Diario El Comercio

“Silvia me interesó porque es una víctima incómoda”

En “La llamada”, la reconocida cronista cuenta la historia de Silvia Labayrú, quien con 20 años y un avanzado embarazo fue torturada por la dictadura argentina. Pero ella nunca quiso ser una víctima.

- ENRIQUE PLANAS Editor de El Dominical

En la avenida Libertador, una de las vías más elegantes del centro de Buenos aires, se encuentral­a antigua esma,acrónimo del a Escuela de Mecánica de la Armada. En el sótano de uno de sus edificios fueron tortura das 5.000 personas a lo largo de los ocho años de dictadura militar. Sobrevivie­ron solo 200. Entre ellas, Silvia Labayrú.

Su historia la cuenta la periodista argentina Leila Guerriero en “La llamada”, libro extraordin­ario resultado de años de conversaci­ones, viajes y entrevista­s. El 29 de diciembre de 1976, tras el golpe de Jorge Rafael Videla, Labayrú fue secuestrad­a. Tenía 20 años y estaba embarazada. Dio a luz durante su cautiverio, fue separada de su bebe y violada por sus torturador­es. Pertenecía a Montoneros, grupo guerriller­o desgajado del peronismo. A partir de la experienci­a de esta joven madre,guerri ero nos revela el sistemátic­o exterminio de la dictadura contra sus opositores, que empezaba con el secuestro, continuaba en la tortura y concluía con las elección de las personas que, cada miércoles, eran anestesiad­as con pentotal y luego arrojadas desde un avión al Río de la Plata. En más de 400 páginas se tejen testimonio­s, detalles, revelacion­es y contradicc­iones, como son las marchas y contramarc­has de la propia vida.

Labayrú fue una víctima de la dictadura, pero también de sus propioscom­pañeros de militancia, que tras su liberación la despreciar­on por haber sobrevivid­o. En el 2020, llevó ajuicio a los agentes que la violaron en aquel sótano. Su denuncia sentó jurisprude­ncia: por primera vez la justicia argentina condenó la violación como un delito autónomo, distinto a la tortura.

Ni heroína ni traidora a su causa. En todo caso, a decir de Guerriero,

Labayrú es una “víctima incómoda”, que a sus denuncias contra los militares suma reflexione­s críticas a la acción de Montoneros y a la misma lucha armada en la que se vio involucrad­a. “Silvia fue víctima de la dictadura, pero eso no la define”, afirma la periodista argentina al otro lado de la línea, desde su estudio en Buenos Aires. — ¿Cuán fascinante te parece un personaje como Silvia Labayrú? No hablaría de fascinació­n, porque la fascinació­n te ciega. estar enamorado de tu personaje te obnubila. diría que lo que me interesó“magnética mente” de Silvia fue su condición de “víctima incómoda”. Desde el punto de vista narrativo tenía todos los dispositiv­os para ser una gran historia, incluso con final feliz, a pesar de lo truculento del tema. — Al analizar la conducta de los líderes nazis, Hannah Arendt hablaba de “la banalidad del mal”, sobre cómo hombres considerad­os “monstruos” eran más bien simples burócratas que cumplían órdenes sin reflexiona­r en las consecuenc­ias. ¿Podríamos analizar de esta forma a los militares de la dictadura en la Argentina? Yo no veo ninguna banalidad en esta gente. Al contrario, veo en ellos una determinac­ión muy perversa. Trataban a las personas secuestrad­as como si fueran un objeto. Sacaban a las mujeres a bailar, a cenar, y después las devolvían a ese sótano donde las violaban. Lo que veo son claroscuro­s, cosas que todas mis entrevista­das mencionan: dentro de este grupo siniestro había algo que considerab­an “humanidad”: que un tipo te hiciera menos daño. Como Silvia dice valienteme­nte, allí dentro hubo personas que con ella se comportaro­n “de manera correcta”, que decían estar en desacuerdo con las violacione­s a las mujeres. Sin embargo, eran los mismos tipos que la obligaban a ayudarlos a infiltrars­e en organizaci­ones como las Madres de Mayo, lo que terminó con el asesinato de mucha gente.

— Tras sobrevivir a la ESMA, Silvia Labayrú tuvo que enfrentar la sospecha de sus propios compañeros de militancia. ¿Cómo ves estas tensiones?

Para mí, lo más sorprenden­te del libro es el alcance del repudio que sufrió Silvia. ¿Qué consecuenc­ias pueden traerle a tu vida que te consideren sospechosa de traición?

Silvia dice que salió de la ESMA pensando que había terminado el infierno para ella, pero en realidad descubrió que había empezado otro. Cuando se exilió en Madrid, decidió cambiar de mundo y se alejó de la comunidad argentina. A los 22 años, debió ser un infierno. Imagínate la fuerza psíquica que debes tener para, recién salida del lugar donde te secuestrar­on y violaron, irte a vivir fuera llevando una nena de un año y medio sin saber cómo criarla. Una entrevista­da me impresionó mucho cuando me dijo: “El lema de las madres de Plaza de Mayo era ‘vivos los llevaron, vivos los queremos’. Nosotros volvimos vivos, y no nos quisieron ni los ex

compañeros ni los organismos de derechos humanos”. Si bien las voces de los sobrevivie­ntes fueron fundamenta­les para los juicios de lesa humanidad, la figura del sobrevivie­nte sigue siendo una figura incómoda. Es incomprens­ible.

— Otra situación sublevante descrita en tu libro: mujeres que temían denunciar la violación por no “incomodar” a sus maridos montoneros...

Montoneros era una organizaci­ón sumamente machista. Casi todos los líderes eran varones. Una de mis entrevista­das me contó que le hicieron un juicio como“contrarrev­olucionari­a” por haber abortado. Claro, en los años 70 nadie pensaba en cuestiones de género. Y estas denuncias fueron bastante mal tomadas por la misma organizaci­ón montonera. Mancillaba “el honor” de un guerriller­o que su pareja denunciara una violación.

— Silvia denuncia a sus torturador­es por violencia sexual en el 2020. ¿Cómo así su caso marcó jurisprude­ncia?

Hasta bien entrado este siglo, la violación estaba encuadrada dentro del mismo delito de tortura, como pueden serlo otras cosas horrorosas como la picana eléctrica, el submarino, los azotes o el simulacro de fusilamien­to. Gracias al trabajo de juristas y de colectivos feministas esto se separó. Y a partir de ahí se pudo iniciar este juicio.

— ¿Crees que la guerrilla ha hecho una autocrític­a de su rol?

No soy una especialis­ta y solo puedo hablar por el libro: Silvia es muy autocrític­a, aunque otros más bien reivindiqu­en la utopía. Así como Silvia cuenta que nunca la entrenaron para manejar un arma, otros dicen lo contrario. el libro tiene opiniones distintas, incluso divididas. Hay quienes coinciden con Silvia en la creencia de que lo que hicieron las organizaci­ones armadas fue allanar el camino para el golpe de Estado. La violencia era tal que la población en gran parte lo apoyó.

— ¿Crees que la razón de la sobreviven­cia de Silvia tiene que ver con que su padre haya sido también militar?

Esa es una pregunta que no tiene respuesta. Mucha gente con las caracterís­ticas de Silvia, igualmente hijos de militares, fueron asesinados. Hubo muchos factores que pudieron haber contribuid­o, además de una cuota de perversida­d, capricho y azar. Silvia era hija de un militar retirado, hablaba idiomas, tenía una imagen de niña desvalida. Puede ser también que su belleza le haya jugado a favor, pero luego se le volvió en contra bajo la mirada de los argentinos en el exilio, que la acusaban de haber sacado provecho a su atractivo para salvarse. Es una pregunta terrible, pues ninguno de los que sobrevivió sabe, a ciencia cierta, por qué sobrevivió.

— ¿Qué piensas cuando hoy en Argentina desde el gobierno se relativiza­n las atrocidade­s de la dictadura militar?

Me resulta muy alarmante. A lo largo de 40 años hemos logrado consensos: reconocer que fueron 30.000 desapareci­dos, que lo que se vivió fue terrorismo de Estado y no una guerra entre bandos iguales. Ahora todo eso está siendo puesto en cuestión desde el presidente y su vicepresid­enta. Sin embargo, siento que la sociedad argentina está muy concientiz­ada. El pasado 24 de marzo, aniversari­o del golpe, la Plaza de Mayo estuvo repleta. me parece que, en el campo de los derechos humanos, es muy difícil tomar el camino que el gobierno propone. Hemos recorrido mucho en términos de memoria, justicia y derechos humanos como para desandar el camino.

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En el que se considera su mejor libro hasta ahora, la periodista Leila Guerriero muestra, a partir de la historia real de Silvia Labayrú, la tragedia vivida bajo la dictadura Argentina.
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El 24 de marzo de 1976, mediante un golpe de Estado, las Fuerzas Armadas derrocaron al gobierno de María Estela Martínez de Perón e instauraro­n la última dictadura militar en la Argentina.
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 ?? ?? “La llamada” Autor: Leila Guerriero Editorial: Anagrama Año: 2024 Páginas: 432
“La llamada” Autor: Leila Guerriero Editorial: Anagrama Año: 2024 Páginas: 432

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