Todos los libros
La Unesco fijó el 23 de abril como el Día del Libro bajo la presunción de que tres grandes escritores murieron ese día. La muerte siempre genera más celebraciones que la vida, así que en realidad este martes se recuerdan los fallecimientos de Miguel de Cervantes, de William Shakespeare y del Inca Garcilaso de la Vega en 1616. En realidad, sabemos que no murieron el mismo día, pues Inglaterra y España se regían por calendarios distintos en esos tiempos. Sin embargo, todos amamos las coincidencias y las celebraciones continúan.
Yesoocurreporquesiemprecelebramos los libros. Su historia se origina probablemente en Sumeria, la región que hoy se encuentra en el escenario de la guerra en el Medio Oriente.
En el territorio que hoy es Iraqseencontrabalarefinada civilización de Mesopotamia, entre los ríos
Tigris y Éufrates (Mesopotamia significa ‘entre ríos’), y fue allí donde la cultura sumeria desarrolló la escritura y la medición del tiempo. Egipto transformó las tablas de arcilla de los sumerios en papiros escritosentinta.fueenpapiroque sefabricaronlostomosdelabiblioteca de Alejandría, la más grande de su tiempo. Allí se utilizó por primeravezelordenalfabéticocomo modo de registro de los volúmenes.elreydepérgamosustituyóel papiroconotrosoporte,venidode la piel de los animales, con el nombredesuciudad:elpergamino.pero“ellibrodeseda”conunsoporte de seda ya existía en la China que en el siglo I inventaría el papel. El primer libro impreso fue quizá el “Sutradeldiamante”enelsigloix. Por otro lado, gracias a los árabes que desarrollaron las bibliotecas, se conocieron los textos griegos en Europa.
En Grecia y Roma cualquier noble que se respetara debía mostrar una casa llena de libros. En Roma había esclavos cuya única misión en la vida era copiarlos en tablillas de cera unidas por hilos de cuerda. Con la invención de la imprenta en 1440 todo iba a cambiar. Era el camino a la democracia. Luego en el siglo XX los ingleses inventaron el libro de bolsillo. Con ese invento los libros salieron de las casas y llegaron a los parques y trenes.
Al margen de la historia del libro, cada uno tendrá su propia historia con sus libros. Yo tengo una colección de recuerdos: las ediciones de Losada que venían de la Argentina con sus fondos blancos y sus dibujos de muchos colores; la segunda edición de “Cien años de soledad”, la de Vicente Rojo, con sus mágicos rectángulos blancos y azules; el gran tomo de Moncloa de la poesía de Vallejo con sus facsímiles llenos de tachaduras y correcciones; las portadas en forma de cuadrado de los primeros libros de Neruda; las dos botellas de cerveza en la portada de “Conversación en La Catedral”. A diferencia del e-book, uno tenía la posesión física de un libro y lo llevaba consigo como parte de uno mismo.
Hace poco alguien me dijo que vivimos en una era de velocidad que inhabilita a los lectores. Y, sin embargo, se publican más libros que nunca. Estamos al borde de nuevas guerras, nuevas destrucciones, nuevas pérdidas de valores. Incapacitados de entender las razones de todo lo que pasa en el mundo, a lo mejor un libro nos ayuda a preguntarnos por nosotros mismos. Es una esperanza que solo tenemos una vez al año, el 23 de abril.
“Alguien me dijo que vivimos en una era de velocidad que inhabilita a los lectores. Y, sin embargo, se publican más libros que nunca”.