“Escribir es curar tus heridas y obsesiones. Una rehabilitación”
En su segundo libro de cuentos, “Monstruos”, la autora peruana explora rincones oscuros de nuestro ser.
Los once cuentos cortos que componen “Monstruos”, segundo libro de Romina Paredes después de “Famulus” (2020), exploran el lado menos grato de personajes que forman parte de nuestra vida cotidiana: una madre abusiva, un militar, una nadadora, una víctima de abuso, etc. Esa aparente “normalidad”, alterada por situaciones impactantes que la autora narra sin concesiones, es la que nos confronta con algunos de nuestros peores demonios. Y de eso conversamos con Paredes.
—El núcleo familiar es una obsesión en este libro y también en tu libro de cuentos anterior, “Famulus”.
A mí la familia me parece fascinante. Pensemos, por ejemplo, en la familia controversial del Perú, como los Fujimori, o la familia real del Reino Unido, con todos los conflictos en su interior. Las mismas mecánicas de poder que ocurren dentro del ámbito familiar son algo que nunca va a dejar de interesarme.
—¿Entre uno y otro libro dirías que hay una continuidad? ¿O una diferencia marcada?
Yo los siento totalmente distintos. Mi primer libro, “Famulus”, era muy urgente y emocional. Todos los relatos eran una suerte de colección de heridas, cosas que me iban sucediendo y sobre las que sabía que en algún momento escribiría. Entonces esa urgencia estaba muy presente. En este segundo libro siento que hay una separación muy grande porque empecé a escribir las historias en cuarentena. El núcleo de la mayoría de ellas son historias que vi en prensa, noticias, documentales. Hay una distancia allí.
—Hay algunos cuentos que abordan problemas sociales muy específicos, como el de los feminicidios. ¿ Crees que la literatura también puede ser un vehículo de denuncia? ¿O no es tu intención?
Tu pregunta es interesante porque justo cuando estaba en la etapa de edición de los cuentos, me di cuenta de que en algunos de ellos, por ejemplo en “Molka”, estaba muy presente la denuncia. Lo político le estaba ganando a lo literario. Y dije no, acá hay que trabajar más la estética del lenguaje literario para que no se vea, digamos, desbalanceado. Yo creo que la ficción puede ser un mecanismo de denuncia, pero eso no le puede ganar a lo bello ni a lo literario.
—De chica competiste en natación, y es un deporte que está presente en más de un cuento. ¿Por qué?
Yo creo que el deporte de alto rendimiento es una sobreexigencia del cuerpo, te permite hablar del cuerpo
en sí. El cuento “Agua” lo escribí durante las Olimpiadas de Tokio, en el 2021. Me llamó la atención que a veces uno vea a los deportistas como seres heroicos, cuando son personas normales como cualquiera. Para ese relato me basé un poco en la karateca peruana Alexandra Grande, que no tuvo un desempeño como el que se había esperado, y recibió muchos comentarios supernegativos en redes. Eso me impactó tanto que pensé que tenía que escribir al respecto.
—¿Y has pensado en algún tipo de paralelo entre el nado y la escritura? Definitivamente. Siempre se dice que la natación, o el contacto con el agua, es el deporte de los lesionados. Si estás mal de la rodilla o del hombro, te mandan a nadar como parte de tu rehabilitación. Y yo creo que escribir es lo mismo: curar tus heridas, tus obsesiones, ficcionar alrededor de ellas. Es una rehabilitación de alguna manera.