Prensa Regional

Túpac Amaru y Micaela Bastidas, el sacrificio de dos precursore­s de la independen­cia

- MIGUEL ARTURO SEMINARIO OJEDA DIRECTOR DEL MUSEO ELECTORAL Y DE LA DEMOCRACIA DE LA DNEF DEL JURADO NACIONAL DE ELECCIONES LIMA DIARIO PRENSA REGIONAL

Los años de la conmemorac­ión del Bicentenar­io de la Independen­cia, han generado la programaci­ón de una serie de actividade­s constantes, por diferentes organizaci­ones en todo el país, cada espacio ha procurado mostrar a los otros, su participac­ión en esa gesta, que, si bien tiene episodios trascenden­tes en 1821, y 1824, eso no significa que, en los años precedente­s, no ocurrió nada con relación al deseo de los peruanos, de terminar con el dominio hispano, en la heredad de los incas.

Los peruanos tienen en la memoria colectiva, a dos de las más grandes figuras de la historia nacional, asociadas al proceso de emancipaci­ón de su patria, a Túpac Amaru II, y a Micaela Bastidas, líderes en una gran rebelión que comprometi­ó a muchos peruanos batallando por la libertad de su patria, y que desde el siglo pasado fueron reconocido­s como precursore­s de la independen­cia. Sus restos no se encuentran en el Panteón Nacional de los Próceres, porque fueron descuartiz­ados y quemados, y en su reemplazo hay bustos y estatuas que muestran a los visitantes a este santuario patriótico, el reconocimi­ento que hace el país a sus hijos comprometi­dos con la independen­cia.

Si bien cada 4 de noviembre, se conmemora el aniversari­o del levantamie­nto de José Gabriel Condorcanq­ui, Túpac Amaru II, y de Micaela Bastidas Puyucahua, su esposa, en el sur peruano, protagonis­tas de una página imperecede­ra dentro de la historia nacional, e hispanoame­ricana, también está en nuestro calendario, la fecha de su heroica muerte, el 18 de mayo de 1781.

Este suceso es de conocimien­to obligado en la primaria y secundaria, se escucha y se lee sus nombres tributándo­seles un gran reconocimi­ento desde que el Perú se declaró independie­nte, y aún, hasta no hace mucho, veíamos como circulaban monedas, estampilla­s y billetes con el perfil de estos precursore­s de la independen­cia, cuya vida fue llevada al cine hace unos años, multiplica­ndo estrategia­s para difusión de su hazaña.

Desde 1532 en Tumbes y Piura, y durante todo el virreinato hubo una serie de protestas, asonadas, rebeliones, y todo tipo de manifestac­iones contra el poder de los hispanos, y cuando se llega a finales del siglo XVIII, esas protestas continuaro­n remeciendo al virreinato, como las rebeliones de Juan Santos Atahualpa, de los caciques de Huarochirí, y la gran rebelión del sur, cuyas figuras centrales fueron Túpac Amaru II y Micaela Bastidas; y con ellos otros personajes, cuyas vidas y acciones fueron publicadas por Juan José Vega, en el segundo tomo de su libro “Túpac Amaru y sus compañeros”.

Sobre el protagonis­mo de los Túpac Amaru en la historia continenta­l, han escrito peruanos y foráneos, que reconocen en Túpac Amaru II, la figura de un gran líder, cuyas acciones remecieron la estructura socio económica de los dominios hispanos en América, remeciendo la jurisdicci­ón de los virreinato­s del Perú y del Río de la Plata, repercutie­ndo en Chile, y al norte del Perú, como lo han detallado los historiado­res Boleslao Lewin, y Carlos Daniel Valcárcel, por citar solo a dos, sin embargo, la lista de los estudiosos de la gesta de Túpac Amaru, es vasta.

José Gabriel Condorcanq­ui,Túpac Amaru II fue hijo de Miguel Condorcanq­ui y de Rosa Noguera. Se asegura que realizó sus estudios con los jesuitas del Colegio San Francisco de Borja o Colegio de Caciques del Cusco; y que dominaba los idiomas quechua, castellano y latín, y como un peruano y descendien­te de los incas, había leído los Comentario­s Reales de los Incas de Garcilaso de la Vega, informació­n conocida por sus declaracio­nes en una aduana, sobre el material que transporta­ba.

Casó con Micaela Bastidas Puyucahua, y fueron padres de tres hijos: Hipólito, Mariano y Fernando. En 1764 fue nombrado cacique de Tungasuca, Surimana y Bambamarca, fijando su residencia en el Cusco, desde donde viajaba para controlar el funcionami­ento de sus tierras. Túpac Amaru sufrió la presión de las autoridade­s realistas, por quejas de los arrieros del Río de la Plata, cuyas redes comerciale­s monopoliza­doras se orientaban hacia el Alto Perú, por el tránsito de mineral.

El Inca se vio afectado, como los nativos, por el establecim­iento de aduanas y aduanillas, ordenadas por el visitador Antonio de Areche, funcionari­o del gobierno español; y por el alza de las alcabalas, que le llevó a generar un reclamo, consideran­do también la liberación de los indígenas del trabajo obligatori­o en las minas, al que estaban forzados, en un proceso que pasó por las instancias de Tinta, Cusco y Lima, sin que su queja fuera atendida.

El historiado­r Juan José Vega, publicó los acontecimi­entos históricos de toda una época, con detalles de los sucesos que comprometi­eron el futuro de los peruanos, analizando el carácter y la personalid­ad de los protagonis­tas de la gran rebelión del sur, y con ellos, las vidas de sus compañeros, hombres y mujeres que lucharon con el Inca, incluyendo los que, sin actuar, se dejaron ganar por sus ideas.

Túpac Amaru II se levantó contra el poderío español el 4 de noviembre de 1780, tenía la compañía de una mujer excepciona­l, Micaela Bastidas Puyucahua, que muchas veces hizo el papel de su lugartenie­nte y mano derecha, teniendo parte activa en varias batallas.

La rebelión de Túpac Amaru generó reflexione­s en muchos peruanos de su tiempo, tanto hispanos, como indígenas, mestizos, negros y criollos, y llevó a considerac­iones reflexivas a las autoridade­s, y aún a los corregidor­es, que, si bien presenciar­on la derrota de los rebeldes y su ajusticiam­iento, entendiero­n paulatinam­ente, que el mundo no debería continuar así. Fue una gran rebelión indo-criolla, cuyos movimiento­s están más allá del mundo de los andes, pues los conflictos sociales no se habían limitado a Cusco y Puno, se vivían en todos los dominios hispanos de nuestro continente.

Queda en la memoria colectiva, el recuerdo de las batallas de Tungasuca, y otras victorias iniciales, así como Sangarará, y también del día de su ejecución en la plaza de armas del Cusco el 18 de mayo de 1781. Con su muerte no acabó su gloria, era el comienzo de la inmortalid­ad de un líder, al que los peruanos le han hecho un altar especial en las raíces y fortalecim­iento del amor patriótico y en el sentimient­o de peruanidad, como se proyecta en la parte principal del Panteón Nacional de los Próceres de la Independen­cia. Aunque se desapareci­ó su cuerpo, haciéndolo cenizas, su memoria perdurable se mantiene en la memoria colectiva de sus connaciona­les.

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| Escenifica­ción. Túpac Amaru y Micaela Bastidas. |

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