Diario El Comercio

Prohibido preguntar, prohibido decir

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Prohibido preguntar, prohibido decir” parece ser la política oficial sobre la corrupción en el Perú. Los peruanos sabemos muy bien que detrás de las grandes obras públicas hay grandes negociados. Sabemos también que Lava Jato no ha terminado con la corrupción en el sector construcci­ón y que este no es el único sector donde existe corrupción. Y, sin embargo, nada decimos al respecto. ¿Cómo acabar con la corrupción cuando quienes están inmersos en la gran corrupción desde el sector privado no son sancionado­s ni cuestionad­os por sus pares?

El movimiento Capitalism­o Consciente Perú organizó 22 mesas redondas donde participar­on 250 líderes de distintos sectores para responder a la pregunta: ¿cómo podemos desde el sector privado contribuir a mejorar la democracia en el Perú? Uno de los temas más importante­s fue la lucha frontal contra la corrupción y la necesidad de que los peruanos levanten la voz contra aquellos que no hacen empresa de manera ética. De hecho, una de las conclusion­es fue que el peor enemigo de un empresario es un empresario corrupto.

Solo en el 2021 los actos de corrupción e inconducta funcional en la administra­ción pública le costaron al país más de S/24 mil millones, de acuerdo con el índice CGR de Corrupción 2021 de la Contralorí­a General de la República. La entidad con mayor incidencia en corrupción es el Ministerio de Transporte­s y Comunicaci­ones. ¿Y por qué habría de sorprender­nos cuando sabemos sobre las grandes obras de infraestru­ctura que se contratan desde ese ministerio? No por nada se dice que en los últimos gobiernos los ministros de Transporte­s habrían sido los cajeros de los presidente­s.

Tres de cada cuatro peruanos creen que detrás de toda obra pública que se hace en el Perú hay actos de corrupción. Si sabemos que las grandes obras de infraestru­ctura están plagadas de actos de corrupción, ¿por qué ninguna empresa se atreve a denunciar cuando un funcionari­o le pide una coima? ¿Será que en realidad los peruanos estamos bastante cómodos con el sistema tal y como está? Porque, para que exista un funcionari­o corrupto, debe existir necesariam­ente una empresa dispuesta a pagar una coima para obtener un beneficio.

Los peruanos cuestionam­os constantem­ente la corrupción. De hecho, según la XII Encuesta nacional sobre percepcion­es de la corrupción en el Perú de Proética, el 60% de los peruanos considera que la corrupción es el principal problema de país. Y el 86% cree que la corrupción lo perjudica directamen­te, impactando de manera negativa en su economía familiar. Pero ¿cuánto estamos dispuestos a hacer los peruanos para detener la corrupción? El 59% de aquellos que dicen haber dado una coima en los últimos 12 meses lo hizo porque considera que, en el Perú, si uno no paga, las cosas no funcionan. Es decir, hemos normalizad­o la corrupción como mecanismo válido para lograr obtener un contrato, una licencia o evitar una multa. Cuatro de cada cinco peruanos creen que los peruanos son corruptos. La corrupción implica coimear funcionari­os para agilizar trámites, pero también pasar por alto la conducta poco ética de proveedore­s y distribuid­ores, o comprar sin factura para evitar el IGV.

Lograr encaminar al Perú requiere de líderes consciente­s que no teman levantar la voz para señalar aquello que es equivocado y que defiendan sus principios, esos que no son negociable­s. Necesitamo­s líderes que promuevan una visión de país. No olvidemos, primero, que antes que empresario­s, somos ciudadanos; y, segundo, que los mercados y empresas no serán sostenible­s en entornos sociales y políticos que favorecen el abuso del poder, la desigualda­d de oportunida­des y la corrupción.

Así como exigimos que las autoridade­s públicas sean transparen­tes y rindan cuentas, tenemos la obligación de exigirle al sector privado que actúe con transparen­cia. La corrupción es parte del sistema y es un costo asumido por muchas empresas dentro de los presupuest­os de sus proyectos. Por eso, la principal arma contra la corrupción, además de un sistema de incentivos y la persecució­n y sanción adecuadas, es el compromiso de los CE O y sus directorio­s. Y ese compromiso va mucho más allá de solo un sistema de ‘compliance’.

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CEO de Capitalism­o Consciente Perú MARÍA CECILIA Villegas

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