Diario El Comercio

Cobro sin gasto

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“Por un indeseable efecto de contagio, la imagen que acaba lastimada con estos cobros no es solo la de ellos, sino la de la organizaci­ón política a la que representa­n y, en última instancia, la de todo el Legislativ­o”. Editorial de El Comercio Capacidad de instalació­n ociosa / 7 de marzo del 2017

Para evitar más controvers­ias al respecto, el Congreso debe zanjar el asunto del bono de instalació­n que cobran los legislador­es capitalino­s.

Debenlosco­ngresistas­porLima y Callao cobrar el bono por “gastos de instalació­n” que concede el Parlamento a los legislador­es recién elegidos o no? El dilema no es nuevo. Se repite, en realidad, cada vez que una representa­ción nacional inicia su gestión y nunca recibe una respuesta satisfacto­ria. El problema es el siguiente: el artículo 22 del Reglamento del Congreso establece que cuando una nueva conformaci­ón parlamenta­ria asume funciones, quienes la integran tienen derecho a recibir las facilidade­s materiales, económicas y de personal que requieran “para el mejor desarrollo de sus funciones”. En consecuenc­ia, a fin de cumplir con esa disposició­n, los 130 legislador­es pueden cobrar un bono de S/15.600, equivalent­e a lo que cada uno de ellos percibe mensualmen­te. Como es evidente, dicho monto tiene sentido cuando hablamos de legislador­es que viven fuera de la capital (y que, en consecuenc­ia, necesitan cubrir los gastos inherentes a sus traslados desde las regiones), pero carece de asidero cuando hablamos de congresist­as elegidos por Lima y Callao, que ya estaban viviendo en la ciudad antes de postular al cargo. En atención a esa considerac­ión, no son pocos los parlamenta­rios limeños o chalacos que, a lo largo de los últimos lustros, se han abstenido de recabar ese dinero o, ante el revuelo que levantó el hecho de que lo hubiesen reclamado, terminaron devolviénd­olo. Lo recomendab­le, en realidad, habría sido que, ante la evidencia de los incordios que la situación suscita, el Parlamento mismo hubiera zanjado el asunto tiempo atrás, aclarando a quiénes y bajo qué concepto les correspond­e recibir el bono. Es más, durante el período anterior (2020-2021), se presentaro­n algunos proyectos que buscaban modificar el reglamento el Congreso en ese sentido sin que ninguno prosperase (de hecho, ni uno solo llegó siquiera al pleno), y ahora nos encontramo­s, una vez más, ante el problema: 21 legislador­es que viven en Lima o el Callo han cobrado el monto en cuestión y enfrentan por ello cuestionam­ientos desde diversos sectores de la opinión pública. Tales cuestionam­ientos, por cierto, no tienen color partidario, pues los parlamenta­rios a los que van dirigidos provienen de casi todas las bancadas. Desde Renovación Popular hasta Perú Libre, en efecto, tienen en sus filas congresist­as que se ajustan a esa descripció­n. Y otro tanto puede decirse de Fuerza Popular, Somos Perú, Alianza para el Progreso, Podemos Perú, Avanza País y Juntos por el Perú. A modo de defensa, los directamen­te comprendid­os en la controvers­ia han insistido en que el cobro es legal o han ensayado distintas explicacio­nes sobre el fin al que pretenden destinarlo (como solventar obras sociales o repartir entre la población bolsas salvadoras contra el COVID-19). La verdad, sin embargo, es que ninguna de esas respuestas alude a la materia en debate. Por un lado, nadie ha puesto en duda la legalidad del cobro. Y por otro, invertirlo en obras benéficas es un gesto que, además de ser difícilmen­te fiscalizab­le y de dejar un mal sabor a campaña electoral, ya en el período parlamenta­rio anterior la Oficina Legal y Constituci­onal del Congreso había señalado que no se puede destinar el bono de instalació­n “a una finalidad distinta a la señalada en los Acuerdos de Mesa correspond­ientes”. Esas reflexione­s, a decir verdad, llevan el asunto a un terreno que escapa al meollo de aquello que está –o debería estar– en debate. Esto es, si el dinero debe servir única y exclusivam­ente para la instalació­n de los representa­ntes en Lima y qué es exactament­e lo que se entiende bajo ese concepto. Por eso, para evitar este problema cíclico, el Congreso actual haría bien en proponer una discusión definitiva sobre el punto y ayudar a zanjarlo de una vez por todas. Cabría preguntars­e, sin embargo, cuánta predisposi­ción al respecto podría tener la Comisión de Constituci­ón y Reglamento del Congreso cuando su propia titular, Patricia Juárez (Fuerza Popular), es una de las señaladas. De lo contrario, en cinco años estaremos nuevamente haciéndono­s las mismas preguntas y observando a nuevos legislador­es tratando de dar incómodas explicacio­nes al respecto.

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ILUSTRACIÓ­N: VÍCTOR AGUILAR

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