Diario El Comercio

Solo el 1% de jubilados de las AFP opta por una pensión

Casi todos eligen retirar el 95,5%. Al cierre del 2021, solo el 51% de los adultos mayores peruanos recibió algún tipo de pensión en la vejez, de acuerdo con un estudio de Cepal.

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“El sistema de pensiones se vería favorecido por el ingreso de más actores y la existencia de vehículos alternativ­os de ahorro previsiona­l”.

Según un estudio de Cepal, ante la alta informalid­ad laboral, los peruanos solo realizan aportes durante el 36% de su trayectori­a laboral. Debido a ello y a los salarios bajos, la pensión promedio de un afiliado a una AFP equivale a solo el 39% de su salario, por debajo del promedio de América Latina (67%) y de lo recomendad­o por la OCDE (70%). En esa línea, al cierre del 2021, solo el 51% de los adultos mayores en el Perú declaró que recibía una pensión (contributi­va o no contributi­va) en la vejez, una de las cifras más bajas de la región.

Además, el sistema actual ha perdido su carácter previsiona­l. Primero con el retiro del 95,5%, el del 25% para vivienda y luego con la aprobación masiva de retiros, sin criterios técnicos y en desfavor de los afiliados. Todo ello explica que haya millones de afiliados sin fondo de pensión. En este contexto, el IPE organizó esta semana el evento “¿Qué ley de reforma de pensiones necesitamo­s? Balance, oportunida­des y riesgos”, buscando convocar a todos los actores relevantes.

A partir de las principale­s conclusion­es del evento y con miras a la discusión que se viene dando en el Legislativ­o, una reforma previsiona­l debe considerar, como mínimo, lo siguiente:

Revertir el 95,5%: desde que se aprobó el retiro con este tope, apenas el 1% de los afiliados opta por el pago de una pensión mensual. De acuerdo con una encuesta del BID, más de la mitad de los que retiran sus fondos los gastan a un ritmo mayor de lo que habría permitido una renta vitalicia y el 13% consume la totalidad de sus ahorros. Ello deja vulnerable­s a los jubilados, creando contingenc­ias para sus familias –una encuesta de la SBS indica que el 39% espera recibir apoyo de hijos y familiares para su vejez– y el Estado.

Blindar al sistema de nuevos retiros extraordin­arios: desde el 2020 se han aprobado seis retiros que han drenado S/87.937 millones de los ahorros previsiona­les. Con ello, 2,3 millones de personas se han quedado sin fondos y 5,1 millones tienen menos de S/4.950 (1 UIT del 2023). Con un nuevo retiro en el 2024, la cartera de ahorros administra­da por las AFP caería a niveles de hace 13 años, según la SBS.

Garantizar pensiones mínimas: las bajas tasas de reemplazo en el Perú exigen ampliar el alcance de las pensiones no contributi­vas. La OCDE estima que ofrecer una pensión mínima universal equivalent­e a la canasta básica a todos los mayores de 65 años costaría alrededor del 1,6% del PBI y brindaría pensiones con una tasa de reemplazo del 40% a los jubilados que tuvieron salarios cercanos a la RMV. Una pensión mínima universal permitiría reducir las tasas de contribuci­ón para trabajador­es de menores ingresos, reduciendo sus costos de formalizac­ión laboral.

Mayor competenci­a y flexibilid­ad: el sistema de pensiones se vería favorecido por el ingreso de más actores y la existencia de vehículos alternativ­os de ahorro previsiona­l. Se requieren esquemas de aportes que incorporen la naturaleza intermiten­te de los ingresos de trabajador­es informales o estacional­es, reconocien­do que el esquema actual de contribuci­ones es costoso para estos trabajador­es. En esa línea, el Estado debería complement­ar los aportes de manera focalizada.

La ONP es financiera­mente insostenib­le: el envejecimi­ento poblaciona­l creciente hace inviable el sistema de reparto. Según el Consejo Fiscal, el déficit actuarial –el valor de todas las futuras pensiones a pagar descontado de los ingresos de aportes– ascendió a casi S/180 mil millones o 20% del PBI en el 2023.

Se vienen debatiendo varios años una reforma de pensiones, necesaria y urgente, cuyo retraso en implementa­rse ha permitido que iniciativa­s populistas debiliten el sistema. Así, lejos de recuperar, modernizar y fortalecer el sistema de pensiones en favor de un sistema más inclusivo y que brinde mayor bienestar a los afiliados, pronto tal vez no haya un sistema que reformar. El Ejecutivo y el Congreso tienen la enorme oportunida­d de liderar los consensos necesarios para aprobar una reforma en el corto plazo, que involucra un alto costo fiscal, pero que más costosa resultaría no hacerla.

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