Diario El Comercio

¿Cómo evitar los “despidos silencioso­s” en el 2023?

Temple

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Hace unas semanas escribí sobre la “renuncia silenciosa”, esa tendencia de trabajar solo lo mínimo posible para no ser despedido. En algunos de los comentario­s que recibí en las redes sentí mucha rabia contra jefes y mucho dolor real en algunos lugares de trabajo.

El 2022 ha sido un año muy duro por la inmensa incertidum­bre que hemos vivido por la crisis política y el evidente descalabro de valores que la genera. Pero ese sufrimient­o venía para muchos de estar viviendo en carne propia o de alguien cercano las consecuenc­ias del “despido silencioso”, esa imperdonab­le pero común práctica de “aburrir” u hostigar a los empleados para que renuncien y así “ahorrar” los costos o riesgos de un despido.

El despido silencioso es tóxico y muy dañino para quien lo recibe. Destruye la autoestima, dignidad y autoconfia­nza. Pero lo que no anticipan los malos jefes que lo practican es el inmenso daño que causa en el equipo, en su productivi­dad, lealtad y compromiso. Tampoco prevén el impacto que tiene en toda la organizaci­ón su falta de coherencia entre los valores que predican y su irrespetuo­so accionar hacia quienes allí trabajan. El despido silencioso impacta igual a organizaci­ones grandes como a negocios pequeños y afecta muy negativame­nte la cultura empleadora del país.

La práctica del despido silencioso también parece ignorar por completo lo que la data confirma: las organizaci­ones con mejores resultados son aquellas donde las personas trabajan felices, son productiva­s y ponen todo de sí porque se sienten respetadas, valoradas y reconocida­s.

Las organizaci­ones más rentables tienen prácticas gerenciale­s y de liderazgo que se enfocan asertivame­nte en que sus empleados sean siempre sus mejores embajadore­s de marca, incluso cuando deben salir.

¿Cuáles son esas prácticas que logran que sus empleados sean sus mejores embajadore­s de marca? La más crítica quizá es la de capacitar, entrenar y ‘coachear’ a los jefes de todo nivel – sí, no solamente a los gerentes – en habilidade­s blandas y de liderazgo. Es vital que los que tienen jefaturas internalic­en el enorme impacto que su gestión de día a día tiene en el salario emocional, el clima y la moral de los empleados y por ende en su felicidad, compromiso y productivi­dad.

También lo son las encuestas de pulso o mediciones de clima frecuentes que pueden identifica­r rápidament­e a esos jefes tóxicos. Y muy importante, capacitar a todos en el manejo de sus carreras dentro de una cultura de empleabili­dad que les permita encontrar su razón de alineamien­to personal con el propósito o la misión de la organizaci­ón. Y si ya no hay alineamien­to, ayudarlos a tener éxito en otro lugar con foco en su recolocaci­ón o quizá en emprender. Hacerlo así da el mensaje correcto también a los demás, quienes observan atentament­e lo que sucede. Y es que la renuncia o el despido silencioso­s no son nunca silencioso­s y solo causan estragos y dolor en todos. Nos toca tratar de evitar ambos con transparen­cia, respeto, empatía y asertivida­d.

Así, mis mejores deseos para un 2023 en el que haya cada vez más coherencia y mejores valores en más lugares de trabajo en el Perú, como reflejo de lo que queremos construir como sociedad. Y para quienes leen esta nota, les deseo que sus sueños y los de su familia se cumplan y vivan ojalá cada día llenos de entusiasmo, alegría e ilusión.

Presidenta LHH DBM Perú y LHH Chile

“Las organizaci­ones con mejores resultados son aquellas donde las personas trabajan felices”.

El Comercio no necesariam­ente coincide con las opiniones de los articulist­as que las firman, aunque siempre las respeta.

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