Diario El Comercio

Ancianos sin ciudadanía

- GONZALO BANDA LAZARTE Analista político

La in existencia de un debate serio sobre la reforma del sistema de pensiones es solo un episodio predecible de la decadencia en la política peruana. De nuevo los peruanos nos vemos obligados a bailar solos con nuestro pañuelo. Usted arréglesel­a porque, cuando sea anciano, el Estado no moverá un dedo para cuidarlo.

El contrato social peruano es tan precario que el ciudadano no espera ya nada del estado y este está dispuesto a perpetuar la condición de precarieda­d del ciudadano peruano. Despuésde perseguir balones de oxígeno en medio de la pandemia, el Estado Peruano redobla su apuesta por desamparar al ciudadano.

Una de las consecuenc­ias de la inestabili­dad política en el Perú es que ha campeado la renuncia paulatina por hacer política profesiona­l. Han desapareci­do los estímulos para atreverse a pensar siquiera en el futuro. Cuando aparece por fin un tema en el que hay que atreverse a ser osados y levantar la cabeza más allá de la aldea, todos los políticos agachan la mirada y están dispuestos a sumergirse en el fango.

Tirios y troyanos tienen responsabi­lidad en este dramático episodio. Por un lado, los portavoces del sistema privado de pensiones han sembrado –con voraz impericia– su impopulari­dad y declive. Las AFP han medrado con irreverenc­ia durante muchos años de unas condicione­s de negocio diseñadas para beneficiar con mayor diferencia a algunos grupos económicos. Hasta tal punto ha llegado la irreverenc­ia que alguna que otra AFP ha podido repartir hasta 18 sueldos de utilidad este año entre sus trabajador­es mientras sus voceros anunciaban el apocalipsi­s. Si lo han podido hacer, es porque las comisiones que han cobra doy los beneficios de sus inversione­s les han permitido tal privilegio. Pocos estímulos tienen los negociante­s para querer tocar una pieza de relojería tan bien diseñada.

Por otro lado, están los guardianes del hielo, aquellos defensores de la quiescenci­a, adoradores de la inamovilid­ad. Aquellos tecnócrata­s que profetizan que todo ajuste al modelo del sistema privado de pensiones tendrá un impacto en el crecimient­o económico. Cuando salen, parecen los jinetes del apocalipsi­s, ni Moisés delante del faraón amenazó con traer más plagas. Hablan como si el mantra del crecimient­o económico fuera capaz de defender un sistema caduco sin atreverse a proponer algo más allá de sus narices.

Pero la única plaga cierta es que los peruanos estamos condenados a una ancianidad de angustia, una ancianidad sin ciudadanía. No solo tendremos que preocuparn­os de tener enfermedad­es que no podremos costear, ni achaques que nos despierten por la noche. Tendremos que enfrentarn­os a la inevitable constata ción de que, o morimos trabajando, o seremos una carga inevitable para nuestras familias. que cada uno baile con su pañuelo.

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