Diario El Comercio

¿La personific­ación de la nación?

- Analista político y socio de la consultora Público JOSÉ CARLOS Requena

El reciente viaje del mandatario Pedro Castillo para participar en la Asamblea General de Naciones Unidas ha vuelto a mostrar las serias limitacion­es del presidente en el más mínimo entendimie­nto de la escena internacio­nal. Resume, además, una mirada llena de desordenad­os lugares comunes y de un uso entusiasta de un espacio foráneo para la menuda agenda local.

¿Era posible esperar algo distinto? La verdad, no. Hay varios indicios que aún desde la campaña lo anunciaban. En el ideario de Perú Libre, que Castillo utilizó como plan de gobierno, se puede leer un acápite referido a la política exterior que parece haber sido redactado por una persona de otra época.

El documento dice: “Los neoliberal­es son enemigos de la integració­n regional de los pueblos y de su desarrollo, saben que de esa forma se impide una inadecuada negociació­n con los países desarrolla­dos y las transnacio­nales. Los neoliberal­es peruanos piensan que la integració­n solo consiste en aumentar el comercio internacio­nal y abrir nuestros mercados”.

Luego, reivindica a mandatario­s de la región (Rafael Correa, Evo Morales, Néstor Kirchner, Cristina Fernández, Lula da Silva, Dilma Rousseff, Fidel Castro, Raúl Castro, Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Manuel Zelaya, Daniel Ortega y Pepe Mujica), que, según el ideario ,“le[ dieron] dignidad al continente ”. Difícil hallar dignidad en lo que hace Ortega con la oposición en su país o en lo que hizo Castro con los disidentes en las décadas que lideró Cuba.

Además, el documento atribuye un rol a Estados Unidos, una potencia que hace mucho tiene seria competenci­a de influencia en la región, otorgándol­e un poder que operaría en el vacío. Para el plan, el país norteameri­cano “diseñó un plan político, jurídico, económico, comercial, financiero, mediático y militar, para la dependenci­a de nuestros países bajo su designio, creando para este fin muchas institucio­nes supranacio­nales aparenteme­nte democrátic­as”.

No estuvo lejos de estos postulados la designació­n del sociólogo Héctor Béjar al frente de Torre Tagle, asunto conocido en la víspera del nombramien­to de Guido Bellido al frente de la PCM. Con mayor elaboració­n y sustento intelectua­l –sin duda–, la mirada de Béjar de la política internacio­nal no está muy lejana de estos postulados. La gestión deBéj ar fue breve.

Le siguió la gestión de Óscar Maúrtua, que puede exhibir como principal mérito la organizaci­ón de la Asamblea General de la OEA en Lima, gestión del equipo diplomátic­o liderado por Harold Forsyth en Washington.

Entre las gestiones 1 y 2 del actual canciller César Landa, se tuvo el paso también breve de Miguel Rodríguez Mackay, lo que grafica una trayectori­a errática, que ojalá haya llegado a su fin. Torre Tagle tiene capital humano de sobra para enfrentar los desórdenes vistos. La cita de octubre debería ser una muestra de estas competenci­as.

La alocución de Castillo en Nueva York tiene como signo distintivo un esfuerzo de Cancillerí­a por contener algunos de los tropiezos de Castillo. Este titular del diario Gestión lo dice con precisión: “Canciller termina traduciend­o discurso de Castillo ante la ONU” (21/9/2022). Castillo aprovechó, además, para defenderse de las amenazas de presuntos golpes de Estado, que atentan “contra la expresión soberana de la voluntad popular”. En su mirada, toda crisis de gobernabil­idad entre poderes debe resolverse “con el diálogo, concertaci­ón y el pleno respeto de los resultados electorale­s”.

La Constituci­ón peruana dice que el presidente personific­a a la nación (artículo 110). En materia exterior, el enunciado parece hacer justicia a la realidad: un país perdido entre el vacío y el convenido mensaje de su jefe del Estado –que utiliza un foro internacio­nal para victimizar­se– y el desinterés casi crónico de su población por mirar más allá de su área chica.

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