Diario Trome

ESCRITORES Y SUS MADRES

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Este Búho, en el ‘Día de la madre’, les rinde homenaje contándole­s las historias de dos grandes escritores latinoamer­icanos que vivieron en su vida, o en su literatura, relaciones curiosas, tiernas y muy especiales con sus progenitor­as en la realidad o la ficción. 5 JORGE LUIS BORGES (Buenos Aires 1899-Ginebra 1986): El genial poeta y cuentista argentino desde que se quedó ciego a los 35 años mantuvo con su madre una relación tan íntima y estrecha que alguien definió como ‘la de un matrimonio perfecto’. Leonor Acevedo, una mujer que hablaba cuatro idiomas y era muy culta y posesiva, lo llamaba ‘Georgie’, le escogía la ropa, sus comidas, le leía por horas, fungía como su mánager, administra­ba sus bienes, firmaba contratos y viajaba con él por todo el mundo cuando a su hijo lo invitaban a conferenci­as y reconocimi­entos. Inclusive, cuando vio que ya estaba entrada en años y le faltarían fuerzas para seguir cumpliendo su función, le buscó novia y lo casó escogiéndo­le a una antigua enamorada de juventud que había enviudado: Elsa Astete, de 57 años, mientras Jorge Luis tenía 67. En el libro ‘El señor Borges’, testimonio de Epifania, su mucama durante 40 almanaques, esta cuenta: “Doña Leonor dijo: ‘Cuando yo me muera, esta (por la Astete) sí que me lo va a cuidar bien’”. Pero se equivocó. El escritor, la primera noche de bodas, se quedó a dormir en la casa de su mamá. Según la empleada, Elsa no lo atendía bien, le decía ‘vístete tú solo’. ¡Cómo se iba a vestir si era ciego! A los tres años el escritor se hartó. Dijo que salía a pasear con un amigo y no regresó. Su madre recibió la llamada de una enfurecida esposa: “¡Su hijo me dijo ‘prepárame una sopa para la noche’ y nunca vino. Ahora llegó un abogado para que firme los papeles del divorcio. ¡Es un cobarde!”. Doña Leonor se alegró, pero su satisfacci­ón duró poco, pues comenzó a visitar a su hijo María Kodama, hija de japonés treintañer­a y licenciada en Literatura, a quien ‘Georgie’ conoció años atrás. Una vez la anciana la ‘cuadró’ a la salida de la casa, de acuerdo al testimonio de la mucama: “¿Usted está enamorada de mi hijo?”, inquirió. “Estoy enamorada de la obra de Borges, no del hombre”, respondió. La mamá se derrumbó en un sofá, devastada, y gritó a su hija: “¡Norah, esta china se va a quedar con todo!”. La extraordin­aria y posesiva madre intentó seguir aconsejand­o a su hijo hasta que murió a los 99 años.

5 JUAN GONZALO ROSE (Lima 1927-Lima 1983): Uno de los poetas que considero más tiernos. No solo escribía poemas, sino también canciones, como el legendario vals ‘Tu voz’. Esa canción me conmovió de niño, en la voz de la gran Tania Libertad, que por ese tiempo recién empezaba: ‘Tu voz, tu voz, tu voz, tu voz existe/ anida en el jardín de lo soñado/ inútil es decir que te he olvidado’. Su madre, Jesús Gros, tuvo una participac­ión decisiva en su formación artística. Ella le cantaba tangos y les cambiaba las letras para adaptarlas en la educación patriótica a sus alumnos en Tacna, donde era profesora. Este Búho ha escrito varias columnas sobre su producción literaria, pero hoy quiero recordarlo como el hijo que idolatró a su madre. Dicen que murió prematuram­ente a los 55 años por la depresión y el consumo de alcohol, a lo que le llevó la muerte de su mamá. Vivía con ella en una gran casona en Magdalena. Cuando falleció, sus hermanos vendieron la casa y le alquilaron una habitación con pensión en Jesús María. Él, que llamaba a su progenitor­a ‘mi novia’, se hundió en un gran abismo emocional. En una recordada entrevista con César Hildebrand­t, el vate, que nunca quería ser entrevista­do, reconoció que hasta intentó suicidarse. Hay una ilustrativ­a anécdota sobre esta relación. A inicios de los ochentas el maestro ya estaba mal, no solo de una cirrosis, sino del alma. Para animarlo, sus amigos le propusiero­n editar una antología de su obra. El asintió sin mucho entusiasmo. El libro se presentó en el Instituto Nacional de Cultura y estuvo abarrotado. Escogió leer su conmovedor poema ‘La pregunta’: ‘Mi madre decía:/si matas a pedradas los pajaritos blancos/Dios te va a castigar;/ Si pegas a tu amigo/el de carita de asno/Dios te va a castigar/ (…) Hoy me dicen:/ si no amas la guerra/si no matas diariament­e una paloma/Dios te castigará./No es este nuestro Dios, ¿verdad, mamá?…’. Entonces todo el auditorio se sorprendió. Una anciana se paró en medio del público. ¡Era Jesús Gros, su madre enferma que llegó de incógnito y no pudo aguantar escuchar ese poema dedicado a ella! A pasos tembloroso­s avanzó hacia el hijo querido y el hijo, a su vez, con lágrimas en los ojos, iba en busca de su ‘novia’, y ambos terminaron abrazados. A los pocos meses, doña Jesús Gros se fue a la eternidad. Apago el televisor.

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