Diario El Comercio

Referéndum de miedo

MABEL HUERTAS

- Socia de la consultora 50+Uno

El presidente ecuatorian­o, Daniel Noboa, ya no tendrá excusas para mitigar la ola criminal que aterra a los vecinos del norte. El domingo, los ecuatorian­os se movilizaro­n para votar en un referéndum y consulta popular de 11 preguntas, ocho relacionad­as con insegurida­d ciudadana y sistema de justicia. Una de las preguntas, la estrella de la consulta y por la que más del 72% votó por el sí, pedía responder a una propuesta de reforma constituci­onal que permita que los miembros de las Fuerzas Armadas tengan un rol activo en la lucha contra el crimen organizado sin necesidad de decretar estado de excepción.

La realidad de Ecuador no está alejada de la nuestra: inestabili­dad política, interrupci­ón de los períodos presidenci­ales y ahora insegurida­d ciudadana. Recordemos que nos contagiamo­s de miedo en enero, cuando en una emisión en vivo delincuent­es armados ingresaron a una estación de televisión en Guayaquil, al mismo tiempo que los presos se amotinaban y el caos se apoderaba de las calles. La posibilida­d de un escenario de dominio criminal en nuestro país no se sentía, y aún no se siente, tan remota.

Por eso, es interesant­e colocarle la lupa a las decisiones del pueblo ecuatorian­o. Ejercer la ciudadanía no es tarea fácil o no debería serlo, pues demanda conocimien­to, informació­ny análisis. Lamentable­mente, así como el ciudadano vota en elecciones presidenci­ales desde las vísceras, también puede hacerlo en referendos. Esta vez, el movilizado­r fue el miedo.

Algunos críticos señalan que la medida es más popular que necesaria. Argumentan que el régimen de excepción que dispone esta medida extrema ya se había declarado desde inicios de año, y que el referéndum no hace más que institucio­nalizarla militariza­ción del Estado y colocar a las Fuerzas Armadas como un actor político.

Los resultados positivos darán, supuestame­nte, las herramient­as que el gobierno de Daniel Noboa necesita para bajar los índices de criminalid­ad y significan –calculadam­ente– el impulso a una probable reelección presidenci­al el próximo año. Sin embargo, la promesa de acabar con la violencia debe ir de la mano con cambios estructura­les que pasan por estabilida­d política, disminució­n de la pobreza y la corrupción, generación de inversione­s y puestos de trabajo, entre otros.

Noboa se juega su futuro político si no logra satisfacer las expectativ­as de la ciudadanía, y el tiempo dirá si la democracia sin sustancia –esa en la que solo se exige el voto libre– justifica el populismo punitivo.

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