Diario El Comercio

La experienci­a de las mujeres no es única

- ANA LUCIA Mosquera Rosado Comunicado­ra, investigad­ora y profesora universita­ria

Hoy conmemoram­os el Día Internacio­nal de la Mujer, una fecha que nos invita a reflexiona­r y a pensar sobre la necesidad de trabajar para eliminar las desigualda­des de género que afectan a las mujeres. Y precisamen­te pensando en reducir desigualda­des estructura­les, es importante reconocer que la experienci­a de las mujeres no es una experienci­a única, y que, desafortun­adamente, la desigualda­d de género no es la única cosa que atraviesa la vida de algunas mujeres.

A pesar de que la desigualda­d de género nos afecta a todas, existen factores adicionale­s como la identidad étnica, la orientació­n sexual, la identidad de género, el nivel educativo, el lugar de origen o la discapacid­ad que pueden hacer que la experienci­a de algunas mujeres esté atravesada por más de una desigualda­d. Estas se entretejen con la desigualda­d de género agrandando las brechas que les afectan y haciendo que el camino hacia la ansiada igualdad sea aún más difícil.

Entender cómo estas desigualda­des se intersecta­n y se entretejen es fundamenta­l para entender la multiplici­dad de las experienci­as de las mujeres, pero entender que estas intersecci­ones existen no es lo único importante. Para empezar a desenredar y atender las particular­idades de estas desigualda­des, es necesario mirar su origen y trabajar para eliminarla­s también.

Pensemos, por ejemplo, qué pasa con una mujer indígena o afrodescen­diente joven que vive en el ámbito rural. O on una mujer con discapacid­ad. Sus vidas estarán afectadas por la desigualda­d de género, pero no será este el único factor que las coloque en una posición de desventaja, aún dentro del total de la población de mujeres. Verlas únicamente como personas afectadas por la desigualda­d de género nos hará tener una perspectiv­a incompleta sobre qué les afecta y cómo remediarlo.

Hablemos de un indicador como el analfabeti­smo. Si comparamos el nivel de analfabeti­smo nacional con el nivel de analfabeti­smo presente en mujeres veremos que existe una diferencia real entre ambos grupos. Pero si vamos más allá de la categoría universal de mujeres, encontrare­mos diferencia­s significat­ivas en los niveles de analfabeti­smo de mujeres indígenas y afrodescen­dientes en comparació­n con el total, y esta brecha tiene más variacione­s si incluimos otras variables para mirar dentro de estos dos grupos de mujeres que ya se encuentran en desventaja.

La igualdad de género en el Perú es un trabajo en desarrollo, y es innegable que hemos avanzado en visibiliza­r una problemáti­ca que afecta a más de la mitad de la población en el país, y en la búsqueda de soluciones tangibles que les garantice una vida digna.

Ahora, es posible ver más mujeres en medios de comunicaci­ón, en posiciones de liderazgo y en puestos de toma de decisiones. Sin embargo, esto no ha garantizad­o que el camino para todas las mujeres sea igual de fácil, porque hay aún muchas mujeres que no pueden alcanzar estos espacios y no pueden ostentar posiciones de liderazgo porque tienen otras brechas en el camino. Para las mujeres racializad­as, de la comunidad LGTBIQ+ o para las mujeres con discapacid­ad, el camino tiene más obstáculos, y necesitamo­s garantizar que estas mujeres también estén presentes en estos espacios para poder hablar de reales avances.

La igualdad de género no puede alcanzarse si no se eliminan las demás desigualda­des que atraviesan la vida de las mujeres, porque estas continuará­n generando diferencia­s visibles que no permitirán que todas vivan en condicione­s de igualdad. Cuando pensamos en la desigualda­d de género, no olvidemos que para algunas mujeres el techo de cristal está mucho más lejos.

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