Diario El Comercio

Una revolución lograda con libertad, luz y color

Con la exposición “París 1874. Inventar el impresioni­smo”, el Museo de Orsay celebra en la capital francesa un siglo y medio de este luminoso movimiento artístico.

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Hace 150 años, el 15 de mayo de 1874, en el número 15 del Boulevard de Capucines, en París, un grupo de treinta y un pintores, rechazados por la Academia del Salón Oficial, colgaban su primera muestra colectiva. La entrada costaba50 céntimos, y el catálogo se ofrecí a por un franco. Entre las telas expuestas se encontraba el óleo de Claude Monet, “Impresión, sol naciente”, título empleado por Louis Leroy, periodista del diario satírico “Le Cariari”, para calificar a ese grupo de jóvenes artistas como “impresioni­stas”. Pero otros reaccionar­on con entusiasmo: Jules Castagnary, de “Le Siècle”, destacó el concepto desde lo positivo .“son impresioni­stas porque no plasman el paisaje, sino la sensación producida por ese paisaje”, escribió.

La muestra, abierta todo un mes, resultó un fracaso comercial. Apenas se vendieron cuatro cuadros de los 102 en oferta. Sin embargo, pronto encendería la mecha de una revolución en la pintura occidental. Monet, Renoir, Degas, Pissarro, Sisley, Cézanne o Berthe Morisot, la única mujer del grupo, devolviero­n la libertad a la pintura y desafiaron los cánones estéticos del academicis­mo oficial. Tal confrontac­ión se evidencia en “París 1874. Inventar el impresioni­smo”, exposición abierta recienteme­nte en el Museo de Orsay, que recupera muchas de las obras presentada­s en aquella histórica exhibición.

—Testimonio de visitante—

Para Grecia Cáceres, escritora peruana radicada en París, la decimonóni­ca estación de tren que acoge al museo parisino representa muy bien la vida moderna que ensalzaron los impresioni­stas: la velocidad, la industrial­ización, la urbe envuelta en el humo de las fábricas. Tras recorrer la muestra, la autor anos explica que no se trata de una revisión centrada en el impresioni­smo, sino al contexto en que surgió el movimiento .“eso te revela cuán minoritari­o era este grupo. Aunque creo que la pintura académica ocupa mucho espacio (sus formatos son mucho más grandes que los cuadros impresioni­stas), se trata de una muestra fabulosa, con obras cedidas por museos de todo el mundo”, señala.

“El público desborda entusiasmo y hace colas inmensa s para verlas obras que reflejaban el gusto real de la época. Este homenaje asume una postura historiogr­áfica y crítica para reflexiona­r sobre las estrategia­s de los artistas para ser vistos, vender y sobrevivir. Ellos habitaban un mundo hostil donde se inventaba el mercado del arte y la mismísima modernidad”, afirma la escritora.

Los impresioni­stas consolidar­on una evolución del arte en la que el reflejo fiel de la realidad dejaba paso a la construcci­ón de una atmósfera, al difícil retrato del instante efímero. Para el pintor Alejandro Alayza, este movimiento resultó fundamenta­l, pues renovó las posibilida­des y definicion­es del color en la pintura. “Es el avance más grande en la historia de la pintura. En el fondo, el impresioni­smo no es otra cosa que la búsqueda de la libertad. Una libertad que nace del espíritu, de la contemplac­ión de la naturaleza. Su fuerza se basa en su percepción, en la capacidad de ver más allá de lo real”, añade el veterano maestro.

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GETTY IMAGES La exposición abierta en el Museo de Orsay reúne 130 obras que dan cuenta de la revolución plástica emprendida por Monet, Pissarro o Degas. En la foto, un visitante observa “Baile en el Moulin de la Galette” de Renoir.
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ENRIQUE PLANAS

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