El flamante rey ante el reto de mantener unida a la Mancomunidad
El sucesor de Isabel II es también reconocido como jefe de Estado por varios países, pero siguiendo el ejemplo de Barbados algunos podrían tender a la separación.
Cuando Isabel II llegó al trono, en 1952, era la máxima autoridad de 32 naciones. Su hijo, el nuevo rey Carlos III, hereda solo la jefatura de Estado en 15 países, incluidos Australia y Canadá, y afronta el reto de preservar las cenizas del Imperio británico y la influencia global del Reino Unido.
La popularidad de la monarquía se mantiene sólida en suelo británico, pero los movimientos republicanos han ganado impulso en las últimas décadas en numerosos países y territorios de ultramar que son parte de la Commonwealth o Mancomunidad de Naciones, donde ha ido perdiendo cierto peso el rol de la institución.
La relación con las otrora colonias caribeñas es cada vez más tensa y el pasado esclavista del Reino Unido ha empañado las relaciones con algunas de ellas.
En Canadá, donde existe cierto sentimiento republicano, aunque sin organización política, y en Australia, que en 1999 celebró un referéndum que ganó la monarquía con el 55% de los votos, el cambio de monarca puede reabrir el debate.
Anthony Albanese, primer ministro australiano desde mayo de este año, ha declarado hace poco: “La república será una realidad”.
–Agitación en el Caribe–
Un país del Caribe ya transitó ese camino, como recuerda el internacionalista Francisco Belaunde: “Hace menos de un año Barbados dejó de tener a Isabel II como jefa de Estado y se convirtió en una república”.
El Reino Unido intentó evitarlo y envió a Guillermo y Catalina, acaso los miembros más carismáticos de la corona, en una visita diplomática. La gira, sin embargo, fue calificada de “desastre de relaciones públicas” en la prensa británica, según consigna la agencia Efe.
Todavía como príncipe, Carlos asistió en noviembre del 2021 a la ceremonia en la que Barbados pasó a ser una república y, aunque transmitió sus más cálidos deseos de paz y prosperidad al nuevo gobierno independiente, el Palacio de Buckingham comenzó a diseñar una estrategia para tratar de evitar que se extienda el ejemplo.
“Ahora le toca a Carlos III jugar su partido. No va a resultar fácil porque existen movimientos republicanos que podrían amplificarse con la muerte de la reina”, avizora Belaunde.