Una sátira de las teorías de conspiración
Del terraplanismo a los reptilianos, la serie animada de Netflix parodia algunas creencias extravagantes típicas del mundo actual.
La profusión de ‘fake news’ y la llamada posverdad parecen vivir su momento álgido. Hay mentiras que aparentan ser verdades, pero también muchas otras que, aunque suenen inverosímiles, han ido calando hondo en las mentes y las emociones de buena parte de la población mundial.
Nos referimos a las teorías conspirativas, que cunden con la capacidad contagiosa de un virus al punto de convertirse en una forma particular de pandemia. Hay de todo, como en botica: desde los antivacunas que creen que la supuesta inmuniza
ción es un plan de control social (no es difícil cruzarse con uno en estos tiempos), hasta los convencidos de que quienes dominan el orden mundial son los reptilianos, quienes afirman que la llegada a la Luna fue una puesta en escena hecha en la Tierra, negacionistas del cambio climático, terraplanistas de toda laya, etc.
¿No es material suficiente y maravilloso para adaptarlo a una ficción? Pues sí, y de eso se ha encargado “Trabajo incógnito” (“Inside Job”), serie animada de Netflix que, como no podía ser de otra manera, apela al tono absurdo y desquiciado para contar la historia de una organización gubernamental, Cognito Inc., que se dedica ocultar todas las teorías de conspiración del mundo, pues resulta que estas son reales.
—Mentiras verdaderas—
Como una forma de darles la razón a los “conspiranoicos” habituales, “Trabajo incógnito” recurre a un humor bastante ácido y por momentos llanamente surrealista: la protagoniza la científica Reagan Ridley (con la voz de Lizzy Kaplan) y su padre Rand Ridley (Christian Slater), un tipo alcohólico y algo tronado, que comienza a ventilar las oscuras verdades del mundo.
Con una animación más bien parecida a “Futurama”, “Trabajo incógnito” se caracteriza por un guion frenético y repleto de referencias a la cultura de este siglo XXI. “Yo inventé las selfis para que el país se vigile solo”, dice uno de los personajes, en el colmo de la paranoia, mientras en otro momento es capaz de juntar en una misma línea a dos Kim: Kim Kardashian y Kim Jong-un. Así de caótica y exagerada.
Aunque disparatada, desordenada y por momentos grotesca, la serie logra imponer su discurso gracias a que los sujetos que parodia también traspasan esas fronteras de la sensatez. Y frente a tamaños delirios, ¿cómo no recurrir a la burla como mecanismo de restablecimiento de la realidad?
La ficción está plagada de referencias a la cultura del siglo XXI.