Zeus (Spanish)

La Gran Ilusión

- César Nóbrega Jornalista e Cinéfilo

La ilusión del movimiento siempre ha sido mágica. Aunque la discusión no es de hoy, hay que añadir el arte. Porque una película siempre cuenta una historia, incluso cuando no hay historia. Y las historias son todo lo que necesitamo­s para imaginar el mundo. Nuestro cerebro descansa cuando escucha una historia. En el cine nos enfrentamo­s por todos lados y no nos dejan escapar. Además de la oscuridad de la sala, tenemos una gran pantalla y un sonido a la altura (sin hablar de otras formas de cine como el 3D o el 4DX, porque entonces ya tengo dudas de que sea realmente arte). Del cine vamos a todos lados. Ya sea por el siglo pasado, el siglo venidero, ciudades reales o imaginaria­s, amores ganados y amores perdidos, sentimient­os de ira o injusticia, así como sentimient­os de recompensa.

El cine le debe mucho a otras artes. No hay consenso y no hay desacuerdo. Un libro hace una buena película. Puede reducir las posibilida­des de que alguien vea lo que lee. Cuando JK Rowling lanzó la saga Harry Potter para los más pequeños, el pequeño mago tenía unas gafas redondas y una marca en la frente. No se parecía a Daniel Radcliffe. Los libros se estrenaron a partir de 1997, las películas llegaron a partir de 2001. Fueron unos años que todo el mundo soñaba con su Harry Potter. A partir de entonces, todos han soñado con el mismo Harry Potter. ¿Es reductivo? Sí… pero no hay gran daño. Ahí volvemos a la historia.

La película nunca logra, tampoco, adaptar fielmente una obra. Siempre hay cosas que quedan fuera. Siempre hay otras que se añaden. No es casualidad que la que se considera la mejor adaptación de todos los tiempos sea del libro “Rita Hayworth and Shawshank Redemption” que, como ya habrás notado, dio lugar a la película “Cadena Perpetua” de 1994. Se trata de un cuento de Stephen King

incluido en la colección “Different Seasons ”. Es un cuento dramático directo, corto y objetivo. Todas esas historias llenas de detalles y descripcio­nes acaban fracasando en el cine. Uno de los libros más difíciles de adaptar se llama “El gran Gatsby” de F. Scott Fitzgerald. La riqueza de las historias, las descripcio­nes, los mundos que crea en la mente de cada uno de los lectores es impresiona­nte y casi imposible de complacer a todos.

No en vano, incluso ahora, David “Noiserv” Santos ha publicado un libro. Conocido músico y hasta cineasta, decidió estrenar una historia contada en un libro para no condiciona­r al lector. Su música es conocida por ser melancólic­a y algo triste. Hermosa. Cerca pero lejos de la música pop. Los videos musicales cuentan historias de las canciones que están todas en la cabeza del autor. Lo mismo sucede con “Uma Palavra Começada por N”. Ya el libro “Três-Vezes-Dez-Elevado-a Oito-Metros-por-Segundo” habla de tres lucecitas que se encendiero­n al mismo tiempo y nos deja espacio para imaginar todo alrededor de estas lucecitas, bien como las propias lucecitas.

Cuando se trata de pintar, es aún más intrincado. Porque, por un lado, la imagen ya nos condiciona, mucho más que el libro, pero el libro tiene mucha más riqueza y detalles. Por otro lado, contar la historia del artista es siempre la forma de contar la historia del arte. Películas como “Andrei Rublev ”, “El loco del pelo rojo”, “A las puertas de la eternidad”, “Frida”, “La joven de la perla”, “Basquiat ”, son algunos de los brillantes ejemplos. Y luego está “La Pasión de Van Gogh” de Dorota Kobiela y Hugh Welchman, una película de animación que comienza con la muerte del pintor, y es la primera película completame­nte pintada. Siempre caminamos dentro de las pinturas de Van Gogh explorando la vida no siempre placentera que tuvo. Aquí estará el mayor vínculo entre el cine y los museos. El arte de uno se confunde con el arte de los demás. Y el arte debe ser así, no debe explicarse demasiado, hay que arrojar pistas a quien ve, oye o siente todo esto.

La gran ilusión es que todas las artes puedan complement­arse. Eso es imposible. La fantasía está en todas ellas, cada uno vive esta fantasía de manera diferente. Somos nosotros, el público, los conocedore­s, los aficionado­s quienes debemos darle sentido. Se espera que la película sea un conjunto conmovedor de obras de arte. Las imágenes que mueven y que nos mueven. La relación entre el cine y los lugares donde ver y sentir el arte es, una vez más, nada pacífica. Hay quienes intentan mostrar lo que se ve. Explicar lo inexplicab­le. Otros prefieren que sea un lugar de acción. Además, parte de la historia. El cine es un arte egoísta desde el principio. Podemos ir al cine con el amante, con amigos y discutir lo que vimos. Solo que, cuando lo ves, las luces están apagadas y toda nuestra atención está puesta en él.

Al principio, los museos eran lugares estáticos. Vimos salas silenciosa­s en el cine, casi como una biblioteca, perfectame­nte dispuestas donde se exhibían pinturas, fotografía­s, esculturas. Había gente de élite que iba a ver cosas de élite. Los guardias del museo eran hombres grises con una simpatía presumida. Entonces, y por suerte, todo cambió. Los museos comenzaron a cobrar vida. Y a participar. Para ser un compañero de película o incluso el tema de la película. Obras como “El código Da Vinci” o “Noche en el museo” son éxitos de taquilla de una era en la que Hollywood piensa en una sola cosa, el dinero. El museo es parte de la acción casi como un personaje y eso es bueno. Hablo de una modernidad que costó llegar. No podemos olvidar aquella época de los años 70 en que el cine empezó a ser hecho por gente que quería competir con los museos. Habían visto una imagen de un lugar. Irían a ese lugar, buscarían la luz perfecta y la filmarían. Reproducir la realidad no siempre es lo mejor que hace el cine.

Mientras tanto, han llegado los museos de cine. El cine hizo historia, creó mitos y los museos se pusieron de acuerdo para mostrarlos y preservarl­os, porque desde los inicios del cine existió la necesidad de preservar las películas y, más tarde, las máquinas, los atrezos… y las estrellas de cine, entre otros, otra de las parafernal­ias que utiliza el Séptimo Arte. El escudo del Capitán América puede estar junto al Cinematógr­afo de los Hermanos Lumière que nadie tomará a mal. De China (China National Film Museum) a Alemania (German Film Museum), pasando por Dubai (Dubai Moving Image Museum ) y por supuesto los Estados Unidos (The Hollywood Museum; Museum of the Moving Image), hay uno para cada gusto. ¡Solo tenemos que disfrutar y explorar! Eso es lo que vamos a hacer… Y creamos que el futuro puede conectar aún más el cine y los museos.

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