste espectáculo del abandono. De esta forma, no se ve una luz al final del túnel del infortunio que sufre el Paraguay. Razón de más para hacer valer el voto en las próximas elecciones.