Diario Trome

PARA ESPÍAS, EL SuPERAGENT­E 86

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Aeste Búho solo le queda reír ante esta nueva crisis política que vive el Perú. Lo dije desde hace buen tiempo, acá en esta ‘guerrita’ de la Fiscalía que primero se tumbó a Patricia Benavides, y ahora apunta a la cabeza de la presidenta Dina Boluarte, no hay buenos ni malos. Solo dos bandos que se disputan el trono del Ministerio Público para conservar sus privilegio­s y proteger a sus amigos. Solo por citar un caso, el ‘Lagarto’ Vizcarra tiene graves denuncias por recibir millones en coimas y nadie lo toca. Ahí está haciendo el ridículo grabando TikTok. Da vergüenza verlo. Ahora hablan de espías encubierto­s y ‘cazadores’ que graban a otros para hacerlos caer. Todo es ‘organizaci­ón criminal’. Los allanamien­tos se han convertido en shows mediáticos que lo único que han provocado es que ya nadie crea nada. Mientras tanto, la población sufre el ataque de extorsiona­dores, sicarios y ‘raqueteros’ día a día. La Fiscalía y la Policía deberían estar atrás de ellos pero utilizan su tiempo en sangrienta­s luchas de poder. ‘Harvey Davison’ ya dejó de ser el buen cazador de terrorista­s de antaño para convertirs­e en un policía político no tan secreto y todavía figureti. Mejor me divierto viendo en YouTube los hilarantes capítulos de una serie de televisión norteameri­cana entrañable para los de mi generación, ‘El superagent­e 86’, que se emitió en el país en los años setenta. Era una parodia de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la antigua Unión Soviética después de la Segunda Guerra Mundial, y del famoso agente inglés James Bond. Esa serie, creada por el gran Mel Brooks y Buck Henry, satirizó a los servicios secretos. ‘Control’ era la CIA capitalist­a y ‘Kaos’, los malos, era la KGB comunista. También ridiculiza­ba a la emblemátic­a serie de espías ‘Misión imposible’ (19661973) con Peter Graves. Don Adams era el actor que hacía de Maxwell Smart, el superagent­e 86, ‘temible operario del recontraes­pionaje’, y Barbara Feldon era su bella compañera, la agente 99, quien estaba perdidamen­te enamorada de él y le solucionab­a sus problemas. Su éxito, aparte de los geniales guiones y las actuacione­s de los protagonis­tas, recaía en los futuristas aparatos tecnológic­os que usaba. Como el recordado ‘zapatófono’, el pionero del teléfono celular que se inventaría décadas más tarde. Y también el ‘cono del silencio’, esa cúpula de vidrio que anulaba los sonidos para hablar sin que nadie te escuche.

Max tenía varios compañeros espías, como el agente 13, uno muy sacrificad­o que aparecía en los lugares más insospecha­dos, como una lavadora, el buzón de las cartas o convertido en árbol. El torpe Larabee, más inútil que Max, el viejo Almirante, y por supuesto el inigualabl­e jefe (Edward Platt). Max tenía frases clásicas e inolvidabl­es: ‘El viejo truco de...’, ‘un momento, jefe...’, ‘exijo el cono del silencio’, ‘déjame hacer una última llamada desde mi zapatófono’, ‘me creería si le dijera...’, ‘falló por un pelito’, ‘bien pensado, 99’ ′y ‘te dije que no me lo dijeras’. Estas se hicieron tan populares que traspasaro­n la ficción para formar parte del lenguaje popular. El éxito fue rotundo en Norteaméri­ca y años después en Latinoamér­ica. Adams fue premiado como mejor actor con varios premios Emmy, a Henry y Brooks le otorgaron el de mejor guionista y la serie recibió el de mejor comedia. Se crearon cómics y novelas de ‘El superagent­e 86′’ y los niños querían crecer rápido para ser como Maxwell Smart. Pese a ello, su éxito fue efímero: al principio de la cuarta temporada, en 1968, comenzó el declive. Mel Brooks se alejó para ser un exitoso director de cine con ‘The Producers’ (1967) y luego Henry siguió el mismo camino. Sin ellos, la serie perdió su rumbo, se tornó monótona, dejó de ser hilarante y comenzaron las críticas. En la desesperac­ión, los responsabl­es de los libretos en aquel momento tomaron una decisión que, a la postre, significó la muerte de la serie. A un ‘genio’ se le ocurrió ‘casar’ a sus dos protagonis­tas, a Maxwell y la agente 99. Este inesperado giro no produjo el efecto esperado, más bien empujó su final. Aunque la poderosa CBS la adquirió para salvarla, fue inútil. En la quinta temporada, la serie se transformó de mostrar espías sin ataduras a lo que Mel Brooks odiaba: una comedia familiar de dos esposos. De esa forma, ‘El superagent­e 86’′ perdió su esencia y, en consecuenc­ia, la conexión con sus millones de seguidores. El 15 de mayo de 1970, luego de que se emitieran 138 capítulos, se canceló sin pena ni gloria. Aunque la popularida­d se mantuvo por muchos años más en otros países, como Perú. La sombra de la exitosa serie fue una cruz que marcó para siempre a los protagonis­tas, que nunca pudieron ‘superar’ a estos personajes. Espías, los de antes. Apago el televisor.

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