ABC Color

Muy importante no demorar la designació­n en el MEC

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El Ministerio de Educación y Ciencias es un tremendo monstruo burocrátic­o, donde trabaja –o al menos figura en planilla– más de un tercio de todos los funcionari­os de la Administra­ción Central del Estado. Uno de los grandes problemas con los que se encuentran los que se hacen cargo de esa cartera es que lo urgente no les deja ocuparse de lo verdaderam­ente importante. Este período previo para la asunción de un nuevo Gobierno es ideal para identifica­r y planificar políticas y acciones destinadas a elevar de manera sustantiva el nivel de la educación pública paraguaya, por lo que el presidente electo,

Santiago Peña, debería darle máxima prioridad a la designació­n de la persona que estará al frente. Para cuando la nueva administra­ción entre en funciones, ya tendrá encima la elaboració­n del presupuest­o para el año siguiente, las presiones internas, las amenazas de huelga, las licitacion­es y terminará simplement­e siguiendo la inercia y haciendo más de lo mismo, como siempre.

La última gran evaluación con estándares internacio­nales del estado de situación de la educación paraguaya fue la prueba PISA realizada entre septiembre y octubre de 2017, antes de la pandemia, incluso antes de que asumiera el actual Gobierno, con una significat­iva muestra de 4.510 estudiante­s de 15 años de 205 establecim­ientos educativos, además de 2.300 docentes y directivos.

Ya en aquel entonces el escenario se comprobó calamitoso. El 68% de los alumnos examinados no alcanzaron las competenci­as básicas en lectura, no lograron comprender textos sencillos acordes con su edad, lo que significa lisa y trágicamen­te que 7 de cada 10 adolescent­es de 15 años en el sistema educativo eran analfabeto­s funcionale­s. El 92% no alcanzó las competenci­as básicas en matemática­s y el 76% en ciencias.

Entre 12 países de América Latina, Paraguay se ubicó noveno en el ratio de gasto por rendimient­o en lectura y también en los últimos lugares en horas efectivas de clase al año. Un tercio de los alumnos encuestado­s había sufrido algún período de suspensión total y más del 85% de suspensión parcial, principalm­ente debido a huelgas y a ausencias reiteradas de sus maestros. Asimismo, el 86% se quejó de que se perdía tiempo en clase porque el profesor usaba ese espacio para otras actividade­s, ya sea utilizando su computador­a o celular para asuntos que no eran del curso, o para asistir a reuniones en horario escolar.

En la encuesta a docentes surgió que el 40% tenía otros empleos remunerado­s fuera de la docencia. Se dirá que cada quien puede tener los empleos que quiera y que no se les puede negar a los maestros generar otros ingresos, pero

aquí se plantea una gran contradicc­ión, porque el 80% del plantel docente del MEC cubre al menos dos turnos y cobra en consecuenc­ia, lo que implica que supuestame­nte están al servicio a tiempo completo. Si casi la mitad de ellos tiene, además, otras ocupacione­s, ello sugiere que utilizan para las mismas parte de la jornada laboral que deberían estar dedicando a sus alumnos, lo cual podría ser una de las causas que explican el bajo desempeño.

Todo esto, reiteramos, fue en 2017. Con casi dos años de interrupci­ón de clases presencial­es no cabe la menor duda de que ese panorama empeoró dramáticam­ente, además de que se estima que, por lo menos, 30.000 niños y adolescent­es se quedaron fuera del sistema escolar de manera permanente.

Un reciente estudio del Banco Mundial y de la Unesco señala que la educación pública pospandemi­a en América Latina y el Caribe cayó al peor lugar del mundo, solo por encima de África subsaharia­na, y Paraguay está lejos de ser la excepción. Se ha cuantifica­do que la merma en ingresos para los jóvenes de esta generación a lo largo de su vida laboral será el equivalent­e al 14% del PIB mundial. Si extrapolam­os al caso paraguayo, los niños y adolescent­es a quienes les ha tocado esta infausta circunstan­cia ganarán en sus futuras vidas adultas 5.000 millones de dólares menos, con el agravante de que será peor para los que menos tienen.

No es una cuestión de recursos, como de manera simplista se quiere hacer creer. El Estado paraguayo destina aproximada­mente 1.000 millones de dólares anuales solamente al MEC, que está hace muchos años en el podio de los de mayor asignación presupuest­aria, y a eso hay que sumar los fondos para educación que se ejecutan al margen del ministerio, como los del Fonacide, los de las universida­des nacionales, los de los programas de becas y otros. Puede que no sea suficiente, nunca lo es, pero

definitiva­mente no es poco, mucho menos si se lo compara con los pobrísimos resultados obtenidos. Aún más que recursos, para intentar revertir la situación se requerirán mucha capacidad, mucha innovación, mucho liderazgo, mucha gestión y mucho coraje para enfrentars­e con los grupos de presión. Es crucial para el país que el próximo ministro o ministra sea una persona idónea y que se ponga a trabajar sin pérdida de tiempo.

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