Diario El Comercio

Populismo y fascismo

- Tanaka MARTÍN Profesor principal en la PUCP e investigad­or en el IEP

En los últimos años, en todo el mundo, discutimos con preocupaci­ón sobre la creciente relevancia política del populismo como forma de acción política y también la de posturas de extrema derecha con tintes fascistas. En América Latina y en nuestro país ya hablamos hace un buen tiempo de la vuelta de nuevas formas de populismo, y también de la representa­ción política de una derecha radical. Peor todavía, ya empezamos a hablar de las posibilida­des de movimiento­s de claras orientacio­nes fascistas. En ocasiones, cuando nos quejamos de lo mal que funcionan algunas cosas en nuestro país, no habría que olvidar que siempre se puede estar peor.

¿Es una exageració­n hablar del riesgo del fascismo en nuestro país? Podría responders­e que sí, pero también es cierto que el discurso fascista puede rápida e inesperada­mente “prender” en el sentido común, más todavía en un contexto de desafecció­n institucio­nal generaliza­da, de bajísimas expectativ­as en nuestro liderazgo político y del práctico colapso de nuestro sistema de representa­ción. Además, el discurso fascista se alimenta de desconfian­zas, prejuicios, mentiras y mitos, por lo que es muy difícil debatir con ellos. Tampoco se trata de exagerar, de inflar un fenómeno político y terminar actuando a su favor, pero por lo menos habría que señalar que bajar la guardia y mostrarse ingenuamen­te confiado en que ese tipo de discurso no tiene posibilida­des en nuestro país podría ser algo que lamentemos en el futuro.

Lo que tenemos ya plenamente instalado en nuestro país es una suerte de reaparició­n de un sentido común populista, que parecía curiosamen­te lejano. En medio del “giro a la izquierda” regional (gruesament­e hablando, entre la elección de Hugo Chávez en 1998 y la caída de Dilma Rousseff en el 2016), dentro del cual resurgió también con fuerza una prédica populista, el Perú parecía una excepción. Caído el fujimorism­o, ejemplo emblemátic­o del “neopopulis­mo” de la década de los años 90, el Perú parecía marcado por preferenci­as centristas en los electores, por el mantenimie­nto de mínimos equilibrio­s institucio­nales entre las élites políticas, y por cierta legitimida­d y continuida­d de un sentido común orientado hacia el mercado, monitoread­o por tecnócrata­s. Desde el 2016, se ha generaliza­do el rechazo al conocimien­to experto, se ha privilegia­do la apelación al conocimien­to y la vivencia práctica por encima del “de escritorio”, la eficacia frente a los procedimie­ntos, el recurso de invocar la defensa de los intereses, tradicione­s, visiones, costumbres populares en contraposi­ción a los de las élites, extranjeri­zantes, ajenas, impostadas, mezquinas, por lo que no habría que oír sus consejos, propuestas, críticas o advertenci­as.

Estas coordenada­s discursiva­s se han ido extendiend­o tanto entre sectores de derecha y de izquierda; una vuelta de tuerca adicional desde el 2021 es un creciente clima de polarizaci­ón y confrontac­ión entre algunos sectores, agresivida­d y violencia verbal, y también muestras públicas de intoleranc­ia, como manifestac­iones para impedir o boicotear presentaci­ones de libros, o en domicilios particular­es de personajes públicos, por ejemplo. La línea que separa estas manifestac­iones del riesgo del fascismo está en el uso de la violencia y del amedrentam­iento físico como herramient­a, así como en la generación de un discurso totalitari­o, que explote y politice sin escrúpulos, como decía anteriorme­nte, los prejuicios, mitos y mentiras que suelen acompañar al discurso fascista.

Decía más arriba que no habría que magnificar, pero tampoco subestimar este desafío. Las fuerzas democrátic­as, en un sentido amplio, de izquierda y de derecha, deberían apelar a las restriccio­nes legales con las que cuenta una democracia para defenderse de fuerzas de rasgos totalitari­os. Y, sobre todo, atender el grave problema de representa­ción que enfrentan algunas regiones y sectores sociales del país. En concreto, por ejemplo, ¿cuál es la oferta de los sectores democrátic­os para el desarrollo del sur andino? Si no existe ninguna oferta, no es de extrañar que los ciudadanos estén en busca de alguna que las fuerzas “del sistema” no le ofrecen. Ese es otro de los retos para los próximos años.

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