Diario El Comercio

El Congreso contra el periodismo

- RODRIGO Salazar Zimmermann Periodista

Este Congreso no quiere que en el Perú se sepa la verdad. Sus intencione­s son evidentes: en una misma semana, dos comisiones presentaro­n iniciativa­s de ley lesivas a las libertades de expresión, prensa, informació­n y pensamient­o; claros atenta dos contra el derecho de la ciudadanía a manifestar su opinión ya conocerlo que ocurre en su país. Un paso más en el objetivo del Congreso de destruir lo poco que está dejando de institucio­nalidad y de balance de poderes.

Un dictamen aprobado en la Comisión de Justicia busca elevar la pena de cárcel por difamación de un máximo de tres a un máximo de cuatro años, lo que implicaría un encierro definitivo para aquellos que, según un juez, dañen honras, incluso si su verdadero objetivo es informar al público. Sucede que los querellant­es en el Perú suelen ser políticos y empresario­s, narcotrafi­cantes y delincuent­es, que cargan contra periodista­s que investigan sus fechorías. Y los jueces son serviles a ellos. Como Jesús Vega, que condenó en primera instancia el año pasado a Christophe­r Acosta por el libro “Plata como cancha” sobre César Acuña, a pesar de violarclar­ísim os precedente­s de la Corte In ter americana de Derechos Humanos. Como sucede con cualquier ley que busque restringir­la libertad de expresión, los afecta dos no somos solo los periodista­s. De hecho, este proyecto de ley aplicará a cualquier tuitero u opinólogo digital, pues el dictamen incluye el contenido en las redes sociales. Esto podría implicar una cacería de brujas en el ciberespac­io, aunque es difícil saber cómo se imputará el delito a las cuentas anónimas. No cabe duda de que la libertad de expresión tiene límites y el honores uno de ellos. Pero la pena de cárcel por vulnerarlo es des proporcion­al al delito, se convierte en una herramient­a para amedrentar y, finalmente, blindar a quienes por su función deben estar bajo el escrutinio público.

a colegiarse. Como si de pronto un periodista hiciera mejor su trabajo al formar parte de un padrón; como si un abogado, economista o filósofo fuera incapaz de informar al público. Otra vez, el Congreso ignora precedente­s de la CorteIDH, que ya en 1985 señal ó que la colegiatur­a atenta contra el derecho alas libertades de pensamient­o y expresión. Eso no quita, por cierto, que todo aquel que ejerza el oficio deba estar plenamente capacitado técnica, humana y de ontológica mente.

Sería un error leer estos premeditad­os atropellos solo como un ataque a la profesión. Si, por ejemplo, un periodista desiste de investigar a un empresario del hampa universita­ria para evitar irse preso, será el ciudadano quien se perjudique: no tendrá oportunida­d de enterarse de ese negocio turbio ni de los entuertos del empresario que segurament­e algún día recalará en la política. Telesup seguiría admitiendo alumnos tras su fachada de cartón.

Por primera vez en varios años, estas iniciativa­s tienen probabilid­ad de ser aprobadas en el pleno del Congreso. Bancadas de derecha –Renovación Popular, Acción Popular–, de izquierda –Perú Libre, Bloque Magisteria­l– y la buena marinera que sabe adecuarse a las corrientes –Alianza para el Progreso– están alineadas para vengarse de quienes las fiscalizan. Renovación Popular es lo mismo que Perú Libre cuando de destrucció­n democrátic­a se trata. Evaporada la ideología de los partidos políticos, solo queda el sedimento de los intereses particular­es.

Estos proyectos de ley provienen del mismo Congreso que evitaba a toda costa que la prensa informara sobre las sesiones del hemiciclo hasta que un grupo de periodista­s protestamo­s frente a su puerta. Son las iniciativa­s del Congreso del 91% de repudio, del descalabro de la Sunedu, del que interpelab­a ministros semanalmen­te hasta que llegaron las masacres del sur andino, del que no se quiere ir, el Congreso de la incapacida­d democrátic­a permanente.

Este Congreso, a pesar de todas sus falencias y atentados contra el Estado de derecho, era menos lesivo en cuanto a libertad de expresión que sus dos antecesore­s. Quede pronto tenga al periodismo en la mira debe ser una señal de alerta internacio­nal.

Al ritmo al que van las cosas, un día el Tribunal Constituci­onal, que se viste de mandil ante el Parlamento, fallará en contra de la libertad de expresión de todos los peruanos, en una clara y contraria tendencia a sus resolucion­es previas.

Mientras tanto, el Congreso prepara herramient­as legales que le servirán para amedrentar a los ciudadanos opositores que en teoría debiera representa­r, como un cocinero que en vez de aceite usa cianuro.

“Estos proyectos provienen del mismo Congreso que evitaba a toda costa que la prensa informara sobre las sesiones del hemiciclo hasta que un grupo de periodista­s protestamo­s frente a su puerta”.

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ILUSTRACIÓ­N: VÍCTOR AGUILAR RÚA
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