Muerta la reina, ¿viva el rey?
Cárdenas Zanatta
La reina Isabel II, fallecida el pasado 8 de setiembre, no solo representaba a la más importante de las monarquías, sino también una época, un referente religioso y un negocio rentable para la economía británica. La reina, además de ser jefa de Estado del Reino Unido, lideraba a los países de la ‘Commonwealth’, una mancomunidad formada por 56 países vinculados históricamente con el imperio británico y que luego de independizarse decidieron pertenecer a esta agrupación como una plataforma de cooperación. En ese sentido, la monarquía también representa un modelo agotado y cuestionado en el mundo y al interior del Reino Unido.
El carisma y la estrategia permitieron a la reina Isabel II ganarse el apoyo de personajes como Winston Churchill y recuperar la popularidad perdida tras los escándalos familiares y mantenerse en el poder en un mundo que, desde el siglo XIX, cuestiona la existencia, pertinencia y legitimidad de las monarquías.
Cuando desaparece un liderazgo carismático, fuerte y popular, difícilmente el sucesor puede mantener intacto el orden prestablecido. El nuevo rey Carlos III no goza de la simpatía general del pueblo británico, ni de la autoridad moral en la mancomunidad de naciones, por lo que las grietas de la monarquía se harán manifiestas en el corto plazo.
La vi s i t a por el Caribe hace algunos meses del príncipe Guillermo y Kate Middl eton ( l a f i gura más popular de la monarquía, después de la reina Isabel II) puso de manifiesto la inconformidad de la población con la figura de la monarquía británica. Antigua y Barbuda, de manera inmediata a la muerte de Isabel II, empezó la preparación de un referéndum para convertirse en una república. Australia, por su parte, ha demostrado varias veces un interés por convertirse en república. Sin embargo, hasta ahora, por respeto al fallecimiento de la reina, no ha querido pronunciarse a favor de algún cambio.
Así las cosas, se entiende que se trate de manejar el reinado de Carlos III como una fase de transición hacia el reinado de Guillermo y Kate, una pareja joven que representa mejor a los tiempos modernos. Creo que no sería raro ver abdicar al nuevo rey en favor de su hijo, con la finalidad de darle oxígeno a la monarquía y desacelerar el irreversible proceso de su reforma o desaparición. Los españoles entendieron la necesidad de modernización y traspasaron dicha encomienda a la joven pareja real de Felipe y Letizia.
Difíciles tiempos vive el Reino Unido, cambios en la jefatura de Estado y en la de Gobierno. Los escándalos políticos, la crisis energética y la inflación son los retos que enfrentarán la nueva primera ministra Liz Truss y el nuevo rey Carlos III.
“Creo que no sería raro ver abdicar al nuevo rey en favor de su hijo”.