Diario El Comercio

Los límites de nuestra descentral­ización (2)

Tanaka

- MARTÍN Profesor principal en la PUCP e investigad­or en el IEP

Comentaba la semana pasada sobre la escasa expectativ­a respecto de las elecciones regionales y municipale­s del próximo 2 de octubre, y que esta se entiende perfectame­nte. El proceso de descentral­ización, que cumple 20 años, parece haberse vaciado de contenido; en este momento, ni los gobiernos regionales, ni los locales, están en condicione­s de atender los problemas que más preocupan a los ciudadanos, y lo que sí pueden hacer responde más a los caprichos o intereses particular­es de la autoridad de turno. Al mismo tiempo, en los últimos años, la políticas ub nacional se ha poblado de liderazgo s que ven en la política una oportunida­d para desarrolla­r sus intereses privados y proyectos personales, con lo que las autoridade­s sub nacionales se han visto seriamente cuestionad­as por escándalos de corrupción y, al mismo tiempo, por la demostraci­ón de clamorosas fallas de eficacia en sus gestiones. Así, estamos atrapados porque, de un lado, el gobierno central queda “muy lejos” de las preocupaci­ones regionales o locales, pero, del otro, desconcent­rar y descentral­izar hacia estos ámbitos parecería un salto al vacío con consecuenc­ias imprevisib­les.

Y es que un eslabón fracturado particular­mente crítico en esta historia es el debilitami­ento no solo de las élites políticas nacionales, sino también de las regionales. Diversos trabajos han documentad­o el debilitami­ento de estas; la otra cara del centralism­o del que adolece nuestro país. El centralism­o implica una distribuci­ón territoria­lmente injusta, pero es causa y consecuenc­ia del debilitami­ento de las élites regionales: no existen en la actualidad ni grandes poderes económicos capaces de levantar grandes propuestas de desarrollo; ni grandes centros de creación intelectua­l capaces de generar nuevas visiones o propuestas de país o, en todo caso, no capaces de competir con las que se producen desde el centro; ni grandes liderazgos políticos capaces de proponer una alternativ­a o recambio para los desprestig­iados liderazgos del centro.

En medio de este vacío, poderes económicos informales y liderazgos políticos precarios y personalis­tas han terminado ocupando el espacio. Nuevamente, no hay razones para extrañarse por el escaso entusiasmo ciudadano.

Frente a este panorama, en el que las poblacione­s más excluidas tienden a sentirse cada vez más fuera del sistema político, la respuesta parece pasar por una aún mayor fragmentac­ión del territorio. Centros poblados y comunidade­s pugnan por convertirs­e en distritos para asegurarse una renta mínima del presupuest­o público, dado que este no sigue una lógica de beneficiar a la población más vulnerable. Con esta lógica, hemos terminado fragmentan­do en extremo nuestra lógica de gobierno y, al compás de esta, hemos hecho más grave el problema de liderazgo y capacidade­s. La realidad es que es imposible tener en todas las regiones, municipios provincial­es y distritale­s, políticos, funcionari­os, profesiona­les, proveedore­s y contratist­as con una mínima solvencia que hagan posible que se lleven acabo gestiones con grados mínimos de eficacia y honestidad. Este es un tema que Jaime de Althaus ha resaltado con acierto en su última columna en este Diario.

Urge repensar la descentral­ización con una lógica que contrarres­te las tendencias que se han establecid­o en los últimos años. Esta elección podría ser el primer paso para la depuración de un número excesivo de partidos nacionales y movimiento­s regionales. Además, deberíamos incentivar, favorecer mecanismos como mancomunid­ades y asociacion­es entre regiones y municipios para poder apuntar a servicios y acciones que cubran territorio­s contiguos. Fortalecer las regiones y municipios provincial­es como espacios de coordinaci­ón territoria­l, y hacer que la reforma del sector público incluya a las regiones y provincias para poder atraer a buenos profesiona­les. Fortalecer las capacidade­s de investigac­ión de las universida­des en todas las regiones, para lo que muchas veces ya existen los recursos necesarios. Claro que todo esto requiere de un compromiso e interés que ni el actual liderazgo en el Ejecutivo, ni en el Congreso, ni aparenteme­nte tampoco en las regiones o municipios, está particular­mente presente. La discusión sobre la necesaria reforma de la descentral­ización debe surgir desde la sociedad y desde los liderazgos políticos responsabl­es.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Peru