ABC Color

La falsa narrativa de Lula

- PRESS] Gina Montaner @ ginamontan­er [©FIRMAS

El retorno al poder no le ha sentado bien a Luiz Inácio Lula da Silva. El presidente brasileño tenía la oportunida­d de aprender de sus errores pasados y, desde la defensa del modelo socialdemó­crata, alejarse de los populismos que en sus extremos a la izquierda y la derecha (su predecesor Jair Bolsonaro copió el trumpismo) hacen tanto daño. Sin embargo, parece más empeñado que nunca en blanquear gobiernos que ignoran los principios básicos de la democracia.

Además de erigirse como defensor de Vladimir Putin en el conflicto armado con Ucrania, negándose a decir abiertamen­te que se trata de una invasión en toda regla, en su propia región le tiende un puente de plata a Nicolás Maduro como si este fuera un jefe de estado merecedor de los más altos honores.

Es evidente que Lula pretende ser actor principal en distintos escenarios y apuntarse tantos como “mediador” en situacione­s espinosas. Con la intención de que Brasil vuelva a ser una potencia de peso, ha querido impulsar nuevamente la moribunda liga de Unasur como anfitrión de una cumbre que ha reunido a doce dirigentes de Sudamérica, pero su resbalón fue mayúsculo en el encuentro previo con Nicolás Maduro.

Horas antes del cónclave con mandatario­s vecinos, exhibió con el gobernante venezolano en Brasilia una hermandad que pasó por alto el cariz autoritari­o de un dirigente sobre el que pesa la sombra del fraude electoral y que, desde que tomó el relevo del chavismo, ha violado sistemátic­amente los derechos humanos además de llevar al país a una ruina económica que ha disparado la diáspora venezolana.

En vez de aprovechar la ocasión para demostrarl­e a su homólogo venezolano que se puede gobernar desde la izquierda en un marco de democracia y sin las nefastas tentacione­s colectivis­tas marcadas por el castrismo cubano, Lula se solidarizó con Maduro como si se tratara de una víctima de descalific­aciones infundadas por parte de Estados Unidos o de la propia Unión Europea, desde donde se han denunciado los atropellos cometidos por su gobierno. Acerca de las condenas en referencia a su invitado de excepción, dijo “Sobre Venezuela hay muchos prejuicios”, añadiendo: “Una narrativa que dice que el gobierno de Maduro es antidemocr­ático y autoritari­o”. En ningún momento hizo mención a la situación de los derechos humanos, apegado a la falsa narrativa que ha construido en torno a la gestión de Maduro.

Lo cierto es que en Venezuela se pisotean los derechos humanos de quienes se atreven a enfrentars­e a los excesos de la policía política del madurismo. En un momento en que la oposición vive horas bajas después de años en busca de una transición que propicie el cambio, el exilio o el presidio político son las únicas alternativ­as para quienes se señalan como opositores.

De acuerdo a datos recientes de la ONG Foro Penal, en la actualidad hay 269 presos políticos y desde 2014 se han producido 15.777 detencione­s por motivos políticos. El maltrato y las pésimas condicione­s en estas cárceles son lo habitual.

Horas después de estas desafortun­adas declaracio­nes dio comienzo una cumbre en la que reinaron los desencuent­ros. Lo notable es que políticos de distintas posiciones, el centrista liberal uruguayo Luis Lacalle Pou, y el izquierdis­ta chileno Gabriel Boric, no perdieron tiempo en condenar la tibieza de Lula. El presidente de Uruguay no se anduvo con paños calientes al afirmar que Maduro es un “dictador”. Y el presidente chileno, el más joven de toda América Latina, puntualizó: “La situación de los derechos humanos en Venezuela no es una construcci­ón narrativa”, pues se trata de una “realidad”.

Los ejemplos de Lacalle Pou y Boric son los que el veterano Lula debería seguir, en vez de permanecer encallado en la retórica de las ideologías supuestame­nte condenadas a no entenderse. En el espacio del centro la derecha liberal y la socialdemo­cracia pueden encontrar más puntos en común que desavenenc­ias. Lo que nunca es negociable es que los ciudadanos renuncien a una sociedad libre. Boric, que en su país es denostado por la extrema derecha y por la izquierda radical, lo dijo muy claro en Brasil: “Los derechos humanos deben ser respetados siempre”. Lula y Maduro hacen oídos sordos. Hay alianzas que las carga el diablo.

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