Diario El Comercio

Sin memoria no hay república

- Historiado­ra

CARMEN MCEVOY CARRERAS

Hoy como nunca “ha sido amargo el cumplimien­to de mi deber”, escribió Cayetano Heredia respecto de una autopsia realizada en Lurín a Faustino Sánchez Carrión, en junio de 1825. El famoso galeno se conmovió al recorrer el cuerpo del “alma” de la revolución, que murió a los 38 años con el hígado destrozado, luego de recorrer a caballo los miles de kilómetros que separaban a Lima de Huamanga. Desde ahí, Sánchez Carrión le escribió a Simón Bolívar para comunicarl­e que, a pesar de sentirse muy enfermo (“me han puesto un terrible cáustico que me tortura”, le señaló), estaba dispuesto a dar lo que le quedaba de vida por la victoria que el Perú demandaba en Ayacucho.

La tarea de la primera autoridad civil del régimen bolivarian­o, además de redactar nuestra primera Constituci­ón, abarcó la construcci­ón, con el apoyo de las provincias norteñas, de una eficiente maquinaria bélica y el reclutamie­nto de funcionari­os honestos para administra­r la república que lo ilusionaba. Porque el éxito de la apuesta política del tribuno de la república dependió de la legislació­n, que también colaboró en elaborar, pero también de ese batallón de agentes estatales dispuestos a cumplir su deber.

José Joaquín Larriva, nuestro notable costumbris­ta, recordó en un bellísimo obituario que cuando Sánchez Carrión partió a la sierra, con una parada en La Libertad, donde fundó la Universida­d de Trujillo y su Corte Suprema,yallevabac­onsigoel“germendela muerte” y él lo sabía. Por ello, Heredia culminó su entrañable misiva a su maestro Hipólito Unanue señalando que el fallecimie­nto de su amigo fue sentido por “todos los buenos” y de ahí el “lugar preferente que ocupaba en el corazón” de los peruanos. El afecto anterior tenía que ver con su coraje en la defensa de la república, pero también con la “belleza de sus ideas” y su “profundo y sublime juicio”.

Larriva, más bien un maestro de la sátira, se refirió a una serie de cualidades del viejo camarada, apuntando a un “magisterio capaz de penetrar el corazón del hombre para estudiar en él la ciencia de las pasiones, y su incorrupti­bilidad” apoyada en “los principios eternos de la equidad, la libertad y la justicia”. En esa misma línea, Raúl Porras Barreneche­a, un gran estudioso de Larriva, subrayó que en la vida y obra de Sánchez Carrión se podía encontrar el “más puro legado de nuestra doctrina democrátic­a”. Porque, al exaltar la dignidad de una ciudadanía sustentada en la libertad, la obediencia y el bien común, el Perú se exaltaba, a través de una historia marcada por grandes cimas, pero, también, por profundos precipicio­s.

¿Por qué teniendo tantos ejemplos de civismo y coraje –pienso, por ejemplo, en la guerrilla serrana que peleó en Ayacucho caminando interminab­les semanas rumbo al campo de batalla luego de enfrentar la brutal represión realista– vivimos hundidos en el pantanal de changuito y su amante, los Rolexolade­sfachatada­congresist­aquemuy suelta de huesos habla de la Comisión de Ética como si se tratara de un club de alterne?

Toda acción transforma­dora del mundo, opina Byung-chul Han, es una narración. Las narracione­s –como la fascinante historia de Sánchez Carrión y decenas de peruanos que amaron a su país hasta entregar su vida por él– crean lazos y de ello sale la reflexión que nos ayuda a enfrentar con serenidad a esa contingenc­ia que, hoy más que nunca, erosiona desde institucio­nes hasta honras privadas. Porque, siguiendo a Han, lo que esta sociedad hiperconsu­mista y destructiv­a haproducid­oaescalamu­ndialeselp­eligroso presentism­o de las “stories”, los ‘selfies’ y los escándalos que venden.

La narración es una semilla germinativ­a de valores, sentido e incluso esperanza –por eso,dueleenela­lmalatrage­diade150mi­llones de documentos históricos peruanos que se encuentran deambuland­o sin un lugar en el que se les cuide y preserve–. El desafío es recuperar memoria mediante una mirada “prolongada, despaciosa y pasada” que permitirá ganar una perspectiv­a fundamenta­l en la lucha contra oleadas de informació­n que aturden y perturban el raciocinio. Esta es la propuesta de Han, indispensa­ble para estos tiempos tan oscuros que nos han tocado vivir.

“El desafío es recuperar una mirada ‘prolongada, despaciosa y pasada’ que permitirá ganar una perspectiv­a fundamenta­l en la lucha contra oleadas de informació­n”.

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ILUSTRACIÓ­N: VÍCTOR AGUILAR RÚA
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