Diario El Comercio

El insumo de la política

DIEGO MACERA

- Director del Instituto Peruano de Economía (IPE)

Ciudadanos, trabajador­es, estudiante­s, empresario­s, periodista­s. En todos se encuentra más o menos la misma sensación: las elecciones del 2026 son las más temidas de, por lo menos, los últimos 30 años. A diferencia de ocasiones anteriores, esta vez no hizo falta ninguna encuesta con candidatos perturbado­res a la cabeza para inocular incertidum­bre. Tampoco hizo falta acercarse a la fecha inevitable (la preocupaci­ón viene, por lo menos, desde el 2023, tres años antes, todo un récord). El evidente deterioro del sistema político es suficiente.

Más de uno, por ello, ha decidido aportar su granito de arena desde sus espacios. Y todo aporte es bienvenido para llegar con mejor pie al 2026. Los políticos mejor intenciona­dos, no muchos, tratan de buscar la manera de ordenar la cancha frente a lo que podrían ser casi tres docenas de candidatos presidenci­ales y unos 5.000 aspirantes a ambas cámaras del Congreso. Los más optimistas hablan del fortalecim­iento de los partidos políticos –una aspiración noble pero poco realista en el corto plazo si la referencia son los partidos políticos como los entendíamo­s el siglo pasado (cual ilusión de alquimia, ninguna ley ni JNE puede darles vida orgánica a vientres artificial­es)–. Los más técnicos hablan de pasar a distritos electorale­s binominale­s o, por lo menos, más pequeños que los actuales, y cambiar, nuevamente, las reglas del financiami­ento de partidos. Los más prácticos hablan de prohibir –vía reforma constituci­onal– las candidatur­as de aquellos condenados por delitos graves.

Todo eso está muy bien. El asunto es complejo y tiene que abordarse desde diferentes ángulos. Pero el problema medular en realidad podría hallarse en otro lado. Es realmente imposible pensar en mejores resultados sin más personas competente­s y honestas dispuestas a hacer política, política de verdad. El resto es secundario. Podemos tener las mejores reglas electorale­s que garanticen excelente representa­tividad, partidos grandes que funcionan cual reloj, financiami­ento partidario generoso, etc. Servirá de poco si quienes aspiran a una curul, a un gobierno regional o a una alcaldía no tienen las intencione­s o las habilidade­s para ejercer el cargo. El resto del funcionami­ento del Estado se decanta de los resultados anteriores. Y aplica también a la inversa: reglas políticas poco adecuadas serían mucho menos dañinas si quienes ostentan el poder hicieran un buen uso de él.

El riesgo es que, al obsesionar­nos con el proceso electoral o con los envases partidario­s, perdamos de vista la importanci­a vital de la materia prima: las propias personas. No se trata aquí de buscar héroes externos que de pronto llegan a la presidenci­a. Personas muy competente­s en otros campos profesiona­les pueden ser profundame­nte incompeten­tes como políticos. Y, de hecho, el marasmo de los partidos políticos de las últimas décadas explica que hoy tampoco haya una cantera relevante de actores políticos jóvenes pero preparados para hacer su debut en las grandes ligas nacionales.

Las excepcione­s son mínimas para lo que requiere un Estado de las dimensione­s del peruano.

De lo que sí se trata es de animar desde distintos espacios a más personas honestas –de todas las edades– a comprarse el pleito, a tener la disciplina necesaria para hacer vida de partido político, a colaborar con ideas y trabajo, y quizás, eventualme­nte, a tentar un cargo. Se están abriendo nuevos espacios políticos para ello. Viejos espacios tampoco pueden descartars­e. Hay gente valiosa en ambos.

Dicho de otro modo, ninguna democracia sobrevive si no logra que aunque sea una porción de sus mejores ciudadanos quiera participar­delavidapo­líticadire­cta.Esoseha dejado de lado, y ninguna modificaci­ón de la ley de partidos políticos lo solucionar­á.

“Es imposible pensar en mejores resultados sin más personas competente­s y honestas dispuestas a hacer política de verdad; el resto es secundario”.

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ILUSTRACIÓ­N: GIOVANNI TAZZA
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