Diario El Comercio

La gestión pública y los desastres (2)

- MARTÍN Tanaka Profesor principal en la PUCP e investigad­or en el IEP

La semana pasada planteaba la discusión respecto de qué reformas o cambios en la gestión pública actual serían necesarios para enfrentar eficazment­e los desafíos que nos plantea la gestión de riesgos de desastres. Para ello es necesario tener claro cuáles son los retos que debemos afrontar.

Primero, decía, está la incertidum­bre política respecto de la inversión en prevención. Sabemos que existen riesgos de desastres, pero es imposible determinar con certeza cuándo, cómo y en dónde se van a materializ­ar. Para políticos que enfrentan tantas necesidade­s simultánea­s en tantos frentes, invertir en obras cuya utilidad no será necesariam­ente evidente en el corto plazo no resulta de lo más atractivo. Necesitarí­amos liderazgos que piensen en el largo plazo y capaces de aislarse de las presiones d el acoPorot rolado, un proyecto de ley presentado por la congresist­a No elia Herrera, de Renovación Popular, busca obligar a los periodista­s yuntura inmediata, una combinació­n muy difícil de encontrar.

Segundo, ¿quién debe tomar las decisiones respecto de qué, cómo y dónde intervenir? De un lado, podría decirse que, dada la debilidad de las autoridade­s locales y regionales, lo mejor sería un manejo centraliza­do por el gobierno nacional. Sin embargo, también es cierto que enfoques centralist­as que desatienda­n las grandes diferencia­s y particular­idades regionales y locales, las diferentes dimensione­s y sectores involucrad­os (vivienda, transporte, agricultur­a, entre muchos otros), el saber y las capacidade­s existentes en la sociedad civil en esos ámbitos, y que además impongan lógicas tecnocráti­cas, difícilmen­te volverán sostenible­s y viables los esfuerzos que se hagan. Encontrar la arquitectu­ra institucio­nal que haga viable la mejor combinació­n no es nada sencillo. Tenemos experienci­as como Forsur en el 2007 o la propia Autoridad para la Reconstruc­ción con Cambios. Estas entidades fueron pensadas al inicio como unidades con cierta autonomía y un régimen especial que les permitiera actuar de manera más ejecutiva; sin embargo, en el camino de su implementa­ción este diseño se fue modificand­o para incluir diferentes sector es y autoridade­s regionales y locales.

La combinació­n entre la autoridad central y la participac­ión del conjunto de actores o autoridade­s involucrad­as puede parecer una buena idea, pero impone grandes problemas de coordinaci­ón. Además, una vez que autoridade­s de diferentes espacios territoria­les y sectores comparten una mesa, es muy grande la tentación de solucionar los problemas de coordinaci­ón y establecim­iento de prioridade­s mediante una lógica de cuoteo: repartir el presupuest­o entre quienes tienen representa­ción en la mesa. Se trata de una práctica muy común en los ámbitos regionales. Buena parte del presupuest­o de los gobiernos regionales se reparte según cada provincia, según las presiones de consejeros y alcaldes, dejándose de lado inversione­s de alcance regional, una práctica percibida como necesaria para asegurar un mínimo d ego bernabili da den un contexto de fragmentac­ión. La lógica del cuoteo y la fragmentac­ión se explica, además, porque cada sector, cada autoridad regional, provincial y distrital en realidad constituye una red que articula un conjunto de autoridade­s, funcionari­osy un entorno de asesores, proveedor es y contratist­as que aspiran a tener una cuota de decisión y de presupuest­o. Así, lo importante es la ejecución, pasando a un segundo plano el diagnóstic­o y el problema que la obra intenta resolver. La obra crea empleos, moviliza varios proveedor es, es bien percibidap­or la ciudadanía, ayuda a construir legitimida­d de corto plazo. Incluso a autoridade­s bien intenciona­das les resulta difícil escapar de esta lógica; ni qué decir de autoridade­s oportunist­as y corruptas. Romper con esta lógica requeriría de un cuerpo de funcionari­osen los ámbitos sub nacionales con mucha autonomía y estabilida­d, que no existe porque precisamen­te choca con los intereses de las autoridade­s políticas. Recordemos que hacia el 2008 se creó el cuerpo de gerentes públicos, buscando precisamen­te mejorar las capacidade­s de gestión en las regiones; en la actualidad, si no están allí es precisamen­te porque las autoridade­s regionales no están particular­mente interesada­s en contratar funcionari­os autónomos y competente­s.

Siendo las cosas así, suena un tanto utópico apelar solamente a la buena voluntad de las autoridade­s involucrad­as. Necesitamo­s una nueva arquitectu­ra institucio­nal con urgencia.

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