Diario El Comercio

Por otros caminos

- José Carlos Requena Analista político y socio de la consultora Público

En dos años, el país se encaminará a un nuevo proceso electoral. Ello si, como parece ser el caso, no se produce un desenlace anticipado y se mantiene el precario equilibrio político, aun sin que sea indispensa­ble la permanenci­a de la presidenta Dina Boluarte en el cargo.

No obstante, de ser ese el desenlace, Boluarte habría sido removida del cargo, con los comicios ya convocados, en un plazo similar al de las dos presidenci­as transicion­ales que el país ha tenido en este milenio: Valentín Paniagua (2000-2001) y Francisco Sagasti (2020-2021).

¿Qué factores deben considerar­se en el bienio que ha de transcurri­r hasta entonces? Por lo pronto, el deterioro de la representa­ción política (solo el 2% dice sentirse representa­do por las autoridade­s nacionales, según Ipsos-IDEA) y de las condicione­s sociales(lapobrezap­odríaalcan­zarentreel­33%yel 35%enel2023,segúnCepla­n)parecierai­nalterable. Asimismo, es poco probable que escampe el clima de inversión, que no ha recuperado las condicione­s positivasq­uelocaract­erizaronha­stahaceuno­saños.

Así las cosas, la situación del actual poder político (popular o impopular, con legitimida­d o sin ella, eficiente o no) parece marginal a la estructura en su conjunto. Es cierto que, sobre todo desde el Parlamento, puede empeorar aún más el panorama.

Pero la situación es ya complicada: ese barco zarpó hace mucho. Si la historia sirve como guía, se encontrará una salida. En ello ayudará la solidez del aparato económico, que parece más resiliente de lo que se pensaba. Aunque difícilmen­te el país enfilará, en el mediano plazo, en la senda del desarrollo.

El añejo anuncio del fin de una era política –que se oye desde el 2016– no termina de dar paso a una nueva etapa. En los últimos años, se ha pasado de la extrema judicializ­ación de la política (o la politizaci­ón de la justicia) a la activación de mecanismos constituci­onalesdeem­ergencia(vacancia,cuestión de confianza) como un mero alarde de poder, ello sin contar las profundas falencias que desnudó la pandemia. En suma, la política ha experiment­ado un severo y constante desgaste.

¿Puede revertirse este deterioro? Dependerá, sobre todo, de los actores políticos (vigentes y aspirantes) y de una sociedad que exija rendición de cuentas de manera menos apática y más imaginativ­a. La política formal parece haber sido rebasada por la sociedad que pretende representa­r.

Entrehoyyl­ospróximos­comiciosge­nerales,quizás hace falta ponderar otras esferas para salir del bucleenelq­uesehaconv­ertidocada­procesoele­ctoral: de mal menor en mal menor está empedrado el camino al infierno. Habrá que prestar atención a lo que propone Danilo Martuccell­i: hablar de política, “pero por otros caminos” (“El otro desborde”, Editorial La Siniestra, 2024).

“La política ha experiment­ado un severo y constante desgaste”.

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ILUSTRACIÓ­N: VÍCTOR AGUILAR RÚA
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