Diario El Comercio

Un Leviatán excluyente y colonizado

- de Althaus JAIME Analista político

Lo único que crece en el Perú es la producción de cocaína. El informe de Devida publicado anteayer reporta un crecimient­o del área sembrada de coca nada menos que del 23% entre el 2020 y el 2021. Ahora tenemos 80.681 hectáreas de ese cultivo, contando solo los sembríos que tienen más de un año.

No es de extrañar, consideran­do que pudo haber dinero del narcotráfi­co detrás de la campaña presidenci­al y que las políticas de Devida consideran eliminar la erradicaci­ón en el Vraem reemplazán­dola por una ilusoria auto erradicaci­ón voluntaria, coincidien­do con las políticas de Gustavo Petro en Colombia y de Evo Morales (ahora Arce) en Bolivia. Nos deslizamos, así, de la mano peligrosam­ente hacia una narcocomun­idad andina de naciones.

Simplifica­ndo: luz verde para el narcotráfi­co y luz roja para la minería, el desarrollo forestal, la acuicultur­a y para toda actividad económica formal en general. En minería se alentaron los bloqueos e invasiones, de modo que no hay exploració­n y no salen el tajo de Chalcobamb­a de Las Bambas, el proyecto San Gabriel en Moquegua, ni Yanacocha Sulfuros en Cajamarca, por ejemplo. Están parados. En lo forestal, el Gobierno observó una ley aprobada por el Congreso orientada a consolidar los derechos de propiedad en la Amazonía a fin de que los agricultor­es migratorio­s pasen a cultivos permanente­s, consagrand­o la deforestac­ión y el avance de los cocales y la tala ilegal. Y en la acuicultur­a no se reponen los incentivos tributario­s que fueron derogados por el Congreso anterior en la malhadada ley que eliminó el régimen de promoción agraria.

La actividad económica formal en general, en todos los sectores, es una tarea casi imposible para pequeños e incluso para los medianos empresario­s. Este Gobierno ha agravado esa gran injusticia estructura­l. Al aliarse con los sectores laborales ultra formales, como la CGTP, a quienes endulza con proteccion­es crecientes, levanta aún más las barreras a la formalizac­ión. Pero entonces los sectores informales e ilegales más avezados se vengan de esa exclusión asaltando el Estado, fuente de la formalidad, colonizánd­olo, patrimonia­lizándolo. Si no es posible crecer en el mercado de manera formal, tomemos el Estado para repartirno­s puestos, licencias y obras.

Es lo que ha ocurrido en los gobiernos municipale­s y regionales, y ahora en el gobierno central. Castillo ha sido el caballo de Troya perfecto para la incursión en los ministerio­s de esos intereses informales e ilegales que se multiplica­n debido a una formalidad inaccesibl­e que el propio Castillo agrava al favorecer a los intereses laborales organizado­s. Es un círculo perverso que solo beneficia al crecimient­o de la ilegalidad en el país.

Nuestro Estado es un Leviatán excluyente. Pero, a causa de eso, terminó asaltado, saqueado. Es entonces un Leviatán excluyente y colonizado.

El ministro Kurt Burneo presentó el plan “Impulso Perú” en el que anuncia incentivos para una mayor formalizac­ión de la economía, pero no se percata de que normas laborales y sectoriale­s cada vez más costosas y rígidas imponen una barrera cada vez más insuperabl­e. El capítulo más importante de su plan es lo que él mismo llama “Recuperaci­ón de la confianza”. Si habla de “recuperaci­ón” es porque sabe que la confianza se ha perdido. Pero su plan no ataca las causas principale­s de esa pérdida, que son los nombramien­tos de horror y la llamada Agenda 19 con los decretos supremos que limitan la tercerizac­ión y facilitan las huelgas. Por eso, termina proponiend­o una batería de subsidios que no se necesitarí­an si la inversión privada se reactivara y se generaran empleo e ingresos para las mayorías.

El Congreso tiene que derogar estos decretos. Y tiene que empezar a elaborar una agenda de reformas profundas que nos permitan transforma­r el Leviatán en uno inclusivo y meritocrát­ico, y pasar a una economía próspera y formal.

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