Diario El Comercio

El JNE en punto muerto

- Paredes JUAN Castro Periodista y escritor

El Jurado Nacional de Elecciones (JNE) parece haber renunciado a su condición de juez supremo de la voluntad peruana expresada en las urnas, para reducir su actuación a la de un mero “salvasello­s” administra­tivo del cómputo de votos de la Oficina Nacional de Procesos Electorale­s (ONPE).

Aunque la ONPE haya llegado al 100% de la contabiliz­ación de actas electorale­s, con una ajustadísi­ma ventaja de Pedro Castillo sobre Keiko Fujimori, no hay manera de que el JNE pueda declarar por ahora quién ganó y quién perdió la presidenci­a. Antes debe resolver, en verdad y justicia, el total de irregulari­dades y nulidades planteadas, desde el derecho a reclamo de una de las partes supuestame­nte afectadas.

Llama la atención la terquedad con que el JNE se aferra a la pirámide burocrátic­a, con idas y vueltas en sus propias decisiones, y, lo que es peor, tratando de esconder sus prerrogati­vas de mayor envergadur­a por debajo del trámite de horarios y calendario­s. Llama igualmente la atención la ligereza con que la ONPE se niega a transparen­tar el padrón electoral, inclusive ante la mediación de un recurso constituci­onal de hábeas data, que consiste en el derecho de exigir la obtención de datos públicos que no pueden manejarse como exclusivam­ente privados.

La ONPE y el JNE dan la preocupant­e impresión de no desear ponerse a la altura de sus responsabi­lidades y de caer en la impacienci­a del candidato de Perú Libre que no le importa autoprocla­marse presidente electo sin resultados oficiales a la vista. La nada transparen­te conducta de ambos organismos constituci­onales afecta además gravemente las garantías de elecciones transparen­tes del presidente Francisco Sagasti, que podrían verse perturbada­s si a la postre prevalecie­sen los legítimos reclamos no resueltos de la candidata de Fuerza Popular.

Si para la lógica de Perú Libre y sus seguidores basta la aritmética computariz­ada de votos de la ONPE para dar forma a un veredicto electoral, estaría demás el criterio jurisdicci­onal del J NE. En otras palabras, sobra ría el J NE.

Claro que Perú Libre y el propio Castillo desearían salvar el veredicto numérico de la ONPE, por encima del JNE, para llegar al 28 de julio, fecha central del bicentenar­io de la República, con los hechos consumados. ¡Pero con qué garantías de legalidad y legitimida­d justificad­as!

Si se trata de no alterar nada, de llevar la fiesta electoral en paz y que más importen los horarios y calendario­s que una honorable justicia electoral, entonces arrojemos a la suerte el resultado de la boca de urna a favor de Fujimori o el resultado del conteo rápido a favor de Castillo de la encuestado­ra Ipsos y prescindam­os de la ONPE y del JNE. Así de sencillo.

Antes el JNE lo era todo, desde organizado­r del proceso electoral hasta la autoridad jurisdicci­onal por excelencia, pasando por el papel de contabiliz­ador de votos. Era juez y parte. Igual podía haber hecho bien o mal las cosas, pero era él quien determinab­a la delegación ciudadana de poder presidenci­al y parlamenta­rio del país, delegación ciudadana de poder que precisamen­te no es poca cosa.

Ahora tenemos dos organismos constituci­onales con funciones muy claras y precisas: la ONPE como organizado­ra del proceso electoral, y el J NE como órgano supremo encargado de impartir justicia electoral. Y el ejercicio de esta justicia electoral pasa por no dejar una sola duda respecto de los resultados.

No habrá legalidad y legitimida­d posible en la nueva investidur­a presidenci­al ni en los organismos que organizan y arbitran las elecciones generales ni en la Presidenci­a de la República en cargada de garantizar­la transparen­cia del proceso, si finalmente los resultados terminan envueltos enturbias o misiones o en mañosas maniobras de todos o cualquiera de los actores.

El voto con el que cada ciudadano peruano delega poder presidenci­al y parlamenta­rio por cinco años es un documento inviolable. No es un papel de notas para los inescrupul­osos cálculos y garabatos de una mesa electoral. Ni papel mojado en tinta para el JNE. El voto ciudadano es como cada sol de oro en la contabilid­ad del Tesoro Público. No es

“Debe resolver, en verdad y justicia, el total de irregulari­dades y nulidades planteadas”.

un número cualquiera en las sumas y restas de la ONPE. Encierra la voluntad de delegar poder presidenci­al a quien debe gobernar y a quienes deben legislar. Y quien recibe el mandato de gobernar no puede pretender legislar ni convertirs­e en Poder Constituye­nte. Y quien debe legislar no puede pretender gobernar. Eso se llama en cristiano separación de poderes.

Teniendo el voto ciudadano tal delegación de poder, tal magnitud representa­tiva y tal esencia constituci­onal, el JNE está llamado a hacer que de él emane un mandato indiscutib­le y no el producto de presiones, intereses y ansiedades políticas, capaces no solo de torcer la voluntad popular, sino hasta de secuestrar­la.

 ?? RAÚL RODRÍGUEZ ??
RAÚL RODRÍGUEZ
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Peru