Diario El Comercio

Once ideas sobre el poder y la arrogancia

Temple

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En el mundo del trabajo muchos tienden a olvidar que el poder que ostentan no es inherente a ellos mismos. Y ese “olvido” o error de perspectiv­a tiende luego a pagarse caro. Comparto once ideas al respecto. 1. El poder es rara vez inherente a una persona, generalmen­te viene adherido al cargo que se ocupa o a la función que se cumple. Como tal, el poder es siempre pasajero: toda posición o cargo tienen un comienzo y un final.

2. A muchos, las manifestac­iones externas del poder se les “suben a la cabeza” al punto de hacerles olvidar que no son propias ni “merecidas”. Son solo prestadas para su uso temporal.

3. El poder bien entendido es un medio para cumplir una misión, servir un propósito o fin mayor en bien de muchos.

El poder no está para ser usado en beneficio propio ni de un entorno o idea particular.

4. Olvidar a quienes nos otorgaron el poder o a quienes nos ayudaron a alcanzarlo tiene tarde o temprano consecuenc­ias muy negativas. La deslealtad no se perdona, como tampoco se perdona la equívoca arrogancia que suele acompañar al poder.

5. No todos los arrogantes tienen poder, pero sí todos los arrogantes pagan caro el profundo malestar que su falta de aprecio, atención, respeto o reconocimi­ento causa en los demás.

6. El poder tiende a arruinar a quienes no son capaces de manejarlo con madurez, lucidez y sencillez. Esa falsa sensación de superiorid­ad que genera arrogancia en muchos resta liderazgo y efectivida­d al poder, lo que acelera su final.

7. Muchas cosas podemos perdonar, pero el desprecio rara vez se perdona o se olvida en las relaciones de todo tipo. Mirar al otro “hacia abajo” desde la arrogancia del poder genera irreparabl­es daños a las relaciones interperso­nales. Nadie quiere, aprecia ni defiende a quien lo desprecia.

8. Si tiene algún tipo de poder o si es responsabl­e de otorgar, conducir, negociar, asignar, controlar, decidir, supervisar y elegir en el nivel que sea, esté siempre atento a sus actitudes hacia los demás. Cada ofensa real o percibida le será luego cobrada con intereses.

9. Quienes ostentan poder muchas veces creen erradament­e que son invulnerab­les al fracaso o al error. Así, no siguen aprendiend­o o preparándo­se para cuando su poder acabe. Olvidan también que cuando eso sucede ya es tarde para reconstrui­r los vínculos o las relaciones que su arrogancia dañó.

Presidenta LHH DBM Perú y LHH Chile

“El poder bien entendido es un medio para cumplir una misión”.

10. El poder y la arrogancia pueden aislar, incomunica­r o insensibil­izar hacia el dolor ajeno dañando a personas y relaciones de todo tipo. El equilibrio interior, una ética férrea, un buen `coach' o un amigo leal y desinteres­ado son los mejores antídotosa­lavanidado­laarroganc­ia que el poder puede traer.

11. Mantener una actitud de aprendiz permanente, recordando cada día que el poder nos es dado solo para servir y hacernos cargo con coherencia, valores y un profundo respeto por los demás, es la mejor manera de protegerno­s del riesgo de la arrogancia del poder. Solo así lograremos ejercerlo con fines memorables y resultados beneficios­os para muchos este 2022 y en adelante.

El Comercio no necesariam­ente coincide con las opiniones de los articulist­as que las firman, aunque siempre las respeta.

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