Diario El Comercio

Tengo que dejar de hablar de todo

- Adolfo Zableh Durán Diario “El Tiempo” de Colombia, GDA

Me encontré con una amiga en el supermerca­do y empezamos a hablar de cómo en ocasiones teníamos que sacrificar nuestros sueños para poder sobrevivir en un sistema cada vez más hostil. Como nos conocemos hace años y me sentía en confianza, le dije que estaba pensando en suicidarme, pero al ver su cara de ‘yo solo quiero hacer mis compras e irme para la casa’, me sentí en la obligación de explicarme.

Le aclaré que lo que quería decir es que sentía que tenía un objetivo en la vida y que, una vez lo cumpliera, no le encontraba sentido a estar acá. La idea que tengo es escribir cinco libros. Una vez lo logre, no sé qué voy a hacer porque escribir es lo que me motiva a levantarme en la mañana.

Sea lo que sea que esté haciendo dentro de una década, tiene que ser algo motivador. No le veo sentido a sobrevivir años para trabajar de lunes a viernes en algo que solo reporte ingresos, descansar los fines de semana, ver fútbol en TV, comer comida prefabrica­da, usar ropa desechable y quejarme de lo caro que está todo.

La idea de matarme es nueva y no creo que esté en mí, la adquirí cuando supe que un escritor había comprado un arma al enviudar a los 70 años y que la había usado a los 89, cuando hasta respirar representa­ba una tortura. Es decir, lo suyo fue una decisión práctica y me pareció una manera digna de partir. Yo quisiera irme así, decidiendo el cómo y el cuándo, y no esperando a que a la muerte se le antoje visitarme. Claro, una cosa es pensarlo ahora, y otra, tener el temple llegado el momento. Hablar, se sabe, siempre ha sido fácil.

Tengo que dejar de hablar de todo lo que se me cruza por la cabeza, en especial del suicidio porque alarma a la gente y la hace sentir incómoda. Además, no es tan literal como suena. A mí vivir no me pesa y me gustaría estar acá el mayor tiempo posible. Y aunque no lo descarto en un futuro, hasta ahora no me he sentido tentado a quitarme la vida; si lo considero es porque obedece más a una sensación momentánea que a un deseo perenne. La vida es tolerable porque ocurre a pedazos, decía un escritor. Así, puedo soportar escribir todos los días de mi vida si los visualizo uno a uno. En cambio, si calculo que me quedan unos treinta años e imagino que todo ese tiempo se lo voy a dedicar a la escritura, se me quitan las ganas de todo. Vistos así en montonera, 11 mil días son una carga imposible de llevar para cualquiera.

–Glosado y editado–

“La idea que tengo es escribir cinco libros. Una vez lo logre, no sé qué voy a hacer”.

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