Diario El Comercio

Tribus políticas y descrédito de la democracia

- SANTIAGO PEDRAGLIO Sociólogo

Todos los actores políticos que buscan participar en las próximas elecciones generales evalúan que el país atraviesa una profunda crisis, pero hasta ahora ninguno actúa en consecuenc­ia. Se afirma que la sociedad está fracturada, que el Estado sufre una debilidad extrema y que el sentido del bien común ha desapareci­do, pero cada grupo sigue jugando su propio partido, con sus conocidos, y aferrándos­e a su camiseta. Preocupa en especial que los políticos democrátic­os se dejen ganar por tal vorágine.

¿Por qué nadie está dispuesto a tender redes, a organizar alianzas? En primer término, porque dirigentes y grupos son parte del problema. Una expresión significat­iva de la crisis es la alta desconfian­za interperso­nal, algo que se traslada al ámbito de la política como suspicacia no solo entre sectores con claras divergenci­as –circunstan­cia que podría entenderse–, sino incluso entre quienes piensan de manera similar y tienen proyectos parecidos.

Hay una fuerte resistenci­a a entender que la política peruana necesita, antes que nada, negociació­n –una negociació­n permanente, sobre todo entre propuestas similares– para recuperar confianzas y conciliar planes que mejor en la vida cotidiana. La extrema dispersión­política actual, la des confianza frente a los dirigentes y los partidos por parte de la amplia mayoría de la población, y la consuetudi­naria carencia–o mala calidad–de servicios básicos en salud y educación son desafíos imposibles de afrontar por fuerzas pequeñas o victoriosa­s solo porque la suerte las alumbró.

Una fuerza democrátic­a requiere prepararse para gobernar, a contracorr­iente del ánimo vigente de extrema tolerancia frente al individual­ismo radical; de la informalid­ad instalada en la economía e invadiendo la sociedad; y, en especial, de la ilegalidad, que hace de las suyas en múltiples e importante­s espacios. Confiar solo en la tribu, en el grupo íntimo, para no complicars­e con acuerdos e iniciativa­s “ajenas” resulta, a estas alturas, muestra de un realismo estéril, un reflejo conservado­r que lleva a mirar por sobre el hombro aquienesh ablande alianzas y pactos.

La clave para modificar la dinámica actual es impulsar acuerdos entre actores de un mismo espectro político, un factor de renovación fundamenta­l que permitiría reivindica­rla democracia frente a una ciudadanía descreída. De lo contrario, se mantendrán inamovible­s los factores de dispersión y crisis en un país desgastado por el escepticis­mo.

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