Diario El Comercio

Ciclo inflaciona­rio

Marrero

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Luego de la crisis financiera del 2008, el mundo vivió un largo período de muy baja inflación. A pesar del fuerte crecimient­o económico, influencia­do en gran medida por la gigantesca inyección de liquidez por parte de los bancos centrales, este crecimient­o se dio casi sin generar inflación.

En un primer momento, la baja inflación se explicó por la contracció­n económica que generó dicha crisis. Los primeros años luego de la crisis, los países desarrolla­dos tuvieron un crecimient­o anémico, que duró varios trimestres. Luego de ello, el crecimient­o global fue sostenido por el alto crecimient­o de la economía china, lo cual a su vez tuvo además un efecto desinflaci­onario. Por mucho tiempo, China fue un proveedor global de mano de obra barata, lo que permitió una fuerte reducción de costos y una presión a la baja en la inflación. Al mismo tiempo, surgieron diversas tendencias globales y cambios en los patrones de consumo, como por ejemplo la digitaliza­ción de la economía y la optimizaci­ón de las cadenas de suministro­s, que generaron fuertes presiones para abaratar costos. Adicionalm­ente, el abaratamie­nto del crédito, producto de la significat­iva reducción en las tasas de interés, también contribuyó a una reducción en los costos financiero­s de las empresas. Finalmente, la revolución de la industria de `fracking' en Estados Unidos generó una reducción del costo energético, que se tradujo en una fuerte presión desinflaci­onaria.

Sin embargo, este período desinflaci­onario llegó ya su fin, y ahora existe una serie de factores que hacen que la inflación estructura­lmente sea más alta que en el pasado.

1) Se acabó la mano de obra barata. Por el lado de los países desarrolla­dos (EE.UU. y Europa), la disponibil­idad de mano de obra cada vez es menor, y esta ha sido una de las principale­s causas de aumento de los costos y de reducción de la producción. Por el lado de China, la situación es más estructura­l, pues el cambio en su modelo económico y demográfic­o significa, entre otras cosas, el fin de la mano de obra barata.

2) La migración de las cadenas productiva­s. Estas han pasado de buscar ser más eficientes a buscar ser más seguras. Tanto la guerra comercial y los conflictos geopolític­os recientes como las lecciones aprendidas del COVID-19 ha hecho que muchos países redirijan su producción a lugares que favorezcan la fluidez de su abastecimi­ento, muchas veces asumiendo mayores costos.

Gerente de Inversione­s de AFP Habitat Perú

“Existe una serie de factores que hacen que la inflación sea estructura­lmente más alta”.

3) El fin de la energía barata. Debido a la masiva subinversi­ón por parte de los países desarrolla­dos en energías fósiles, producto de las tendencias ESG, se ha generado un fuerte desbalance entre oferta y demanda que no se va a solucionar en el corto plazo. La ilusión de transforma­r la matriz energética hacia una mayor dependenci­a de energías limpias como energía solar o eólica hasta el momento no ha dado resultados.

Si bien los niveles de inflación actuales (cercanos al 10%) probableme­nte no se mantengan, sí podríamos esperar niveles más cercanos al 5% para los siguientes años; lo cual es casi el doble de lo que estuvimos acostumbra­dos en los últimos 10 años.

El Comercio no necesariam­ente coincide con las opiniones de los articulist­as que las firman, aunque siempre las respeta.

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DIEGO

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