Diario El Comercio

¿Cotler o Cotlear?

- RICHARD WEBB DUARTE Economista

Casi un siglo después de la independen­cia, José de la Riva Agüero realizó un largo viaje para conocer el interior del Perú, una exploració­n que luego describió en la obra “Paisajes peruanos”. Pero si algo conversó con algún poblador serrano durante el viaje, no lo menciona en la obra.

Hoy es difícil comprender semejante falta de interés para conocer más de cerca el mundo de gran parte de nuestros con ciudadanos, pero a las alturas de un siglo después de la independen­cia los pueblos de la sierra –y ni hablar de la selva– tenían una existencia en los mapas oficiales, pero ninguna en la vida del limeño, que tenía más motivos y posibilida­des de contacto con otras ciudades costeñas del Perú o de Chile, o incluso de Europa, que con las poblacione­s de nuestra sierra.

Pero ¿qué tienen que ver Cotler y Cotlear con ese distanciam­iento? Ambos –Julio, sociólogo, y Daniel, economista– dedicaron sus vidas al descubrimi­ento del Perú más allá de Lima, en particular de la sierra. Y ambos aprovechar­on sus tesis universita­rias para lanzar sea ese descubrimi­ento con largos viajes y estadías en el mundo andino. Lo interesant­e son las diferencia­sen las conclusion­es de cada uno.

El primero de esos estudios fue realizado por Julio durante los años 50 en la comunidad de San Lorenzo de Quinti, en las alturas d eh u aro ch irí,e incluyó una mirada ala cambian te historia de las comunidade­s del lugar. La relativa cercanía a Lima y la llegada de las primeras trochas generaron cambios en los patrones productivo­s y comerciale­s, pero en la cabeza de Julio se fue formando lo que se volvió la idea central para su entendimie­nto de las vidas política y económica de esa población: la “dominación interna”. Y esta la consideró determinan­te en las posibilida­des de ingreso y desarrollo de cada miembro de esa sociedad.

El factor central en ese análisis era la estructura de poder político que, en efecto, reemplazab­a al mercado como determinan­te de las decisiones productiva­s y de reparto en la agricultur­a, que era la actividad principal en una comunidad rural, cancelando, en efecto, al mercado. Un efecto central de esa estructura de poder, cuya cabeza era el hacendado, venía a ser la frustració­n de la iniciativa económica y del cambio productivo incluso en las tierras de comuneros. El evidente corolario del análisis de Julio fue la necesidad del cambio político como base para cualquier mejora económica de la sierra.

El estudio de Daniel Cotlear fue realizado dos décadas más tarde y tuvo una base estadístic­a más amplia en cuanto al número de comunidade­s y de hogares entrevista­dos, y también en cuanto a la variedad de los aspectos productivo­s estudiados. La lógica para decidir los lugares incluidos consistió en incluir zonas de la sierra con diferentes niveles de desarrollo, en un extremo, distritos de la sierra central en la que existían comunidade­s y pueblos de alto dinamismo económico y, en el otro, distritos de una de las zonas más apartadas y poco desarrolla­das del Cusco.

Podría decirse que los resultados del estudio estaban cantados: lo que descubrió Daniel fueron grandes diferencia­s en los niveles de uso de tecnología­s agrícolas modernas, de rendimient­os agrícolas y de niveles de ingreso familiar. La clave parecía ser la existencia de un alto nivel de interrelac­ión entre pueblos pujantes, bien conectados con el resto del país, y las comunidade­s rurales cercanas. O sea, así, de la mano, “¡sí se puede!”.

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