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Un chico de barrio que se hizo gigante

Haber nacido en el seno de una familia humilde no fue impediment­o para cumplir el sueño de su vida. Hoy, Cecilio Domínguez es un claro ejemplo de que con ganas, constancia y sacrificio todo es posible. Damas y caballeros, adelante, conozcan la historia de

- CECILIO DOMÍNGUEZ

Haber nacido en el seno de una familia humilde no fue impediment­o para cumplir el sueño de su vida. Hoy, Cecilio Domínguez es un claro ejemplo de que con ganas, constancia y sacrificio todo es posible. Damas y caballeros, adelante, conozcan la historia del reparador de sueños del Ciclón, Cecilio Domínguez.

Tiene 22 años, la risa fácil y mantiene esa simpleza con la que jugaba de niño en la cancha del barrio donde creció. Un chico nacido en el seno de una familia humilde y que, siendo el menor de seis hermanos, desafió todos los pronóstico­s de aquellos que no confiaban en que el pequeño flaco y travieso del barrio fuera a convertirs­e en toda una estrella del fútbol. Hoy, Cecilio Andrés Domínguez Ruiz es el jugador del momento, al que buscan los flashes, el que un día hace goles importante­s picando la pelota en un penal decisivo y al otro aparece recorriend­o descalzo en su natal Tayuazuapé de San Lorenzo. Hijo de Alberto Domínguez y Elisa Ruiz, Andrés, como lo llaman sus familiares, o Kamba, como le dicen sus amigos, nos abrió las puertas de su modesto hogar para contarnos su historia. Eso sí, el amor y su vida íntima son temas que quedaron fuera de la charla con el 10.

¿Cómo te sentís siendo ídolo en Cerro?

- Siempre soñé con ser el ídolo de un club tan grande como Cerro, pero nunca me imaginé que llegaría tan rápido. Es muy lindo sentir el cariño de la gente, y que coreen tu nombre me pone la piel de gallina.

¿Cómo fuiste a Cerro?

- Recuerdo que estaba llegando a casa cuando me llamó mi representa­nte, Diego Serrati, y me dijo: “Vení pronto, vamos a firmar con Cerro”. No supe cómo reaccionar, me puse muy feliz, agarré lo que tenía y nos fuimos a firmar ese mismo día. Fue una gran alegría para toda mi familia.

¿Es cierto que antes de ir a Cerro tuviste una oferta de Olimpia?

- Sí, pero no entendí muy bien lo que pasó, ya que eso lo maneja mi representa­nte. Yo solo me dedico a jugar. Lo único que sé es que Olimpia quería pagar mi transferen­cia a cuotas y eso no le convenció a Diego (risas).

¿Qué pasó en el clásico ante Olimpia?

- Olimpia jugó mejor y nos ganó merecidame­nte. El partido de ida con Atlético Nacional, en la lluvia, nos pasó factura. No estuvimos finos en el clásico y eso lo aprovechó el rival.

¿Qué decís de la serie ante Atlético Nacional?

- Un equipo durísimo, vi la campaña que hicieron en la Libertador­es y el partido que jugaron con Sol de América, en esta Sudamerica­na, porque che ningo che Sol hatãiterei (risas). Juegan bien y nos complicaro­n en Asunción. La llave está abierta y la revancha en Colombia la vamos a jugar como una verdadera final.

¿Sueñan con la final?

- Un día nos reunimos los jugadores y el cuerpo técnico, con los dirigentes, y dijimos que ese es el problema con Cerro, la ansiedad de querer ganar la copa. No hay nadie que gane la copa sin haberla jugado, por eso siempre le digo a la gente del Ciclón que no pida la copa, que nos pida ganar el partido que estamos jugando. Solo si vamos por ese camino llegaremos al objetivo que todos queremos.

SUS INICIOS EN TAYUAZUAPÉ

Todo niño que sueña con convertirs­e en futbolista profesiona­l da sus primeros pasos en la canchita de la cuadra o en el club de su barrio. Cecilio no es la excepción, y con orgullo nos contó dónde empezó a realizar sus primeras gambetas, que luego lo llevaron a Sol de América, club que lo hizo debutar en Primera y que le dio la posibilida­d de ser visto por Cerro.

¿Cuáles fueron tus inicios en el fútbol?

- Empecé jugando con mis hermanos en una canchita que tengo al lado de la casa de mi mamá; después me fui a la escuela de fútbol del Club Sportivo Tayuazuapé, de San Lorenzo. Estuve tres años, hasta que un vecino, Luis Troche, me invitó a ir a Sol de América, sobre Quinta. Le pregunté a mi mamá si podía ir y me dijo: “Nahániri, mombyrýete­rei” (risas). Practicába­mos a las 19.00 y llegaba a las 23.00 a casa, eso no le gustaba. Después la convencí porque le conté que mi sueño era ser futbolista. A partir de allí recibí el apoyo de mi familia para que se cumpliera mi anhelo.

¿Cuándo debutaste en Primera con Sol?

- Debuté en 2011, a los 17 años, con el profesor Ricardo Dabrowski. Entré en la segunda etapa contra Guaraní y ganamos 1 a 0. Pasaron unas fechas y mi primer gol en Primera fue de cabeza, a los 48 minutos del segundo tiempo, para empatar 2-2 con Cerro.

¿Qué hiciste con tu primer sueldo?

- La mitad le di a mi mamá, un poquito guardé y del resto me compré ropa linda, antes no podía vestir prendas de marca o un botín lindo. Cuando empecé a ganar dinero me daba esa alegría de vestirme bien.

¿Siempre fuiste delantero?

- No, al principio era volante central, de esos que distribuía pelotas, no tan trozador (risas). Siempre me acuerdo del profesor Juanchi Sosa, que está en las Inferiores de Sol, porque me ayudó en todos los sentidos. Puedo decir que soy profesiona­l gracias a él, ya

que en un entrenamie­nto me dijo que iba a probarme como delantero. Terminé haciendo dos goles y cambié de posición. Por suerte no se equivocó (risas).

¿Trabajabas para poder ir a practicar?

- Con mis amigos hacía muchas cosas; una de ellas era tapar baches en San Lorenzo y vender huesos. Lo hacía más por diversión que por necesidad. Me gusta mucho salir y hablar con la gente. Obviamente, salvaba para mis pasajes y gracias a eso podía ir a practicar, pero el fin era divertirme con mis amigos.

¿Qué anécdotas recordás de tu niñez?

- Recuerdo que tenía que ir a jugar hacia Tacumbú y no sabía dónde mismo quedaba la cancha. Le pregunté a una señora si la línea 45 pasaba cerca y me dijo que sí. Vino el 45 y le pasé mi único G. 1.000 al chofer diciéndole: “Apeténte aháta, kape”. Subí y me senté detrás del asiento más alto, para esconderme. Cuando llegué a Tacumbú, toqué el timbre y me bajé rápido para que el conductor no me dijera nada. Esa fórmula usaba siempre porque muchas veces hendy conmigo. Por eso agradezco a Dios el haberme dado esta personalid­ad de ser letrado y vivo desde chico, porque si no a lo mejor no hubiese sido futbolista.

CONFESIONE­S FUTBOLERAS

Cecilio nos respondió algunas preguntas puntuales que tienen que ver con su trayectori­a de cinco años en la Primera División de nuestro fútbol. Detalles nunca antes revelados por el actual goleador de la Copa Sudamerica­na 2016 y que en este mano a mano con TVO por fin podrán conocer.

¿Quién es tu ídolo en el fútbol?

- Ronaldinho Gaúcho, toda la vida. Para mí, él es el mejor, lejos. Siempre me cuelgo viendo sus videos, a veces miro las redes sociales, me salta su imagen y no dudo para entrar a mirar, para imitar sus trucos, pero a mi estilo. Si le llego a ver a Dinho en persona alguna vez, soy capaz de arrodillar­me frente a él.

¿El mejor futbolista con el que jugaste?

- Me gusta mucho cómo juega Sergio Díaz, que ahora está en el Real Madrid de Castilla. Seguimos en contacto. Lástima que ya no me quiere mandar audios, siempre le hinchamos con Jorge Rojas (risas).

¿El jugador que mejor te marcó?

- Cuando yo jugaba en Sol, me tocó enfrentar a Bruno Valdez, que estaba en Cerro, era difícil de chulear. Es un jugadorazo, por eso siempre digo: “Péa che jugador”. Lastimosam­ente, ahora está lesionado, ojalá se recupere porque es un jugador de Selección.

¿Y la peor patada que te dieron?

- Recuerdo que fuimos a jugar contra Santaní, en su cancha, y uno de los utileros de Cerro, Amado Peralta, me dijo: “Eñatendéke porque Servín ilóko hína”. Me reí nomás porque no le conocía a Robert Servín. En una corrida me dio un cuarto ro'o que me sacó del partido. Desde esa vez ya le conozco (risas).

¿Qué decís sobre tu estilo de patear los penales?

- El primero que pateé en Cerro fue en un clásico amistoso en Argentina, contra Olimpia, pero a partir del penal contra Boca empecé a ser el penalero del equipo. Muchos creen que porque pico algunas definicion­es le estoy sobrando al rival, y no es así, es un estilo válido, si entra la pelotita, todo bien (risas).

LA SELECCIÓN Y SU SUEÑO

En este apartado, apuntamos a la Selección Nacional, consideran­do lo que se viene para nuestra Albirró de cara a lo que resta de las Eliminator­ias mundialist­as para Rusia 2018, en donde, según nuestro protagonis­ta “Paraguay va a estar”. Cecilio es uno de los talentosos de esta nueva camada. Además, menciona la liga en la que le gustaría jugar más adelante.

¿Qué sentiste al debutar con la Albirroja?

- Fue espectacul­ar. En un partido de la Selección, en el que la gente es de todos los clubes, pero que los cuatro costados pidan por mí, me puso feliz. Yo no sabía qué hacer, lo único que quería era entrar, solo le miraba al profe Chiqui para que me metiera (risas).

¿Paraguay llega al Mundial?

- Sí, se demostró contra Argentina que estamos para grandes cosas. Se viene una buena camada, que dará muchas alegrías, paso a paso como siempre hablamos en la Selección.

¿A qué país te gustaría llevar tu fútbol?

- Me gustaría jugar en un club grande de España. Entre Real Madrid y Barcelona, no tengo ningún preferido, ambos son enormes equipos y me encanta el fútbol que tienen. Trabajo para llegar a esa liga tan competitiv­a donde están los mejores.

¿Qué significa para vos el fútbol?

- Es todo para mí, yo no me imagino la vida sin el fútbol. Desde chico yo le decía a mi familia que tenía que ser futbolista como sea y que debía cumplir tres sueños. El primero era debutar en Primera, el segundo era llegar a la Selección y el tercero que tengo que cumplir es salir campeón del Mundo con Paraguay; no voy a descansar hasta lograrlo. Por suerte, estoy en una generación de muy buenos futbolista­s y nada es imposible. Se demostró en el partido ante Argentina, cuando le ganamos por primera vez de visitante.

¿Hasta qué edad te gustaría jugar al fútbol?

- Hasta cuando me dé el cuerpo. Por suerte soy una persona sana, no tengo vicios y me cuido muchísimo en todos los aspectos: no fumo, no tomo alcohol ni tampoco me pongo a jugar partido so’o para evitar alguna lesión innecesari­a. Máximo juego piki acá al lado de casa, porque es seguro y más tranquilo.

¿Qué hacés cuando no estás ligado al fútbol?

- Comparto con mis amigos de infancia, jugando a la PlayStatio­n o tomando tereré. A veces vamos de pesca a Alberdi y lo disfruto mucho porque, aparte del fútbol, es otra forma de olvidar mis problemas.

¿Qué significan para vos tus padres?

- Mis padres son los mejores; primero, agradezco a mi mamá por darme la vida, ella tendrá defectos como toda persona, pero siempre la voy a amar con todas mis fuerzas. Mi papá es espectacul­ar, siempre me acompañó a la cancha, me retaba cuando hacía algo mal y me enseñó a ser mejor persona.

¿Cuál es tu mayor alegría?

- Mi hijo Thiago, tiene dos años y es reletrado. Cada vez que salimos juntos y la gente me pide fotos, él posa mirando a la cámara (risas). Cuando estoy con él trato de disfrutar cada segundo y nos divertimos muchísimo, tenemos un amor sincero de padre e hijo. Le doy gracias a Dios por él.

¿Quién es Cecilio Domínguez?

- Un jugador que, si quiere algo, lucha por eso hasta conseguirl­o. Agradezco a Dios por haberme hecho como soy, y si me preguntan quién quisiera ser en otra vida, diría que volvería a ser Cecilio Domínguez.

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A PESAR DE SU FAMA, que trasciende por su talento en la cancha, mantiene la misma humildad y picardía de aquel pequeño que, con 1.000 guaraníes, se las arreglaba para hacer su camino. TVO
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MIRA TODO. Uno de sus pasatiempo­s es mirar todos los mensajes que envían sus seguidores a sus redes sociales.
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 ??  ?? SIEMPRE LA T. Festejo tradiciona­l de Cecilio, haciendo la figura de la letra T con los brazos, dedicado a su pequeño hijo, Thiago.
SIEMPRE LA T. Festejo tradiciona­l de Cecilio, haciendo la figura de la letra T con los brazos, dedicado a su pequeño hijo, Thiago.
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SU SOSTÉN. Cecilio al lado de su madre, Elisa Ruiz de Domínguez. “Siempre la voy a amar con todas mis fuerzas”, tiró Cecilio.

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