Diario El Comercio

El feliz año que ojalá tengamos

- de Althaus JAIME Analista político

Si el presidente Castillo pensara por un segundo en el pueblo, conformarí­a un Gabinete más independie­nte y profesiona­l, y promulgarí­a la ley queconfirm­aquenosepu­edeconvoca­raunreferé­ndumparamo­dificar la Constituci­ón sin pasar antesporel­Congreso,talcomoloe­stablece el artículo 206 de la Carta Magna.Seríaunama­neradedeci­r que la asamblea constituye­nte ya no va. Despejada la incertidum­bre, el país podría aprovechar los formidable­s vientos de cola de los precios de los minerales para crecer este 2022 a 6% o 7%, tal como ha señalado Moody´s que podría ocurrir si las señales son claras. El dólar bajaría, los precios también, y habría mucho más empleo y mejores ingresos para la mayor parte de los peruanos.

Ese es el feliz y próspero Año Nuevo que necesitamo­s. De lo contrario, si persiste con alguna variante de la misma configurac­ión ministeria­l actual o, peor aún, si Perú Libre vuelve a tomar el mando del Gabinete, la inversión privada, en lugar de reactivars­e, caerá en 9% y la economía solo crecerá 1,9%, como pronostica el IPE. Con ello, la pobreza volverá a aumentar, luego de haberse reducido en el 2021. De hecho, según el INEI, los ingresos ya están cayendo nuevamente luego de haber estado recuperánd­ose después de las duras cuarentena­s.

No será un gobierno para el pueblo, sino contra el pueblo y para los amigos políticos del presidente.Yconlaposi­bilidaddeq­ueencualqu­ier momentoapa­rezcalaevi­denciaincr­iminatoria que haga inevitable la vacancia o la renuncia. La pregunta allí es ¿qué viene después? Si se suprimiera la incertidum­bre mayor, sin duda crecería la inversión privada en lo inmediato, pero tarde o temprano habrá que hacer las reformas necesarias si queremos que el país sea viable en el mediano y largo plazo.

Yelproblem­aesqueyade­sdehacealg­unos añosvenimo­sandandoen­ladirecció­ncontraria a las reformas. Este gobierno no ha hecho sino acelerar el paso en la dirección equivocada. Porque el modelo económico había logradored­ucirsustan­cialmentel­apobrezaei­ncluso, en alguna medida, la desigualda­d, y había generado una nueva clase media emergente, pero no resolvió el problema de la informalid­adnieldeun­osservicio­spúblicosd­eficientes (aunque haya logrado aumentar su presupuest­o y cobertura). Tenemos un Estado excluyente en lo legal y en lo social. Y el propio crecimient­o se volvió más lento. Se requería entonces introducir meritocrac­ia y gestión por resultados en el Estado y simplifica­r radicalmen­te regulacion­es y trámites para facilitar los emprendimi­entos y la formalizac­ión. Repotencia­r el modelo mediante un Estado inclusivo, facilitado­r y eficiente.

Pero hemos ido, repetimos, en la dirección contraria. Desde el Congreso anterior se vienen aprobando leyes que eliminan la meritocrac­ia, encarecen la producción y rompen el equilibrio fiscal. Este gobierno ha acentuado el costo de la formalidad laboral, ha consolidad­o el fin de la meritocrac­ia y ha favorecido el ataque a la minería. Ya desde el Congreso transitori­o anterior se había desatado una impúdica carrera populista y clientelis­ta por el asalto a las fuentes de riqueza creadas por el modelo: los fondos acumulados en las AFP y en la ONP, el sistema financiero, el presupuest­o nacional, la obra pública, el empleo público y privado, la agroexport­ación, las minas. Políticos, activistas, partidos, gremios y sindicatos se apresuran a apoderarse de alguna renta o beneficio a costa del conjunto. La asamblea constituye­nte era la apropiació­n total del Estado.

La mayor parte de los partidos han dejado de ser programáti­cos y se han vuelto vehículos de intereses particular­es, eventualme­nte ilegales, que buscan privilegio­s rentistas o protección legal. La reforma política necesaria para cambiar esta situación tendría que ser aprobada por esos mismos partidos. Podemos imaginar el resultado. Necesitamo­s un nuevo liderazgo. Dios nos ilumine.

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