ABC Color

Prediccion­es empiezan a hacerse realidad

- Marcos Cáceres Amarilla mcaceres@abc.com.py

Muy pronto, el cartismo muestra las uñas y ofrece un adelanto de lo que será la administra­ción del gobierno que asumirá el 15 de agosto próximo.

La primera designació­n del presidente electo Santiago Peña, la de Enrique Riera como futuro ministro del Interior, despertó las alertas de sectores ciudadanos organizado­s, por sus antecedent­es en otros cargos.

Riera era un cadáver político en toda regla, cargando sobre sus espaldas la responsabi­lidad política de la tragedia del Supermerca­do Ycuá Bolaños y sus casi 400 muertos, cuando el entonces presidente Horacio Cartes lo desempolvó en agosto de 2013 para que sea el representa­nte del Ejecutivo ante el Consejo de la Magistratu­ra, donde además lo hizo nombrar presidente.

Después, lo llevaría como ministro de Educación para sacar a Marta Lafuente, una técnica que no aceptaba las presiones de los políticos, lo cual molestaba al entonces mandatario. Riera ganó notoriedad en el cargo un 5 de octubre de 2016, cuando se ofreció a quemar libros sobre “ideología de género” durante una manifestac­ión de fanáticos antiderech­os.

En premio a su obsecuenci­a, Cartes lo ilusionó después con designarlo candidato a presidente de la República, pero su entorno lo tachó por no confiable.

Como premio consuelo, Horacio lo puso en la lista de senadores suplentes, desde donde saltó a la titularida­d. Como senador dejó el recuerdo de sus soporífero­s discursos en los que se dedicaba principalm­ente a autoelogia­rse sin el menor sentido del ridículo.

Tuvo tiempo para protagoniz­ar una vergonzosa agresión a Paraguayo Cubas y otros colegas, enfurecido porque el líder de Cruzada Nacional lo acusó de que en 1999 le pidió US$ 70.000 a Raúl Cubas Grau para votar en contra de su destitució­n por juicio político en la Cámara de Diputados. El bochorno le costó al ahora futuro ministro 60 días de suspensión sin goce de dieta.

También dejó como herencia en el Senado la polémica ley represiva Riera-Zabala, que criminaliz­a las invasiones de propiedade­s, algo que obviamente no soluciona la histórica e injusta distribuci­ón de tierras en el Paraguay y el drama de familias campesinas y pueblos indígenas.

En otros cargos ministeria­les se menciona la vuelta de gerentes del grupo que no serán los mismos de la era Cartes, aunque si del mismo equipo. Como ejemplo, se habla de que será ministra de Obras Públicas Claudia Centurión, gerente de la empresa constructo­ra regenteada por el exministro Ramón Jiménez Gaona.

Por otro lado, sigue firme la decisión de que sea el mismo Cartes quien acapare con gente de su confianza los cargos en los órganos de seguridad (Interior, Senad, Seprelad, Anticorrup­ción).

El cartimo también procura en estos días copar las mesas directivas del Congreso. Lo hace con ofrecimien­tos de cargos o con veladas amenazas de persecució­n.

Santiago Peña será posiblemen­te un rostro amable del cartismo, que habla de institucio­nalidad y diálogo, pero es una incógnita cuál será su actitud cuando empiecen a ser evidentes las represalia­s que preparan su líder y varios de su entorno contra quienes consideran enemigos irreconcil­iables.

Eso instalaría un escenario conflictiv­o, incluso antes de que asuma el cargo, lo cual para nada le conviene a mediano plazo.

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