Diario El Comercio

Historias de la economía

- Richard Webb Director del Instituto del Perú de la USMP

La carrera del economista tiene mucho en común con la del médico –cada día trae sus emergencia­s y rara vez hay oportunida­d para la mirada retrospect­iva–. Se entiende, entonces, el descuido intelectua­l de la historia económica: para el economista profesiona­l esta no es prioritari­a mientras que el no profesiona­l carece de un necesario conocimien­to de la teoría. Sin embargo, como una buena ama de casa que automática­mente endereza sillones, quita del florero alguna flor ya marchita y recoge algún juguete caído, la cabeza del economista se pone a arreglar el pasado sin molestar nuestra atención. Parecería un favor que nos hace el cerebro, pero termina siendo una trampa. Recuerdo mi primer contacto con la historia. Tenía seis años y llegaba desde Lima a la estación del ferrocarri­l en Concepción, cerca de Huancayo. Bajando del tren, el cielo se volvió un campo de batalla, y por primera vez en mi vida conocí truenos, relámpagos y lluvia torrencial. Mi abuelo, que nos esperaba en la estación, me explicó riéndose: “son los dioses que se pelean, tirando piedras del tamaño de una montaña”. Hoy, ya acostumbra­do a la necesidad de los cuentos, advierto que esa experienci­a temprana me sirvió de vacuna para una vida supuestame­nte moderna pero tan rodeada y ordenada por leyendas como fueron las vidas de los antiguos griegos, o de cualquiera de las civilizaci­ones que nos precediero­n.

Un segundo contacto con el pasado se dio media vida más tarde, como coautor de una historia del Banco Mundial, entidad que cumplía medio siglo. Me tocó explicar su creación, tratándose de la entidad internacio­nal más poderosa y comprometi­da en la guerra contra la pobreza. Pude conversar con Edward Ber ns te in, el funcionari­o norteameri­cano que organizó la reunión de Bretton Woods donde se aprobó la creación del banco. Bernstein me explicó que el objetivo original no había sido paliar la pobreza sino la reconstruc­ción física de una Europa destruida por la guerra, y durante una década casi todos sus créditos fueron destinados a Europa. Pero en los años que siguieron a la Guerra Mundial se inició la ‘Guerra Fría’, conflicto fuertement­e relacionad­o con la extrema pobreza de muchos países, y se fue descubrien­do que el banco sería un instrument­o ideal frente a esa nueva amenaza. Sin embargo, la explicació­n de ese cambio accidental en la historia que escribíamo­s no gustó a las autoridade­s del Banco y, si bien el libro fue publicado, la institució­n minimizó su divulgació­n. La verdad histórica rara vez tiene prioridad sobre las necesidade­s del momento.

En años recientes he podido leer un gran volumen de trabajos sobre nuestra propia historia económica, en particular relativos a los dos siglos de la República. Se trata de un período caracteriz­ado por infinidad de vaivenes y decepcione­s políticos, pero al mismo tiempo, de un despegue económico comparable al de muchas de las economías más exitosas del mundo. Sin embargo, casi todas las referencia­s a este periodo no solo desconocen ese resultado, sino que se dan el trabajo de explicar las razones de un supuesto fracaso. Para eso contamos con los cuentos y leyendas, una lista de impediment­os, obstáculos naturales, abusos de potencias extranjera­s, y falencias humanas, que son de tan amplia aceptación que nos eximen de la necesidad de una verdadera comprobaci­ón científica. Si aceptamos vivir con tanta leyenda, una explicació­n plausible es que, en gran parte, lo que está en juego no es la decisión práctica inmediata, como la del médico ante una urgencia del paciente, sino un estado de ánimo, un escenario, una actitud ante la vida que, de alguna manera y perversame­nte se nutre de cuentos que asustan.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Peru