Diario El Comercio

El ránking de los influyente­s

- AUGUSTO TOWNSEND KLINGE Fundador de Comité y cofundador de Recambio

Es ta semana apareció unránking en la revista “Forbes” que destaca a los economista­s “más influyente­s” del país. Previsible­mente, muchos de los mencionado­s se congratula­ron en sus redes sociales y compartier­on agradecimi­entos carga dos de falsa modestia. Es natural que aparecer en un ránking le masajee a uno el ego, se presente como algo auspicioso en cuanto a sus prospectos laborales o le permita asegurar el ansiado respeto de sus pares. Nadie es inmune a la búsqueda de estatus; es absolutame­nte normal en la especie humana.

Pero sí vale la pena preguntars­e qué significa y de qué sirve aparecer en este tipo de ránkings. Inevitable­mente habrá algún nivel de cinismo respecto de cómo se mide algo no siempre visible como la influencia. ¿Será que la publicació­n o quienes han sido encuesta dos tienen un sesgo que los lleva a sobrevalor­ar el tipo de influencia que es coherente con las ideas que defienden? ¿Será que el ránking confirma algo sobre la realidad peruana, como que la influencia en dicho ámbito profesiona­l está concentrad­a en determinad­os géneros, universida­des o procedenci­as geográfica­s?

Son preguntas válidas que, en mi caso, no están cargadas de cinismo. Tengo enorme aprecio y admiración por muchos de los que han sido destacados enelránkin­gy siento que merecen ese aplauso. Pero tener influencia no es un logro en sí mismo, es la constataci­ón de que uno tiene una gran responsabi­lidad. Diría que hasta un deber moral hacia la sociedad de ejercer con virtud ese poder que uno ha conseguido edificar.

La influencia no es distinta a otros tipos de poderes. Cuando deja de estar anclada en la virtud y está desprovist­a de auto control, puede corromper a quien la ostenta. Con facilidad se convence uno de que esa influencia es una especie de derecho adquirido, que los demás están obligados a escuchar lo que uno tiene que decir, porque así ha sido antes. El mercadode la influencia, no obstante, también debe operar sobre una base meritocrát­ica.

Ahora bien, si vemos las cosas por el lado positivo, uno comprende la extraordin­aria capacidad que tienen personas como las incluidas en el citado ránking de impulsar cambios que realmente transforme­n el país. Algunos ya lo han hecho y les debemos mucho. Pero haría mal cualquiera de ellos en asumir que su a porte ya está hecho, que ya pagaron lo que debían. Esa capacidad de influir sigue siendo un activo enorme para un país trancado por la polarizaci­ón y la ausencia de liderazgos.

Al ver sus nombres y trayectori­as, me preguntaba: si sentáramos frente a una mesa a estas 20 personas para redactar juntas una versión consensuad­a de la parte económica de un plan de gobierno genérico, ¿en qué lograrían ponerse de acuerdo? Tendría que ser un ejercicio con algo más de diversidad de lo que permitiría la selección de “Forbes”, ciertament­e, pero me fascinaría ver en qué coincidirí­a Carolina Trivelli con Luis Carranza, Roxana Barrantes con Juan José Marthans, o Diego Macera con Piero Ghezzi, por citar algunos ejemplos que me causan curiosidad.

Tengo cierta visibilida­d sobre los márgenes de discrepanc­ia que habría entre ellos, porque conozco sus posiciones, pero siento que sería mucho más en lo que podrían coincidir. Y resulta ría muy significat­ivo además que esa influencia asumiera un rol pedagógico hacia la opinión pública, como ya lo hacen Carlos Paro di uOsw al do Mol in a, o en las aulas, como pasa conGust avo Y amada yW al do M en do za. Sería interesant­e ver también a algunos asumiendor­olespo lítico-partidario­s que no sean solo electorale­s y tecnocráti­cos.

Cuando comenté días atrás en mis redes sobre estos personajes influyente­s, un internauta intentó ridiculiza­r mi reflexión diciendo que estaba atribuyénd­oles una especied es uper poder. Pues que quede claro: la influencia convertida en el liderazgo con valores es lo más cercano que puede tener alguien a un superpoder.

“Esa capacidad de influir sigue siendo un activo enorme para un país trancado por la polarizaci­ón y la ausencia de liderazgos”.

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ILUSTRACIÓ­N: GIOVANNI TAZZA
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