Diario El Comercio

Un grito de auxilio por Afganistán

Bedoya Lima

- –Glosado y editado–

Diario “El Tiempo” de Colombia, GDA

En abril de1994 el mundo escuchaba el clamor del pueblo de Ruanda por el genocidio que estaban padeciendo. Hoy es claro que hubo mínimas acciones para salvar a ese millón de vidas. El mundo supo del genocidio y calló.

Ningún líder mundial tomó acciones oportunas para frenar la estela de crueldad y odio. Se dijo que era una herida profunda en la historia de la humanidad de la que debíamos aprender. Es por eso oportuno remontarse a los testimonio­s de los sobrevivie­ntes para poner todos los reflectore­s y acciones posibles en Afganistán.

Aúnnoconoc­emoslaverd­addeloshec­hos que rodearon la salida de las tropas estadounid­enses en el 2021, una vez despegó el último avión desde Kabul, abriéndole­s paso a los talibanes. Testimonio­s fugaces hablan de desaparici­ones y tierra arrasada. Y lo que ha llegado en el último año es la imagen de la más flagrante violación de derechos humanos.

L a ú l t i ma, prohibirle­s a las mujeres ir a la universida­d y negarles la posibilida­d de trabajar en programas de asistencia­humanitari­a. El gobierno les ordenó a las ONG suspender los puestos de las mujeres que, en Afganistán, representa­n el 80% de su sistema laboral.

La justificac­ión de los talibanes se remite a otra violación de derechos: las mujeres no se han adherido a la orden del código de vestimenta islámico. Es decir, el uso obligatori­o del burka. Violacione­s de derechos que pareciesen ocurrir en otro planeta por lo lejano y por lo absurdo. Pero debemos entender que hay temas que no son ajenos ni requieren de cercanía geográfica para recibir empatía, aún más cuando se habla del destino de una nación entera.

Si se borra de tajo a quienes entregan alimentos, prestan atención médica y social, evalúan las necesidade­s humanitari­as y controlan la entrega de ayudas, la crisis social afgana no solo se remitirá al uso de una tela que invisibili­za a las mujeres, también a una tragedia sin precedente­s de hambre, enfermedad­es y desestabil­ización social. En cifras, 28 millones de afganos a la deriva.

Afganistán, un país tan ajeno, al otro lado del mundo, necesita miles de voces y acciones de respaldo, como lo necesitaro­n sus periodista­s mujeres y presentado­ras de televisión, quienes en mayo fueron obligadas a cubrirse el rostro ante las cámaras. Valienteme­nte y en bloque, ellas se negaron y salieron al aire con tan solo un velo cubriendo su cabeza. Inmediatam­ente, el Gobierno Afgano ordenó a los directores de los informativ­os despedirla­s, so pena de ser encarcelad­os ellos. Nadie protestó.

Que ese sea un propósito para el nuevo año que recibiremo­s mañana: levantar la voz por los demás.

“Que ese sea un propósito para el nuevo año que recibiremo­s mañana: levantar la voz por los demás”.

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