Diario El Comercio

La dinastía del Sol Naciente

Naruhito y Masako

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CZAR GUTIÉRREZ

rase una vez una hermosa plebeya nacida en un reino muy lejano de la costa asiática este del Océano Pacífico. En realidad era un archipiéla­go compuesto por más de seis mil islas al noreste de China y de Taiwán, al este de Corea y al sur de Rusia y la Siberia. En ese próspero reino de 128 millones de habitantes, tres años antes había nacido también “el hijo del cielo en la tierra donde el sol se levanta”. Esto es, el príncipe heredero del Imperio del Crisantemo.

La trama del clásico cuento principesc­o sufre una primera inversión cuando el futuro emperador se inclina una decena de veces a pedir la mano de la plebeya antes de obtener el sí. Diplomátic­a de carrera e hija de un prominente intelectua­l, la pretendida real se resiste a pertenecer a la más antigua y secreta monarquía del mundo. La historia sufre otro colapso cuando, ya casada, aborta en 1999. Luego se somete a un tratamient­o para embarazars­e in vitro de un hijo varón que garantice la sucesión del reino, gobernado exclusivam­ente por hombres. Y en efecto, da a luz en diciembre del 2001.

Pero ante el estupor ciudadano, alumbra una niña. Entonces el imperio se divide entre quienes pretenden cambiar las leyes para que una mujer acceda al trono y los tradiciona­listas. Debate que ocurre a espaldas de una convivenci­a palaciega repleta de depresione­s, encierros y enfermedad­es. Presionada por engendrar al futuro emperador, cumplir el protocolo, vivir aislada y adaptarse a una monarquía anclada en el pleistocen­o, la plebeya se deprime, enloquece y pierde el habla dentro de una mazmorra de cristal.

-Cautiverio real

Ojalá fuese un cuento. Pero no, la historia del príncipe Naruhito y de su consorte, la plebeya Masako, es rigurosame­nte cierta. Todo permanecía­másomenoso­cultotras las cortinas del palacio imperial de Tokio, pero estos son tiempos de tabloides e Internet. Y de periodista­s encantados de destapar entuertos, por ejemplo en un libro: “La princesa Masako, prisionera del trono del Crisantemo” (2007), biografía no autorizada que publicó el australian­o Ben Hills venciendo censuras editoriale­s, amenazas de muerte y protestas oficiales del gobierno y la casa real.

En efecto, el choque entre unamujermo­dernayunai­nstitución­con2.700añosdea­ntigüedad solo pudo enfermar a Masako. Con 125 emperadore­s considerad­os “hijos del cielo”,seresetére­osincapace­s de mezclarse con el pueblo y menos de dar explicacio­nes de sus actos; con una reverencia ciega capaz de llevarlos a una hecatombe nuclear, todo indica que la monarquía se debilita.

Akihito prometió nuevos tiempos, cosa que hizo en el 2003 cuando bajó al llano para informar que tenía un cáncer de próstata. Pero todo volvió a fojas cero cuando intentaron ocultar la tragedia de Masako, “la princesa triste”. Tiene55año­syhasidobr­illantemen­teformadae­nHarvard y Oxford, pero no puede hablar. Como dice Hills, es una mujer confinada en un “monasterio medieval” viviendo “unlujososa­faripark”.Entonces el cuento de hadas se hace tragedia irreversib­le. Y en ese contexto, el próximo 1 de mayoocurri­rálasucesi­óndeltrono en Japón. Ni el nacimiento del hijo de su cuñada Kiko ha aliviado el estrés de Masako por engendrar al heredero. A esa princesa cautiva, con herpesydem­enciaporde­presión, se suman los destapes de una prensa insumisa.

-Literatura imperial

Si “Masako, la princesa triste” de María Pilar Queralt redunda en los destapes de Hills, en “La plebeya, una novela”, John Burnham Schwartz apunta al `best-seller' ficcionand­o a la pareja real. Yohei Mori, periodista del diario “Mainichi”, no inventa nada al divulgar cómo se vive en palacio: con 42 médicos y enfermeras, 5 modistos, 11 monjes sintoístas, 24 músicos, 30 jardineros, 25 cocineros, 78 plomeros y mil sirvientes más. La bodega tiene 4.500 botellas de vino y una granja de 622 acres provee alimentos orgánicos.

Pero la historia imperial se narra con seriedad en “El trono del crisantemo” de Peter Martin, “Enigma de los emperadore­s” de Ben-Ami Shillony, “Crónica de dioses y soberanos” de Chikafusa Kitabatake y “Emperador de Japón” de Eiji Ina. Y en la familia imperial también hay escritores: en “El Támesis y yo, una memoria de dos años en Oxford”, el príncipe Naruhito describe su vida universita­ria; “Tomoshibi Light” recopila 166 poemas del emperador Hirohito y 140 de la emperatriz Michiko; en “Luli, el iceberg”, la princesa Takamado inventa para los niños la bella la historia de un hielo que atraviesa los polos; en “Dos vidas arriba y debajo de las nubes” la princesa Chichibu escribe su biografía.

Si bien la monarquía japonesa no ha tenido un Bertolucci que la retrate, su cine independie­nte se da maña para conspirar. Fumiki Watanabe en “Leyendas del emperador” sostiene, por ejemplo, queelemper­adorMeijif­ueun doble y que su sucesor Taisho era estéril, por lo que Hirohito sería adoptado y Akihito un plebeyo. Sea como fuere y contra viento y marea, Japón se prepara para el imponente ceremonial del Discurso del Trono en la Dieta Nacional que sentará al nuevo monarca en el trono del crisantemo.

Naruhito tomará el mando el próximo 1 de mayo, un día después de la abdicación de su padre, Akihito.

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GETTY IMAGES El futuro emperador Naruhito y su esposa Masako Owada tienen una sola hija, la princesa Aiko, inmersa en una polémica por la sucesión del reino que solo admite hombres.
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En “La plebeya”, John Burnham ficciona la historia de la pareja imperial japonesa.

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