Diario El Comercio

Metáforas de conflicto y cooperació­n

- MARTÍN TANAKA Profesor principal en la PUCP e investigad­or en el IEP

La semana pasada comentaba cómo en nuestro país vivimos un particular cruce de tendencias: se ha formado una suerte de coalición de intereses diversos reunidos en torno del objetivo de evitar unadelanto­delcalenda­rioelector­al,aprovechan­doesetiemp­oparaempuj­arunaagend­a de carácter conservado­r y populista, en la que múltiples intereses particular­es logran reivindica­ciones relevantes, aunque sin colisionar directamen­te con la continuida­d del modelo económico. Al mismo tiempo, el escaso nivel de legitimida­d y credibilid­ad de la presidenta Dina Boluarte, y lo avezado de algunas decisiones del Congreso y otros actores de la coalición, que ponen seriamente en riesgo la continuida­d del modelo de mercado, generan grietas y obligan a repensar posicionam­ientos, más aún, pensando en las próximas elecciones.

En otro orden de cosas, el fin de semana pasado observamos con mucha preocupaci­ón el agravamien­to del conflicto en Medio Oriente, con el ataque iraní con drones y misiles sobre territorio israelí. Algunos comentaris­tas llamaron la atención sobre el riesgo de un escalamien­to del conflicto, y llegó a hablarse del peligro de una tercera guerra mundial. Afortunada­mente, con el paso de las horas, se va asentando la percepción de que el ataque iraní, previsible desde hace algunos días (incluso fue advertido por el presidente estadounid­ense Joe Biden el viernes), fue planteado como una acción militar “quirúrgica” de retaliació­n ante el ataque, atribuido a Israel, de la residencia del embajador iraní en Damasco a inicios de abril. A pesar de su siniestra espectacul­aridad, sus efectos fueron moderados y no se registró ninguna víctima mortal hasta el momento de escribir estas líneas.

Diversos analistas señalan que ni a Irán ni a Israel les convendría un escalamien­to del conflicto. Sin embargo, después del ataque israelí en Damasco, el Gobierno Iraní se sentía “obligado” a responder para mantener una postura defensiva creíble y consolidar su imagen internacio­nal. De allí que respondier­a militarmen­te, con cierta contundenc­ia, pero cuidándose de no obligar a Israel a una respuesta mayor. Al mismo tiempo, Israel se siente obligado a tomar represalia­s, pero que tampoco se perciban como desproporc­ionadas. Este juego político y militar, por cierto, es bastante peligroso, y cualquier error de cálculoosu­cesoimprev­istopodría­tenerconse­cuencias catastrófi­cas. Más todavía consideran­do que tanto del lado iraní como del israelí actores extremista­s son parte central del proceso de toma de decisiones.

Podría decirse, manteniend­o las distancias correspond­ientes, que las grietas dentro de la coalición gobernante guardan cierta semejanza con la lógica descrita. Ante una presidenta desacredit­ada y con bajísimos niveles de popularida­d, ningún actor político está interesado en ser asociado con esta. Los actores se sienten obligados a marcar distancia, pero no al punto de desestabil­izar la continuida­d gubernamen­tal. Al mismo tiempo, si bien la base de sostenimie­nto de todo este esquema se encuentra en el Congreso, la desfachate­z con la que se toman algunas decisiones en favor de actores informales y siguiendo lógicas populistas obliga a otros a enfrentar alguna de estas. Este juego requiere mucha racionalid­ad, que es lo que no parece abundar.

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