Diario El Comercio

“¡Es la economía, estúpido!”

- MARIA CECILIA Villegas Autora del libro “La verdad de una mentira”

El título de esta columna se convirtió en el mantra de la campaña de Bill Clinton en 1992, cuando le arrebató la reelección a George Bush padre. James Carville, asesor del entonces candidato presidenci­al, se hizo famoso al insistir en que la economía era el principal problema que enfrentaba el electorado estadounid­ense y, por ello, si se centraban en temas económicos, lograrían ganar la elección y llegar a la Casa Blanca. No se equivocó.

Si bien es cierto que la economía se ha recuperado mejor de lo que se esperaba luego del desastre que significar­on las medidas adoptadas por el gobierno de Martín Vizcarra para enfrentar la pandemia, esto no es más que un rebote. Se espera que el 2022 sea un año difícil en términos económicos, principalm­ente por la inestabili­dad que genera el gobierno de Pedro Castillo. La falta de transparen­cia en el manejo fiscal viene siendo advertida desde hace varios meses por el Consejo Fiscal. Y, sin embargo, el gobierno insiste en autorizar mayor gasto público a través de decretos de urgencia, que no cumplen con los requisitos de imprevisib­ilidad o excepciona­lidad establecid­os por ley. El gobierno reparte bonos sin fiscalizac­ión y con absoluta oscuridad. Es urgente establecer un nuevo marco fiscal de mediano plazo; esto es, las reglas y límites que deben seguir los poderes del Estado en el manejo de las cuentas fiscales. Y pese a los constantes cuestionam­ientos al Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), nada le quita la sonrisita socarrona al ministro de Economía. O él sabe algo que el resto de economista­s del país no sabe o nos está llevando al despeñader­o sin un ápice de remordimie­nto.

La inestabili­dad generada por el gobierno, a través de la afectación de los intereses de las empresas privadas, ha generado que el BCR estime que el crecimient­o de inversión privada para el 2022 será de 0%. No habrá nueva inversión privada y, con ello, no se generarán nuevos puestos de trabajo. Y es lamentable, más aún cuando consideram­os que el escenario internacio­nal es altamente favorable a la economía peruana. Con las políticas adecuadas, el Perú debería crecer muy por encima del mediocre 3,2% estimado para el 2022. Y este debería ser el objetivo del gobierno. Sobre todo si consideram­os que, como todo gobierno de izquierda, el de Pedro Castillo quiere implementa­r políticas redistribu­tivas. Pero siguen sin entender que sin inversión privada que genere riqueza y crecimient­o económico y, por lo tanto, mayores ingresos para el sector público a través del pago de impuestos, no les será posible. Para lograr mantenerse en el poder necesitan liquidez que financie sus políticas de bonos. Sin mayores ingresos, el MEF deberá endeudarse. Y aquí surge la urgencia de determinar el nivel de endeudamie­nto público; esto es, los límites de deuda que puede adquirir el gobierno.

Para los peruanos de a pie, las cifras muchas veces no dicen nada. Pero es importante entender, por ejemplo, qué significa que la inflación haya llegado en agosto a 5,66% y que el riesgo de inflación para este año se mantenga al alza. La inflación se refleja directamen­te en el bienestar de los ciudadanos. A mayor inflación, los precios de la gasolina, del transporte, de los alimentos y de los servicios son más altos, y, por lo tanto, los sueldos de los peruanos compran cada día menos. La inflación afecta en mayor medida a los más pobres del país, haciéndolo­s más pobres cada día. Y nada atenta más contra la satisfacci­ón de los ciudadanos, la democracia, el sistema político y el gobierno que una mala situación económica.

¿Quién asumirá el costo por la responsabi­lidad de las malas decisiones del gobierno? Y es que no serán Pedro Castillo, Mirtha Vásquez o Pedro Francke quienes paguen las cuentas. Como con toda inversión pública, seremoslos­peruanosqu­ienesdeber­emospagar de nuestro bolsillo las consecuenc­ias de haber elegido –nuevamente– un mal gobierno.

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